El representante estadounidense se marchó al mediodía con su esposa Lisett Llorens tras haberse convertido en protagonista durante la crisis política desatada el 28 de junio de 2009 en el país. Al partir, el embajador norteamericano manifestó que se marcha sin dejar enemigos en Honduras y satisfecho por su trabajo en los últimos tres años en representación del Gobierno de Estados Unidos.
“Me voy muy satisfecho. Creo que siempre se puede hacer más y en seguridad ciudadana, criminalidad y narcotráfico hemos hecho mucho para establecer un marco institucional y que ambos países luchen contra el narcotráfico y la violencia de las maras”, dijo el representante diplomático.
Seguidamente afirmó: “No tengo ningún enemigo. Hago mi trabajo. Somos profesionales e hicimos lo que tuvimos que hacer y punto. Mi trabajo es defender los intereses de mi país y eso es lo que tratamos de hacer”.
Sobre su papel durante la crisis política de 2009, Llorens sostuvo que “fue una etapa dura, pero hemos vivido muchas crisis. Tenemos 55 años de experiencia y somos latinoamericanistas, así que hemos visto mucho. Fue un desafío, pero le aseguro que en la vida, cuando uno hace las cosas bien, todo está bien”.