¿El aprovechamiento compartido del conocimiento es una utopía, o una vago concepto de la comunidad internacional?
Creemos sinceramente que ni lo uno, ni lo otro. Unos cuantos ejemplos serán más elocuentes que una docena de análisis.
En 1965, Singapur era un país de economía subdesarrollada, donde proliferaban las barriadas miserables.
Desde entonces, los poderes públicos aplicaron políticas encaminadas a invertir en la educación, mejorar la capacitación técnica, incrementar la productividad y atraer a las empresas industriales con alto valor añadido.
Hoy en día, el producto interior bruto de este país supera al de muchas naciones del hemisferio norte.
Una economía basada en el aprovechamiento compartido y la difusión del conocimiento constituye una baza muy apreciable para los países emergentes y el bienestar de sus poblaciones.
Por ejemplo, el Estado indio de Kerala, pese a su pobreza, posee hoy en día un nivel de desarrollo humano que se acerca al de los países del hemisferio norte.
En efecto, la esperanza de vida de sus habitantes es de 73 años y el índice de escolarización es superior al 90%.
Este Estado ha contribuido en gran medida a hacer que la India sea la octava nación del mundo por el número de sus publicaciones científicas.
Potente impulsor
En 1971, varios miles de emigrantes se asentaron en un terreno llano desértico, situado a unos 20 km de Lima, y crearon Villa El Salvador. Basándose en sus propias fuerzas, crearon centros docentes y una serie de asociaciones.
El aprovechamiento compartido del conocimiento es un potente impulsor de la lucha contra la pobreza.
En todas las regiones del mundo, hay una serie de países que están inventando nuevas modalidades de desarrollo basadas en el conocimiento y la inteligencia.
En el futuro, las posibilidades de desarrollo de una sociedad determinada dependerán menos de sus riquezas naturales que de su capacidad para crear conocimientos, difundirlos y utilizarlos.
¿Será el siglo XXI testigo del auge de sociedades del conocimiento compartido? Al ser el conocimiento un bien público al que todos deben tener acceso, una sociedad basada en él tendría que ser una sociedad sin excluidos.
No obstante, el aprovechamiento compartido del conocimiento no podría reducirse a una mera partición de éste o al intercambio de un recurso raro que trataran de disputarse entre sí las naciones, las sociedades y las personas.
En las sociedades en red, la creatividad y las posibilidades de intercambio o aprovechamiento compartido se multiplican.
Estas sociedades crean un contexto especialmente propicio al conocimiento, la innovación, la formación y la investigación.
Las nuevas formas de sociabilidad en red que se están desarrollando por conducto de Internet no son jerárquicas, sino horizontales.
De ahí que constituyan un acicate para la cooperación, como lo demuestra el ejemplo del “colaboratorio” en el ámbito de la investigación, o el de los programas de “fuente abierta” en el campo de la informática.
El surgimiento de las sociedades en red, así como la correspondiente disminución de los costos de transacción que conlleva, estimulan el auge de nuevas formas de organización productiva basadas en el intercambio y la colaboración dentro de una misma comunidad de aprovechamiento compartido.
Este aspecto reviste una importancia esencial frente a las tentaciones de desencadenar la guerra económica.
En efecto, estas prácticas de nuevo tipo permiten albergar la esperanza de que sabremos encontrar un justo equilibrio entre la protección de los derechos de propiedad intelectual -
imprescindible para impulsar la innovación- y la promoción de los conocimientos de dominio público.
El aprovechamiento compartido del conocimiento no debe limitarse a la creación de nuevos conocimientos, la promoción de los conocimientos de dominio público, o la reducción de la “brecha cognitiva”.
Ha de suponer un acceso universal al conocimiento, así como una participación activa de todos.
Por lo tanto, será la clave de las democracias del mañana, que han de basarse en un espacio público de nuevo tipo en el que tendrán lugar verdaderos encuentros y debates con una participación de la sociedad civil, permitiendo así tratar los problemas de la sociedad con una óptica prospectiva.
Los actuales “foros híbridos” y las conferencias de ciudadanos ya están prefigurando ese aprovechamiento compartido, por lo menos en algunos aspectos.
Es evidente que el aprovechamiento compartido del conocimiento tropieza con obstáculos. Éstos, al igual que las soluciones que proponemos, se analizan en el Informe Mundial de la Unesco “Hacia las sociedades del conocimiento”, publicado hace unos meses bajo la dirección de Jérôme Bindé.
Para superar esos obstáculos, las sociedades tienen que invertir masivamente en la educación para todos a lo largo de toda la vida, así como en la investigación, el “infodesarrollo” y el fomento de “sociedades del aprendizaje”, respetando más y mejor la diversidad de las culturas cognitivas y los conocimientos locales, tradicionales y autóctonos.