“La función del periodista no es hablar, sino escuchar. Sobre todo en estos tiempos”, dijo una vez Naguib Mahfuz en una entrevista.
El escritor egipcio, quien falleció a la edad de 94 años el miércoles 30 de agosto, obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1988.
Es el único árabe en poseer este galardón literario y es reconocido por muchos sectores como el Faulkner de Egipto.
Ejemplar
En 1988 Mahfuz, en referencia al deber moral de luchar contra la injusticia, decía que “cada hombre soporta esa responsabilidad según el grado de conocimiento, sabiduría y civilización que ha obtenido”.
En 1994, fue víctima de un intento de asesinato por parte de un islamista, quien lo apuñaló en el cuello. Quedó inmovilizado de su mano derecha por lo cual no pudo escribir y debía dictar sus textos.
Era un escritor comprometido con la paz y la tolerancia. Por su apoyo incondicional al tratado de paz entre Egipto e Israel en 1979 fue incluido en las listas negras de varios países árabes.
A finales de los ochenta, el líder islamista radical Omar Abdel Rahman, hoy en prisión por el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York en 1993, le condenó a muerte por su novela “Los hijos de nuestro barrio”.
Esta obra, que le valió el reconocimiento mundial, está paradójicamente prohibida en Egipto, desde la publicación en 1959 de varios fragmentos por entregas en un diario del país. En 1996 los años más tarde fue calificado de hereje y sentenciado a muerte por grupo de radicales islámicos.
Cambio
El atentado y las amenazas de los radicales islamistas lo obligó a abandonar sus visitas al café Alí Babá y permaneció recluido en su hogar, con salidas esporádicas y controladas por la policía.
Como personalidad pública, era un baluarte contra los extremismos políticos y en particular los supuestamente basados en creencias religiosas, sean éstas musulmanas, judías o cristianas y un firme partidario de la coexistencia en Tierra Santa de dos Estados: el israelí y el palestino. “Doy gracias a Dios de ser ciego, para no ver la muerte de los niños palestinos”, declaró en octubre de 2000 a Randa Achnawi, en una entrevista al diario español El País.
También era un epicúreo: “Cuando veo mi vida en su conjunto, me pongo contento. El sentido de la vida no es independiente de la vida misma. Vivir quiere decir comer, beber, dormir, amar, trabajar, pensar. Tal es el sentido de la vida”.
Legado
Su contribución a la cultura árabe es indiscutible. “La diferencia entre la novela árabe de antes y la de ahora es Naguib Mahfuz.
Él diversificó el género al escribir la novela de lugar, la novela filosófica, la novela histórica; inclusive usó el absurdo en sus pequeñas obras de teatro.
Ningún otro escritor abrió tantos horizontes ni ha tenido la misma influencia”, dijo Mohammed Salmawy, editor del diario Al Ahram Hebdo.
El jueves, en una ceremonia controlada por la policía, el ataúd de Mahfouz, envuelto en una mortaja verde con las palabras “no hay más Dios que Dios”, fue llevado a la mezquita de Hussein, a donde acudía con su madre en su infancia.
Algunas de sus obras
1939: El juego del destino.
1945: El nuevo Cairo.
1947: El pasaje de los milagros.
1948: Quimeras.
1949: Comienzo y fin.
1956/57: Trilogía: “Entre dos palacios”, “Palacio del deseo” y “La azucarería”.
1957: Cuentos de nuestro barrio.
1959: Los niños de la Medina.
1961: El ladrón y los perros.
1962: Las codornices y el otoño.
1963: El mundo de Dios.
1964: La vía.
1965: El mendigo.
1966: Derivas sobre el Nilo.
1967: Miramar.
1968: El bar del gato negro.
1971: Luna de miel.
1973: El amor bajo la lluvia.
1977: La canción de los miserables.
1981: La canción del matrimonio
1998: Mañana de rosas.
Extracto
Llegué al café Karnak por casualidad: un día fui a la calle El Mahdi para arreglar el reloj y, como tenía que esperar varias horas para recogerlo, decidí hacer tiempo mirando los escaparates de las tiendas, situadas a ambos lados de la calle, en los que se exponían relojes, joyas y objetos antiguos. Mientras paseaba, vi el café y entré.
Desde entonces, se ha convertido en mi sitio favorito, a pesar de que es un local muy pequeño y está situado en una calle lateral.
La verdad es que al principio dudé un poco antes de entrar, hasta que observé que había una mujer sentada en la silla de la administración. Era una mujer madura pero todavía atractiva. De su novela, Café Karnak, 1971.