A lo largo de su pontificado, el Papa Francisco mostró una notable afinidad por el cine, destacando una sensibilidad particular hacia historias de compasión, justicia social y la dignidad humana.
El Sumo Pontífice compartió su aprecio por películas que marcaron su vida y que reflejan profundamente sus valores espirituales y humanos.
Durante su visita a Filadelfia en septiembre de 2015, el Prince Theatre organizó un ciclo de cine en su honor, proyectando tres largometrajes que el Papa había mencionado públicamente como sus favoritos.
La directora de programación de la Philadelphia Film Society, Allison Koehler, explicó a la revista Entertainment Weekly que estas obras fueron seleccionadas “por el realismo y el enfoque en la clase trabajadora y la condición humana”.
Roma, ciudad abierta (1945)
La primera de estas películas es Roma, ciudad abierta (1945), de Roberto Rossellini, un drama bélico neorrealista ambientado en la ocupación nazi de Roma.
En una entrevista concedida en 2013 al diario italiano La Repubblica, el Papa expresó su profunda conexión con esta historia, protagonizada por un sacerdote católico.
La Strada (1954)
Otra obra clave en la filmografía apreciada por el Papa es La Strada (1954), de Federico Fellini, que recibió el primer premio Oscar a la Mejor Película Extranjera y es considerada una obra destacada del neorrealista italiano.
Protagonizada por Anthony Quinn, Giulietta Masina y Richard Basehart, relata la historia de un forzudo de circo, una joven inocente y un payaso introspectivo.
El festín de Babette (1987)
Finalmente la tercera película, que el propio Papa ha identificado como su favorita, es El festín de Babette (1987), dirigida por Gabriel Axel.
En una entrevista de 2010, antes de ser elegido pontífice, Francisco elogió este largometraje de origen danés en la que dos hermanas protestantes reciben a una refugiada francesa que revoluciona su comunidad a través de la cocina.
La trama se centra en Babette Hersant (Stéphane Audran), una mujer francesa que busca refugio tras la guerra franco-prusiana. Sin dinero y sin familia, ella es acogida en una comunidad luterana dirigida por dos hermanas solteras, Martine y Filippa, hijas de un pastor austero.