03/12/2025
11:34 AM

Los países ponen la alfombra a las petroleras que rechazaban

La evo­lución del negocio podría fa­vorecer distintos proyectos de exploración en lugares como Medio Oriente y el norte de África.

Nueva York, Estados Unidos.

Algunos de los mayores paí­ses productores de petróleo del mundo están haciendo más fáci­les las condiciones para atraer a las petroleras occidentales que cotizan en bolsa.

Durante años, México, Irán, Irak, Argelia y Libia —la mayo­ría de ellos entre los 10 mayores productores del mundo— fueron ferozmente nacionalistas a la hora de proteger sus hidrocar­buros. Les ponían a las firmas occidentales condiciones puniti­vas para desarrollar sus reservas o no hacían negocios con ellas, manteniendo un estricto control de sus suministros a través de las petroleras estatales.

Ahora, ante una gama de problemas, estos países bus­can explotar sus reservas y ofrecen a las empresas occiden­tales condiciones más genero­sas para conseguir su asisten­cia. ¿Qué podría significar todo esto? Muchas cosas.

Beneficio imprevisto

En muchos casos, la aper­tura representa un potencial beneficio económico para los países productores. El gestor de activos BlackRock estima que la liberalización sumaría un punto porcentual al creci­miento anual del Producto In­terno Bruto de México, es decir unos US$12.000 millones.

También intervienen consi­deraciones políticas locales y globales. En los casos de Irán, Libia y Argelia, la población es adicta a los precios bajos de la energía y a un alto gasto social fi­nanciado con los recursos del pe­tróleo. Todo esto está en riesgo conforme los países tienen pro­blemas para aumentar la produc­ción y necesitan nuevos ingresos para aplacar un posible malestar o prevenir problemas.

La liberalización podría sig­nificar más estabilidad para los consumidores occidentales. Es menos probable que los au­tomovilistas enfrenten alzas bruscas en los precios de la ga­solina como las que tuvieron lu­gar en julio de 2008 —cuando el petróleo se disparó a US$147 el barril— si hay nuevas fuen­tes para atenuar el efecto de las interrupciones de suminis­tro. Pero el petróleo podría no ser mucho más barato que hoy: los analistas calculan que debi­do a que gran parte de esta pro­ducción se realizaría en zonas que son costosas de desarrollar, los precios se mantendrán en al menos US$70 el barril.

Los principales interrogan­tes están en las propias petro­leras, renuentes a hacer co­mentarios sobre potenciales acuerdos. Pero no está claro si regresarían a todos esos paí­ses, señalan analistas. La evo­lución del negocio podría fa­vorecer distintos proyectos de exploración en lugares que no presentan los riesgos políticos que suponen Medio Oriente y el norte de África.

Como mínimo, el hecho de que estos países estén ex­tendiendo una rama de olivo muestra que las principales pe­troleras occidentales han recu­perado poder de negociación en países que solían dominar. “El péndulo quizás se esté alejan­do de una producción energé­tica dominado por el Estado”, afirma Jonathan Wood, director asociado de temas transnacio­nales de la consultora británica Control Risks.

La marginación de las prin­cipales petroleras occidenta­les de estos países constituyó un enorme cambio en el equi­librio de poder. Hasta comien­zos de los años 70, las grandes firmas controlaban 85% de las reservas petroleras del mundo, pero el resentimiento se esta­ba acumulando. Los países pro­ductores comenzaron a ver la participación occidental como una forma de neocolonialismo y querían recuperar el control de sus recursos energéticos.

Comenzaron a nacionalizar el suministro o a limitar la in­versión extranjera. Cuando la situación se estabilizó, la par­ticipación de las grandes petro­leras occidentales privadas en las reservas mundiales se des­plomó a 6% mientras las reser­vas caían en Estados Unidos y Europa. Por ende, las empresas tenían escaso margen de manio­bra frente a las duras condicio­nes de negociación en Medio Oriente y el norte de África.

En 2004, por ejemplo, Libia pidió 90% del petróleo produci­do por las empresas. Al año si­guiente, Argelia obligó a las fir­mas foráneas a ceder el control de sus yacimientos e impuso un impuesto sobre las ganancias de más de US$30 el barril.

En muchas instancias, las petroleras aceptaron estos acuerdos. Pero no se quedaron de brazos cruzados: comenza­ron a invertir en nuevas tecnologías en sus países. En los últi­mos años, esas apuestas comenza­ron a rendir frutos. Avances como la perforación en aguas profundas y la fracturación hidráulica para extraer petróleo de formaciones rocosas de esquisto abrieron paso a reservas a las que antes no se po­día acceder y revirtieron casi tres décadas de caída en la producción de crudo en EE.UU.

El resultado es que las energé­ticas de EE.UU. —y algunas euro­peas— están reduciendo su pre­sencia en otros países. Producir petróleo de esquisto en EE.UU. cuesta 14 veces más que el petró­leo convencional en Medio Orien­te. No obstante, los operadores obtienen la propiedad total de la producción y los proyectos, en contraste con los países de Me­dio Oriente, donde la mayor parte queda en manos del Estado.

La producción de petróleo en EE.UU. ha ido en aumento y la de los países proteccionistas ha de­caído. La producción de crudo descendió más de 20% en Irán en los últimos dos años. La pro­ducción de México bajó 25% el año pasado desde los niveles de 2005, mientras que la de Argelia cayó 12% en el mismo período. Todo esto está llevando a los paí­ses a buscar ayuda occidental para hallar fuentes de petróleo a las que antes no se podía acceder.

Grandes cambios

La mayor reorganización se está produciendo en México, el décimo productor mundial has­ta 2012, según el informe anual de estadísticas de BP PLC. No sólo la producción de México vie­ne cayendo de forma constante, sino que la demanda creciente de electricidad hizo que el país se volviera dependiente del gas na­tural importado y los precios se han disparado.

Nuevas leyes están poniendo fin al monopolio de la estatal Pe­tróleos Mexicanos sobre crudo y gas, y pronto permitirán la parti­cipación de empresas extranjeras por primera vez desde 1938. La liberalización podría duplicar la producción al agregar 2,5 millones de barriles diarios según Citigroup Inc. Además de impulsar el PIB, el nuevo marco podría aliviar la ten­sión sobre el suministro de ener­gía y los costos del combustible.

Chesapeake Energy Corp., To­tal SA y Chevron Corp. han expre­sado interés en México. Total firmó en abril de un pacto de cooperación técnica con Pemex. “Es un paso gigantesco”, señala el presidente ejecutivo de la petrolera francesa, Christophe de Margerie, sobre la apertura de México. “Pero no sabe­mos cómo serán los contratos”.

Los cambios en Irán, el sexto productor mundial hasta 2012, no son tan transformadores, pero in­volucran muchas expectativas polí­ticas. Se espera que en los próximos años, Occidente levante su prohibi­ción a la inversión en campos pe­trolíferos iraníes. Irán evalúa cam­bios en sus estrictas regulaciones con el fin de elevar 43% su capaci­dad de producción. No solo se les dará a las empresas un control sin precedentes sobre los proyectos, sino que los acuerdos durarán en­tre 15 y 20 años, frente a los cinco años de los contratos antiguos.

Hasta el momento, las nuevas políticas no están provocando el tipo de turbulencia registrada en el último siglo. En México, por ejemplo, una huelga masiva dio paso a la nacionalización del pe­tróleo, y el Partido Revolucionario Institucional, que la llevó a cabo, utilizó el proceso como un hito en la historia moderna mexica­na para el resto de su extenso pe­riodo en el poder, que terminó en 2000. Al volver al poder en 2012, el PRI decidió revertir la naciona­lización.

En Irán, donde la estati­zación de los recursos desató un golpe de estado auspiciado por Occidente en 1953, la oposición a prospectos de nuevos contratos no se deja escuchar.

Argelia está ofreciendo menos impuestos y pagos de regalías al gobierno dependiendo de la pro­ducción, gasto y rentabilidad en el campo, lo que hace que sea más atractivo invertir en proyectos más riesgosos. El país espera que la nueva ley le ayude a concretar planes para casi duplicar su pro­ducción petrolera a dos millones de barriles al día y liberar alrede­dor de 27 billones (millones de millones) de metros cúbicos de reservas de gas natural no con­vencionales.

De todos modos, la apertura po­dría enfrentar oposición de buró­cratas que temen la agitación de facciones que se oponen a las me­didas, dice Denis Florin, un director asociado de la consultora de París Lavoisier Conseil.

Todo depende de cómo las pe­troleras respondan. Invertir más en Medio Oriente y en el norte de Áfri­ca representa el retorno a proyec­tos tradicionales, dice Amy Myers Jaffe, directora ejecutiva de energía y sustentabilidad en la Universidad de California. Pero no es seguro que las petroleras regresen a esas zonas. “Hay una preferencia cada vez ma­yor a explorar esquisto en América del Norte, Australia y China. La crisis en Ucrania ha reforzado la tendencia a pensar sobre el riesgo geopolítico como un gran factor”, señala.

El dinero también cuenta. “Las inversiones en crudo y gas de es­quisto en EE.UU. han sido como una máquina de imprimir dinero para las empresas que han tenido mucho éxi­to”, dice Jaffe. “Es poco probable que los países petroleros de Medio Oriente y el norte de África le qui­ten ese capital al auge petrolífero y gasífero de EE.UU.”, indica.