Guwahati, India.
Hace unas semanas, en el remoto distrito de Bikaner, en el estado de Rayastán, el mayor del noreste de India, cuatro jóvenes que almorzaban en el restaurante Karan, al pie de la carretera, decían que estaban listos para un cambio.
Con el auspicio del gobernante Partido del Congreso, ese estado ha puesto en marcha un nuevo programa para ofrecer medicinas gratuitas a sus residentes. A pesar de alabar el proyecto, los hombres dijeron que apoyaban a Narendra Modi y su Partido Bharatiya Janata (PBJ) porque querían un futuro con empleos y crecimiento económico, no más limosnas del gobierno.
El viernes, el Partido del Congreso, que ha gobernado India durante la mayor parte de los últimos 67 años, fue desplazado por Modi, un político carismático de raíces hindúes y una agenda a favor del sector empresarial, quien fue elegido como primer ministro. El PBJ se habría quedado también con más de la mitad de los 545 escaños en la cámara baja del Parlamento, según la Comisión Electoral de India.
El triunfo contundente de Modi marca un importante punto de quiebre en la historia poscolonial de la mayor democracia del mundo. Por décadas, el país ha estado dirigido, salvo breves interrupciones, por los descendientes de Jawaharlal Nehru.
Acusado por sus detractores de dividir India en bandos religiosos después de enfrentamientos fatales en 2002 entre hindúes y musulmanes, Modi terminó uniendo a su país con la promesa de progreso y la visión de una India sólida y preparada para sacar provecho de una oportunidad económica.
Los votantes de diferentes castas y regiones, zonas rurales y urbanas, la clase media y aquellos que quieren pertenecer a la clase media salieron a votar por Modi. “Es un gran cambio. Es el comienzo de una generación post-ideológica, no de centro izquierda”, dice Shekhar Gupta, editor general del periódico Indian Express. “Se trata del ascenso de los indios interesados más en sí mismos. Tienen aspiraciones, y comparten su impaciencia”.
Las tasas de crecimiento económico alcanzaron su punto más bajo en una década en 2013 y han sido decepcionantes este año, un marcado revés del crecimiento sólido de entre 2003 y 2011, que elevó las esperanzas de los indios de que al fin había llegado la hora de su desarrollo. Las acusaciones de corrupción y la incapacidad del partido del Congreso de diseñar un plan para revertir la desaceleración económica han elevado la frustración de la población y alimentado el descontento.
India es más pobre y menos industrializada que sus vecinos del este. Y sus ciudadanos están cada vez más cansados de su retraso. En el país, la mitad de los hogares no tienen baños, muchos no están conectados a la red eléctrica, y es muy difícil asistir a la escuela y obtener buenos trabajos.
Con el liderazgo de Modi, India pasará de depender de programas de subsidio cada vez más extensos para ayudar a los pobres a hacer de la generación de empleos y del crecimiento económico sus principales herramientas de desarrollo. Sin embargo, es poco probable que Modi deshaga sustancialmente los programas de subsidio de los que dependen millones de habitantes para obtener empleo y alimento. Aun así, el principal eje de su gobierno seguramente dejará de fortalecer la red social para incentivar el crecimiento empresarial.
Bajo el Partido del Congreso, algunos de los proyectos industriales más grandes de India se paralizaron. Una planta de acero de US$12.000 millones propuesta por la siderúrgica surcoreana Posco fue aplazada en 2010 después de que habitantes de la zona se opusieran, a pesar de que el proyecto ya había recibido la aprobación de las autoridades medioambientales.
En 2010, a medida que el país luchaba por llenar necesidades de infraestructura, el Ministerio de Acero del país estimó que proyectos del sector valorados en más de US$80.000 millones habían sido pospuestos por problemas de adquisición de tierras y permisos medioambientales.
Por el contrario, el gobierno del estado de Guyarat, bajo Modi, parecía capaz de eliminar la burocracia para permitir que empresas construyeran fábricas y se expandieran. El caso más famoso involucra uno de los mayores conglomerados de India, Tata Group, que adquirió terrenos en Bengala Occidental para construir una fábrica para su nuevo auto ultrabarato Nano.
El gobierno del estado retiró su apoyo a la planta en 2008 por protestas de agricultores. Modi cortejó personalmente a la administración de Tata y persuadió a la empresa de que trasladara el proyecto a Guyarat. La velocidad con que Tata pudo adquirir el terreno y construir la planta allí convirtió al legendario ex presidente ejecutivo de Tata Group, Ratan Tata, en un partidario de Modi.
Los impuestos son otro tema. Vodafone ha estado enfrentada con Nueva Delhi por años por un cobro de impuestos por más de US$2.000 millones. La Corte Suprema de India decidió que la compañía no tenía que pagar, pero el gobierno cambió sus leyes para permitir de manera retroactiva el cobro del impuesto. Otras grandes empresas se encuentran en disputas similares en India, incluidas AT&T, la cervecera SABMiller y Nokia.
El partido de Modi dice que la actitud del gobierno en esas disputas, que dieron pie al término “terrorismo impositivo” durante su campaña electoral, ha contribuido a la imagen del país como un lugar arbitrario y hostil para hacer negocios.
Modi y el equipo de PBJ se definen como pro negocios, pero esto debe ser interpretado en el contexto indio. Los analistas creen que las grandes reformas, como cambiar leyes laborales para permitir que las compañías contraten y despidan más fácilmente o lleven a cabo privatizaciones de gran escala, son poco probables. El PBJ se opone a la inversión extranjera en las grandes cadenas minoristas.
Modi estará bajo una fuerte presión para impulsar la economía y enfrentará la ira de los votantes si no lo logra. Atraer más inversión extranjera, al menos en otros sectores, será una manera de hacerlo. La promesa de Modi de días mejores resonó especialmente con la gente joven. Alrededor de 100 millones de nuevos votantes se registraron por primera vez este año, y muchos de ellos de entre 18 y 24 años, dijo la Comisión Electoral.
Modi hereda un país que ha perdido la paciencia con sus líderes. Queda por ver si él y el PBJ pueden cambiar su propia imagen. Pero claramente están decididos a intentarlo, y tratar de cambiar a India no solo por un ciclo electoral sino por años a futuro.
Hace unas semanas, en el remoto distrito de Bikaner, en el estado de Rayastán, el mayor del noreste de India, cuatro jóvenes que almorzaban en el restaurante Karan, al pie de la carretera, decían que estaban listos para un cambio.
Con el auspicio del gobernante Partido del Congreso, ese estado ha puesto en marcha un nuevo programa para ofrecer medicinas gratuitas a sus residentes. A pesar de alabar el proyecto, los hombres dijeron que apoyaban a Narendra Modi y su Partido Bharatiya Janata (PBJ) porque querían un futuro con empleos y crecimiento económico, no más limosnas del gobierno.
El viernes, el Partido del Congreso, que ha gobernado India durante la mayor parte de los últimos 67 años, fue desplazado por Modi, un político carismático de raíces hindúes y una agenda a favor del sector empresarial, quien fue elegido como primer ministro. El PBJ se habría quedado también con más de la mitad de los 545 escaños en la cámara baja del Parlamento, según la Comisión Electoral de India.
El triunfo contundente de Modi marca un importante punto de quiebre en la historia poscolonial de la mayor democracia del mundo. Por décadas, el país ha estado dirigido, salvo breves interrupciones, por los descendientes de Jawaharlal Nehru.
Acusado por sus detractores de dividir India en bandos religiosos después de enfrentamientos fatales en 2002 entre hindúes y musulmanes, Modi terminó uniendo a su país con la promesa de progreso y la visión de una India sólida y preparada para sacar provecho de una oportunidad económica.
Los votantes de diferentes castas y regiones, zonas rurales y urbanas, la clase media y aquellos que quieren pertenecer a la clase media salieron a votar por Modi. “Es un gran cambio. Es el comienzo de una generación post-ideológica, no de centro izquierda”, dice Shekhar Gupta, editor general del periódico Indian Express. “Se trata del ascenso de los indios interesados más en sí mismos. Tienen aspiraciones, y comparten su impaciencia”.
Las tasas de crecimiento económico alcanzaron su punto más bajo en una década en 2013 y han sido decepcionantes este año, un marcado revés del crecimiento sólido de entre 2003 y 2011, que elevó las esperanzas de los indios de que al fin había llegado la hora de su desarrollo. Las acusaciones de corrupción y la incapacidad del partido del Congreso de diseñar un plan para revertir la desaceleración económica han elevado la frustración de la población y alimentado el descontento.
India es más pobre y menos industrializada que sus vecinos del este. Y sus ciudadanos están cada vez más cansados de su retraso. En el país, la mitad de los hogares no tienen baños, muchos no están conectados a la red eléctrica, y es muy difícil asistir a la escuela y obtener buenos trabajos.
Con el liderazgo de Modi, India pasará de depender de programas de subsidio cada vez más extensos para ayudar a los pobres a hacer de la generación de empleos y del crecimiento económico sus principales herramientas de desarrollo. Sin embargo, es poco probable que Modi deshaga sustancialmente los programas de subsidio de los que dependen millones de habitantes para obtener empleo y alimento. Aun así, el principal eje de su gobierno seguramente dejará de fortalecer la red social para incentivar el crecimiento empresarial.
Bajo el Partido del Congreso, algunos de los proyectos industriales más grandes de India se paralizaron. Una planta de acero de US$12.000 millones propuesta por la siderúrgica surcoreana Posco fue aplazada en 2010 después de que habitantes de la zona se opusieran, a pesar de que el proyecto ya había recibido la aprobación de las autoridades medioambientales.
En 2010, a medida que el país luchaba por llenar necesidades de infraestructura, el Ministerio de Acero del país estimó que proyectos del sector valorados en más de US$80.000 millones habían sido pospuestos por problemas de adquisición de tierras y permisos medioambientales.
Por el contrario, el gobierno del estado de Guyarat, bajo Modi, parecía capaz de eliminar la burocracia para permitir que empresas construyeran fábricas y se expandieran. El caso más famoso involucra uno de los mayores conglomerados de India, Tata Group, que adquirió terrenos en Bengala Occidental para construir una fábrica para su nuevo auto ultrabarato Nano.
El gobierno del estado retiró su apoyo a la planta en 2008 por protestas de agricultores. Modi cortejó personalmente a la administración de Tata y persuadió a la empresa de que trasladara el proyecto a Guyarat. La velocidad con que Tata pudo adquirir el terreno y construir la planta allí convirtió al legendario ex presidente ejecutivo de Tata Group, Ratan Tata, en un partidario de Modi.
Los impuestos son otro tema. Vodafone ha estado enfrentada con Nueva Delhi por años por un cobro de impuestos por más de US$2.000 millones. La Corte Suprema de India decidió que la compañía no tenía que pagar, pero el gobierno cambió sus leyes para permitir de manera retroactiva el cobro del impuesto. Otras grandes empresas se encuentran en disputas similares en India, incluidas AT&T, la cervecera SABMiller y Nokia.
El partido de Modi dice que la actitud del gobierno en esas disputas, que dieron pie al término “terrorismo impositivo” durante su campaña electoral, ha contribuido a la imagen del país como un lugar arbitrario y hostil para hacer negocios.
Modi y el equipo de PBJ se definen como pro negocios, pero esto debe ser interpretado en el contexto indio. Los analistas creen que las grandes reformas, como cambiar leyes laborales para permitir que las compañías contraten y despidan más fácilmente o lleven a cabo privatizaciones de gran escala, son poco probables. El PBJ se opone a la inversión extranjera en las grandes cadenas minoristas.
Modi estará bajo una fuerte presión para impulsar la economía y enfrentará la ira de los votantes si no lo logra. Atraer más inversión extranjera, al menos en otros sectores, será una manera de hacerlo. La promesa de Modi de días mejores resonó especialmente con la gente joven. Alrededor de 100 millones de nuevos votantes se registraron por primera vez este año, y muchos de ellos de entre 18 y 24 años, dijo la Comisión Electoral.
Modi hereda un país que ha perdido la paciencia con sus líderes. Queda por ver si él y el PBJ pueden cambiar su propia imagen. Pero claramente están decididos a intentarlo, y tratar de cambiar a India no solo por un ciclo electoral sino por años a futuro.