Nueva York, Estados Unidos.
La decisión del viernes de los bancos centrales de dos de las mayores economías del mundo de apuntalar el crecimiento global fue bien recibida en los mercados, pero plantea interrogantes sobre las limitaciones de una estrategia que usa la política monetaria con el fin de abordar los problemas económicos.
El Banco Popular de China redujo sorpresivamente las tasas de referencia para créditos y depósitos, sus primeros recortes desde 2012. Por su parte, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, dijo que la entidad podría adoptar medidas para elevar la inflación, que en la actualidad es casi nula, en lo que constituye la señal más clara de que el BCE está más cerca de comprar una variedad más amplia de bonos de la zona euro.
Los anuncios se produjeron menos de dos semanas después de que el Banco de Japón indicara que acelerará su programa de compra de valores en medio de la recesión de la economía, una política conocida como relajamiento cuantitativo, QE, por sus siglas en inglés.
Los anuncios del viernes impulsaron los mercados de acciones globales y el dólar, así como los precios del crudo.
Aunque las medidas de relajación cuantitativa en Europa y Asia son buenas para los inversionistas, acarrean varios riesgos.
Podrían perpetuar o crear burbujas de activos o avivar demasiado la inflación si se llevan al extremo. Igualmente, no son una solución para los problemas estructurales con los que tienen que lidiar los estrategas económicos en cada país.
Las noticias, en particular las provenientes de Europa, representan un sutil espaldarazo a la estrategia de crédito fácil seguida por la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos, para combatir la crisis de 2008. La propia Fed, no obstante, puso fin el mes pasado a las compras de bonos después de seis años y evalúa el mejor momento para empezar a subir las tasas de interés ante el fortalecimiento de la economía. En todo caso, las alzas de tasas no ocurrirían antes de varios meses, como mínimo.
La debilidad de la economía global deja a EE.UU. en una disyuntiva. Si la Fed abandona sus políticas de crédito fácil en momentos en que los bancos centrales de otras economías desarrolladas refuerzan sus medidas de estímulo, se puede disparar la cotización del dólar, lo que encarecerá las exportaciones estadounidenses. También podría ejercer una presión bajista sobre la inflación y los precios de las materias primas, que a menudo están denominados en dólares.
Eswar Prasad, profesor de la Universidad de Cornell y ex economista del Fondo Monetario Internacional, estima que estos acontecimientos entorpecerán los esfuerzos de la Fed de subir las tasas de interés.
Las medidas también son un indicio de la creciente desesperación de los estrategas de los países desarrollados ante la pérdida de dinamismo de sus economías, en particular cuando la debilidad de la demanda deja a la inflación en niveles considerados como alarmantemente bajos. “No podemos ser complacientes”, aseguró Draghi en Fráncfort. “Hemos estado muy atentos a que la baja inflación no empiece a repercutir en la economía de una manera que siga deteriorando la situación económica y las perspectivas de inflación”. El mes pasado, la inflación anual de la zona euro llegó a 0,4%, muy por debajo de la meta del BCE de 2%.
Las palabras de Draghi aumentaron las expectativas de que el BCE compre pronto grandes cantidades de deuda de la zona euro, de empresas o soberana. El objetivo es mantener bajas las tasas de interés a largo plazo e incentivar la compra de activos de mayor riesgo como forma de estimular el crédito, la inversión y el gasto. Pero la práctica es todo un desafío en Europa, donde la capacidad del BCE para adquirir deuda soberana es limitada.
Europa y Japón afrontan problemas parecidos: un crecimiento nulo o negativo que deja a la inflación muy por debajo de la meta de 2%. China también registra una caída en los precios al consumidor y deflación en su sector industrial.
La Fed realizó un experimento de un quinquenio con el relajamiento cuantitativo. Redujo las tasas de interés de corto plazo a casi cero en diciembre de 2008 y prometió mantenerlas ahí durante un lapso prolongado. Luego lanzó varias rondas de compras de bonos que dispararon su balance, es decir su portafolio de valores, préstamos y otros activos, de menos de US$900.000 millones a más de US$4 billones.
El experimento no causó hiperinflación ni obvias burbujas de activos, como los detractores previeron. Hoy, la economía estadounidense goza de una mejor salud que la de Europa o Japón, lo que sugiere que las políticas de QE contribuyeron a apuntalar el crecimiento, aunque su aporte sigue siendo materia de acalorado debate.
Algunos observadores dudan que las políticas de crédito fácil den resultado en Europa o Japón.
“Los bancos centrales han llegado al límite de su capacidad”, afirma Liaquat Ahamed, autor del libro Los señores de las finanzas que documentó los errores cometidos por los bancos centrales antes y durante la Gran Depresión mundial de los años 30.
Japón, agrega, tiene una economía interna ineficiente y el sistema bancario europeo es frágil. Inyectar dinero en estas economías no resolverá tales problemas, asevera.
China es un caso aparte. Las tasas de interés son más altas en el país asiático y, por ende, el banco central tiene un mayor margen de maniobra para fomentar el crédito y el gasto. El gobernador del Banco Popular de China, Zhou Xiaochuan, se había resistido a los llamados de los inversionistas, las empresas y el propio gobierno para recortar las tasas.
El viernes, sin embargo, la entidad redujo en 0,4 puntos porcentuales la tasa de préstamos a un año para dejarla en 5,6%. También disminuyó en un cuarto de punto porcentual la tasa de depósitos a un año a 2,75%.
La decisión del viernes de los bancos centrales de dos de las mayores economías del mundo de apuntalar el crecimiento global fue bien recibida en los mercados, pero plantea interrogantes sobre las limitaciones de una estrategia que usa la política monetaria con el fin de abordar los problemas económicos.
El Banco Popular de China redujo sorpresivamente las tasas de referencia para créditos y depósitos, sus primeros recortes desde 2012. Por su parte, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, dijo que la entidad podría adoptar medidas para elevar la inflación, que en la actualidad es casi nula, en lo que constituye la señal más clara de que el BCE está más cerca de comprar una variedad más amplia de bonos de la zona euro.
Los anuncios se produjeron menos de dos semanas después de que el Banco de Japón indicara que acelerará su programa de compra de valores en medio de la recesión de la economía, una política conocida como relajamiento cuantitativo, QE, por sus siglas en inglés.
Los anuncios del viernes impulsaron los mercados de acciones globales y el dólar, así como los precios del crudo.
Aunque las medidas de relajación cuantitativa en Europa y Asia son buenas para los inversionistas, acarrean varios riesgos.
Podrían perpetuar o crear burbujas de activos o avivar demasiado la inflación si se llevan al extremo. Igualmente, no son una solución para los problemas estructurales con los que tienen que lidiar los estrategas económicos en cada país.
Las noticias, en particular las provenientes de Europa, representan un sutil espaldarazo a la estrategia de crédito fácil seguida por la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos, para combatir la crisis de 2008. La propia Fed, no obstante, puso fin el mes pasado a las compras de bonos después de seis años y evalúa el mejor momento para empezar a subir las tasas de interés ante el fortalecimiento de la economía. En todo caso, las alzas de tasas no ocurrirían antes de varios meses, como mínimo.
La debilidad de la economía global deja a EE.UU. en una disyuntiva. Si la Fed abandona sus políticas de crédito fácil en momentos en que los bancos centrales de otras economías desarrolladas refuerzan sus medidas de estímulo, se puede disparar la cotización del dólar, lo que encarecerá las exportaciones estadounidenses. También podría ejercer una presión bajista sobre la inflación y los precios de las materias primas, que a menudo están denominados en dólares.
Eswar Prasad, profesor de la Universidad de Cornell y ex economista del Fondo Monetario Internacional, estima que estos acontecimientos entorpecerán los esfuerzos de la Fed de subir las tasas de interés.
Las medidas también son un indicio de la creciente desesperación de los estrategas de los países desarrollados ante la pérdida de dinamismo de sus economías, en particular cuando la debilidad de la demanda deja a la inflación en niveles considerados como alarmantemente bajos. “No podemos ser complacientes”, aseguró Draghi en Fráncfort. “Hemos estado muy atentos a que la baja inflación no empiece a repercutir en la economía de una manera que siga deteriorando la situación económica y las perspectivas de inflación”. El mes pasado, la inflación anual de la zona euro llegó a 0,4%, muy por debajo de la meta del BCE de 2%.
Las palabras de Draghi aumentaron las expectativas de que el BCE compre pronto grandes cantidades de deuda de la zona euro, de empresas o soberana. El objetivo es mantener bajas las tasas de interés a largo plazo e incentivar la compra de activos de mayor riesgo como forma de estimular el crédito, la inversión y el gasto. Pero la práctica es todo un desafío en Europa, donde la capacidad del BCE para adquirir deuda soberana es limitada.
Europa y Japón afrontan problemas parecidos: un crecimiento nulo o negativo que deja a la inflación muy por debajo de la meta de 2%. China también registra una caída en los precios al consumidor y deflación en su sector industrial.
La Fed realizó un experimento de un quinquenio con el relajamiento cuantitativo. Redujo las tasas de interés de corto plazo a casi cero en diciembre de 2008 y prometió mantenerlas ahí durante un lapso prolongado. Luego lanzó varias rondas de compras de bonos que dispararon su balance, es decir su portafolio de valores, préstamos y otros activos, de menos de US$900.000 millones a más de US$4 billones.
El experimento no causó hiperinflación ni obvias burbujas de activos, como los detractores previeron. Hoy, la economía estadounidense goza de una mejor salud que la de Europa o Japón, lo que sugiere que las políticas de QE contribuyeron a apuntalar el crecimiento, aunque su aporte sigue siendo materia de acalorado debate.
Algunos observadores dudan que las políticas de crédito fácil den resultado en Europa o Japón.
“Los bancos centrales han llegado al límite de su capacidad”, afirma Liaquat Ahamed, autor del libro Los señores de las finanzas que documentó los errores cometidos por los bancos centrales antes y durante la Gran Depresión mundial de los años 30.
Japón, agrega, tiene una economía interna ineficiente y el sistema bancario europeo es frágil. Inyectar dinero en estas economías no resolverá tales problemas, asevera.
China es un caso aparte. Las tasas de interés son más altas en el país asiático y, por ende, el banco central tiene un mayor margen de maniobra para fomentar el crédito y el gasto. El gobernador del Banco Popular de China, Zhou Xiaochuan, se había resistido a los llamados de los inversionistas, las empresas y el propio gobierno para recortar las tasas.
El viernes, sin embargo, la entidad redujo en 0,4 puntos porcentuales la tasa de préstamos a un año para dejarla en 5,6%. También disminuyó en un cuarto de punto porcentual la tasa de depósitos a un año a 2,75%.