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El banco central es un tema de la campaña electoral en Brasil

  • 16 septiembre 2014 /

Ante la impotencia del banco central para contener la inflación, las principales candidatas presidenciales se han expresado abiertamente sobre quién debería controlar la institución.

Brasília, Brasil.

La independencia del banco central no es un tema en el que la mayoría de los políticos pierdan mucha saliva, pero en medio de una reñida contienda presiden­cial, es algo que los electores brasileños no dejan de escuchar.

Ante la impotencia del banco central para contener la inflación, las principales candidatas presidenciales se han expresado abiertamente sobre quién debería controlar la institución.

El organismo forma parte del Ministe­rio de Hacienda, pero tiene un estatus espe­cial y es bastante autónomo. Su presidente, Alexandre Tombini, tiene el cargo de minis­tro y se reporta directamente a la presiden­ta, Dilma Rousseff. Tanto Tombini como los gobernadores de la institución dependen de la confianza de la mandataria y no tienen pe­ríodos fijos de gestión.

Rousseff defiende esta relación como ne­cesaria para mantener a la entidad enfocada en políticas que beneficien a todos los brasi­leños, no solamente a los inversionistas y el sector financiero.

No obstante, en momentos en que la infla­ción ronda 6,5% y el bolsillo de los brasileños se encoge, la principal rival de Rousseff, Ma­rina Silva, del Partido Socialista Brasileño, se ha mostrado partidaria de un banco cen­tral independiente similar a los de Estados Unidos, Europa y algunos países de América Latina.

Silva, quien lidera las encuestas más re­cientes, quiere que los ocho gobernadores de la institución se desempeñen durante perío­dos fijos y restringir la capacidad del poder ejecutivo para despedir a su presidente. El objetivo, explican sus asesores, es permitir que el banco central pueda elevar su tasa de interés de referencia, conocida como Selic, todo lo que sea necesario para combatir la inflación sin interferencias políticas.

El asunto, técnico y aburrido para la ma­yoría, ha dado pie a un debate sorprenden­temente acalorado, en el que las candidatas se acusan mutuamente de rendirse a los in­tereses creados.

El equipo de Silva dice que el banco cen­tral no ha combatido la inflación de manera suficientemente enérgica porque está pre­ocupado de que nuevas alzas en la tasa de referencia perjudiquen el crecimiento y el empleo en un año electoral. El banco cen­tral elevó la tasa Selic en 3,75% entre abril de 2013 y abril de 2014, y la ha mantenido en 11% desde entonces.

La campaña de Silva también ha arreme­tido contra el banco central por intervenir regularmente en los mercados de divisas con el objetivo, dicen, de fortalecer el real fren­te al dólar. Consideran que se trata de una maniobra muy arriesgada para combatir la inflación que podría conducir a una extensa y brusca devaluación de la moneda brasileña una vez que la intervención llegue a su fin.

“La política monetaria no se puede ba­sar en caprichos y cambios de ánimo polí­ticos”, dijo el lunes Mauricio Rands, uno de los principales asesores de Silva, durante un foro público.

El gobierno de Rousseff niega que inter­venga en las decisiones del banco central. Ella y sus partidarios han contraatacado con anuncios en televisión advirtiendo que un banco central independiente podría con­vertirse en una herramienta del sector fi­nanciero.

La publicidad muestra alimentos que des­aparecen de la mesa de los brasileños comu­nes y corrientes mientras un grupo de ban­queros sentados en una sala oscura traman un alza de las tasas de interés. Una voz en off dice que la autonomía del banco central, como la propone Silva, significará darles a los banqueros “un gran poder de decisión sobre su vida y la de su familia; los intereses que paga, su trabajo y hasta su salario”.

El debate ha tocado una fibra en algunos votantes en un país donde las tormentas eco­nómicas usualmente elevan a los titulares te­mas técnicos y esotéricos.

Ricardo Fernandes, un joven de 25 años, trabaja estacionando vehículos a apenas un par de cuadras de la imponente sede del ban­co central en Brasília. Aunque no sabe expli­car exactamente cómo un banco central in­dependiente afectaría su vida, dice que los reportajes televisivos lo han convencido de que es una buena idea. “Apoyo la autonomía del banco central”, afirma. “Creo que es más probable que Marina le dé autonomía al ban­co central”.

André de Almeida, un residente de Bra­sília, cuenta que también ha seguido la co­bertura del tema en la televisión, pero que apoya lo contrario. El estudiante de admi­nistración de empresas se opone a la auto­nomía del banco central porque “los bancos privados tendrían demasiada influencia so­bre éste, y los bancos habitualmente prefie­ren tasas de interés más altas”. Almeida, de 28 años, no quiso revelar por quién votará, pero insistió en que la autonomía del banco central no influirá en su decisión.

Silva y otros partidarios de un banco cen­tral totalmente independiente dicen que el actual sistema hace que la entidad sea vul­nerable a la influencia política.

Gustavo Franco, ex presidente del banco central, le dijo algo similar a The Wall Street Journal hace unos años. En una entrevista en Nueva York, afirmó que fue retirado de su car­go en 1999 por el entonces presidente Fernan­do Henrique Cardoso bajo presión política.

En ese entonces, el real era blanco de los especuladores y Cardoso quería adoptar un tipo de cambio libre para repelerlos. Franco dijo que se opuso a esa medida porque vincu­lar el real con el dólar había sido un pilar del plan del gobierno para combatir la hiperinfla­ción de principios de esa década. Un vocero de Cardoso no quiso comentar.

Rousseff sostiene que su gobierno no inter­fiere en las decisiones del banco central sobre las tasas y que la autonomía de facto que ella le otorga a la institución es suficiente.

En un reciente encuentro con periodis­tas, Rousseff manifestó que la independen­cia equivale a convertir el banco central en un “cuarto poder”. Aseguró que la entidad no prioriza la creación de empleos, por lo que la independencia “en realidad retira comida” de la mesa de los trabajadores.