Nueva York, Estados Unidos.
Cada cuatro años, a finales de marzo, un librito cambia la vida y hábitos de millones de personas en todo el mundo. Los niños abandonan sus juegos de siempre, hombres de negocios cambian sus agendas para encontrarse con extraños en las calles y familias enteras caminan de parque en parque en busca de otros como ellos.
En cada caso, su meta es la misma: llenar sus álbumes del Mundial.Para los fanáticos del fútbol, el álbum de la Copa del Mundo de Panini es una obsesión que marca el comienzo del torneo. Conseguir las 640 láminas —que incluyen a los jugadores de los 32 países participantes, más la foto del equipo, el logo de la federación y las fotos de los estadios— se ha convertido en una tradición que trasciende clase, género y edad.
“Forma parte de la experiencia del Mundial”, dice Leonardo Gómez, un analista de operaciones brasileño de Tree Capital LLC en Manhattan, quien a sus 25 años ha llenado todos los álbumes de Panini desde 1994.
Panini Group, una casa editorial italiana que publica cómics, tarjetas coleccionables y revistas para niños, vende el álbum en más de 100 países, pero no revela sus cifras de ventas.
Sin embargo, la compañía imprimió millones de álbumes y miles de millones de figuritas para esta edición, según Mark Warsop, presidente ejecutivo de Panini America, la división estadounidense de la empresa italiana. Brasil, la sede el Mundial de este año, es el mercado más grande de Panini, seguido de Alemania y el resto de Latinoamérica.
Conseguir todas las figuritas es todo un deporte. Los precios tanto del álbum como de los sobres con cinco figuritas varían de país en país, pero promedian US$2 por el álbum y US$1 por cada sobre. Las láminas repetidas se acumulan rápidamente, alimentando un floreciente mercado de intercambio.
En una reciente visita a la ciudad de Bello, en el centro de Colombia, el presidente Juan Manuel Santos hizo un alto en el camino en su campaña de reelección para intercambiar dos monas (como se las conoce en Colombia) con el dueño de un puesto callejero de intercambio y venta de figuritas de Panini.
Entre tanto, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, dijo que estaba ayudando a su nieto de 3 años a completar el álbum.
A finales del mes pasado, Andrés Páez, un legislador de la oposición en la Asamblea Nacional de Ecuador recurrió a Twitter para invitar a sus seguidores a un encuentro urgente… en un puesto de Panini. Poco después, tuiteó: “De casualidad alguien tiene el cromo 459 (Irán) del álbum del mundial?”
El álbum genera tanto fervor en algunos países que se convierte en tema de conversación por semanas. Su lanzamiento oficial es registrado en los medios tradicionales y sitios web como Pulzo, un sitio colombiano similar a The Huffington Post, el cual publicó un análisis estadístico de cuáles cromos son los más difíciles de conseguir.
En un domingo reciente en el Parque Rivadavia en Buenos Aires, cientos de familias y algunos hombres solos se reunieron en una “cambiatón” para intercambiar sus láminas. Algunos llegaron con pilas de figuritas y elaborados listados de cuáles necesitaban. “¿Quiere cambiar?” es la única presentación necesaria para comenzar el intercambio.
Piers Neal, un asesor financiero inglés que vive en Argentina, tiene la fiebre del álbum. Luego de un partido de fútbol con amigos, intercambió cromos con padres y sus hijos, aunque no tuvo mucho éxito. “Él no sabe cómo cambiar”, lamentó uno de los niños.
“Por supuesto, todos sabemos que es sólo una excusa para que los adultos vuelvan a ser niños”, dijo Neal. La mitad de la diversión está en “regatear, sobornar, suplicar y negociar seriamente para intercambiar sus repetidas”.
Panini dice que, a diferencia de las tarjetas de colección, imprime todas las láminas en las mismas cantidades. Pero inevitablemente, algunas se vuelven más difíciles de conseguir. Esto se debe, según Warsop, a que la gente tiende a guardar las figuritas que consideran especiales y es reacia a cambiarlas, lo cual crea la ilusión de escasez en el mercado. Este año, una de las láminas en mayor demanda es la de la superestrella argentina Lionel Messi.
Silvio Astier, un comerciante de 36 años en Buenos Aires, hace su agosto vendiendo figuritas en una pequeña tienda de papelería en el tranquilo barrio de Caballito. En un día reciente, un cliente leía los números de las figuritas que le hacían falta mientras Astier las sacaba.
Él ofrece las figuritas de jugadores por tres veces el precio de los sobres cerrados, que en Argentina es de un peso, mientras que las superestrellas globales cuestan hasta 10 veces más.
Ahora, la fiebre se está propagando a EE.UU., gracias a una combinación de expatriados nostálgicos y jóvenes fanáticos del fútbol. Según Panini, hay 75.000 puntos de venta del álbum en EE.UU., incluyendo los locales de Wal-Mart, Walgreens, Modell’s y Target.
Cada cuatro años, a finales de marzo, un librito cambia la vida y hábitos de millones de personas en todo el mundo. Los niños abandonan sus juegos de siempre, hombres de negocios cambian sus agendas para encontrarse con extraños en las calles y familias enteras caminan de parque en parque en busca de otros como ellos.
En cada caso, su meta es la misma: llenar sus álbumes del Mundial.Para los fanáticos del fútbol, el álbum de la Copa del Mundo de Panini es una obsesión que marca el comienzo del torneo. Conseguir las 640 láminas —que incluyen a los jugadores de los 32 países participantes, más la foto del equipo, el logo de la federación y las fotos de los estadios— se ha convertido en una tradición que trasciende clase, género y edad.
“Forma parte de la experiencia del Mundial”, dice Leonardo Gómez, un analista de operaciones brasileño de Tree Capital LLC en Manhattan, quien a sus 25 años ha llenado todos los álbumes de Panini desde 1994.
Panini Group, una casa editorial italiana que publica cómics, tarjetas coleccionables y revistas para niños, vende el álbum en más de 100 países, pero no revela sus cifras de ventas.
Sin embargo, la compañía imprimió millones de álbumes y miles de millones de figuritas para esta edición, según Mark Warsop, presidente ejecutivo de Panini America, la división estadounidense de la empresa italiana. Brasil, la sede el Mundial de este año, es el mercado más grande de Panini, seguido de Alemania y el resto de Latinoamérica.
Conseguir todas las figuritas es todo un deporte. Los precios tanto del álbum como de los sobres con cinco figuritas varían de país en país, pero promedian US$2 por el álbum y US$1 por cada sobre. Las láminas repetidas se acumulan rápidamente, alimentando un floreciente mercado de intercambio.
En una reciente visita a la ciudad de Bello, en el centro de Colombia, el presidente Juan Manuel Santos hizo un alto en el camino en su campaña de reelección para intercambiar dos monas (como se las conoce en Colombia) con el dueño de un puesto callejero de intercambio y venta de figuritas de Panini.
Entre tanto, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, dijo que estaba ayudando a su nieto de 3 años a completar el álbum.
A finales del mes pasado, Andrés Páez, un legislador de la oposición en la Asamblea Nacional de Ecuador recurrió a Twitter para invitar a sus seguidores a un encuentro urgente… en un puesto de Panini. Poco después, tuiteó: “De casualidad alguien tiene el cromo 459 (Irán) del álbum del mundial?”
El álbum genera tanto fervor en algunos países que se convierte en tema de conversación por semanas. Su lanzamiento oficial es registrado en los medios tradicionales y sitios web como Pulzo, un sitio colombiano similar a The Huffington Post, el cual publicó un análisis estadístico de cuáles cromos son los más difíciles de conseguir.
En un domingo reciente en el Parque Rivadavia en Buenos Aires, cientos de familias y algunos hombres solos se reunieron en una “cambiatón” para intercambiar sus láminas. Algunos llegaron con pilas de figuritas y elaborados listados de cuáles necesitaban. “¿Quiere cambiar?” es la única presentación necesaria para comenzar el intercambio.
Piers Neal, un asesor financiero inglés que vive en Argentina, tiene la fiebre del álbum. Luego de un partido de fútbol con amigos, intercambió cromos con padres y sus hijos, aunque no tuvo mucho éxito. “Él no sabe cómo cambiar”, lamentó uno de los niños.
“Por supuesto, todos sabemos que es sólo una excusa para que los adultos vuelvan a ser niños”, dijo Neal. La mitad de la diversión está en “regatear, sobornar, suplicar y negociar seriamente para intercambiar sus repetidas”.
Panini dice que, a diferencia de las tarjetas de colección, imprime todas las láminas en las mismas cantidades. Pero inevitablemente, algunas se vuelven más difíciles de conseguir. Esto se debe, según Warsop, a que la gente tiende a guardar las figuritas que consideran especiales y es reacia a cambiarlas, lo cual crea la ilusión de escasez en el mercado. Este año, una de las láminas en mayor demanda es la de la superestrella argentina Lionel Messi.
Silvio Astier, un comerciante de 36 años en Buenos Aires, hace su agosto vendiendo figuritas en una pequeña tienda de papelería en el tranquilo barrio de Caballito. En un día reciente, un cliente leía los números de las figuritas que le hacían falta mientras Astier las sacaba.
Él ofrece las figuritas de jugadores por tres veces el precio de los sobres cerrados, que en Argentina es de un peso, mientras que las superestrellas globales cuestan hasta 10 veces más.
Ahora, la fiebre se está propagando a EE.UU., gracias a una combinación de expatriados nostálgicos y jóvenes fanáticos del fútbol. Según Panini, hay 75.000 puntos de venta del álbum en EE.UU., incluyendo los locales de Wal-Mart, Walgreens, Modell’s y Target.