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Estudio del BID: el dinero no compra la felicidad

  • Actualizado: 17 enero 2009 /

La región centroamericana creció en 2008 un 8% más en relación al 2007, según estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, BID.

    Pese a que la región centroamericana creció en 2008 un 8% más en relación al 2007, un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, reveló que los ciudadanos de los países centroamericanos, aunque han experimentado un crecimiento económico acelerado en los últimos años, se encuentran menos satisfechos con sus vida que los ciudadanos que viven en otras latitudes con tasas más bajas de crecimiento.

    El informe, que es la última edición de la serie Desarrollo en las Américas, puso en evidencia que los niveles de satisfacción en Trinidad y Tobago, Chile, Perú y Ecuador -países con mayor tasa de crecimiento en la región en los últimos años- son inferiores a los de países como Guyana, El Salvador, Paraguay y Guatemala, que demostraron poco o ningún crecimiento.

    Comparación Global

    Según el informe, titulado año: 'Calidad de vida: más allá de los hechos', señala que las percepciones de las personas en la región sobre educación y el empleo pueden diferir de la realidad. La encuesta demostró, por ejemplo, que la mayoría de las personas en América Latina y el Caribe están satisfechas con la educación pública, pese a que los estudiantes obtienen bajo rendimiento en las pruebas internacionales.

    Este estudio indicó que los ingresos también es otro factor que afecta la satisfacción de las personas con sus vidas en sus respectivos países. Sin embargo, es importante tener en cuenta que, tanto en materia de crecimiento económico como de ingreso per cápita, América Latina y el Caribe conforman una región muy heterogénea. En la década actual, Trinidad y Tobago, el país más rico de la región, ha sido también el de mayor crecimiento, con tasas comparables solamente a las de China o India. En lo que a nivel de ingreso se refiere le sigue Chile, cuyo desempeño reciente ha sido menos destacado que en las décadas anteriores, aunque sigue siendo respetable para los estándares de la región. México, que sigue en la lista por su nivel de ingreso, ha tenido un crecimiento mucho más modesto. Resulta preocupante que los países de peor crecimiento de la región sean varios de los más pobres, como Haití, Guatemala y Paraguay, donde los ingresos per cápita se asemejan a los promedios de las regiones más pobres del mundo.

    Si los países del mundo se clasificaran en dos grupos según su nivel de ingreso per cápita, la mayoría de los países latinoamericanos quedarían entre la mitad correspondiente a países del mundo con ingresos altos. Las únicas excepciones serían, en orden descendente de ingreso, Guatemala, Paraguay, Bolivia, Guyana, Honduras, Nicaragua y Haití.

    Pero si el mundo se partiera en dos según las tasas de crecimiento per cápita de los países, la mayoría de los latinoamericanos quedaría en el grupo de los países de crecimiento lento. Sólo permanecerían en el grupo de rápido crecimiento Trinidad y Tobago, Ecuador, Perú, Chile, Panamá, República Dominicana y Costa Rica. Incluso, algunos de estos países serían sólo miembros temporales del club de alto crecimiento.

    La compleja relación entre el ingreso y la satisfacción plantea múltiples conflictos de política: ¿Es deseable el crecimiento económico aunque deteriore –al menos temporalmente– la satisfacción y aumente la pobreza subjetiva? ¿Es justificable que quienes carecen de aspiraciones sean mantenidos en la ignorancia para evitar así que caiga su satisfacción? ¿Deben concentrarse los esfuerzos por mejorar la calidad de vida en quienes son pobres según criterios objetivos, o en quienes se consideran pobres desde su propio ángulo subjetivo? Puesto que en un sistema democrático las decisiones de política son el resultado de pugnas y negociaciones entre grupos con intereses y visiones diferentes, las respuestas a estas preguntas deberían ser el resultado de un debate público sobre la conflictiva relación entre el ingreso y la satisfacción.

    El PIB no es medidor de bienestar

    La idea de crear un sistema de cuentas del ingreso y del producto nacional surgió a raíz de la Gran Depresión de los años treinta para hacer un seguimiento del nivel de la actividad productiva.

    Desde su origen, el producto interno bruto, PIB fue concebido como una medida de la actividad productiva, o más exactamente del valor de mercado de la producción de bienes y servicios.

    Puesto que su objetivo no es medir el bienestar, no incluye bienes como el ocio o los servicios que las personas prestan en sus propios hogares. En cambio, sí incluye todo aquello que sea producido a través del mercado, contribuya o no al bienestar.

    Como el PIB considera solamente los flujos de producción e ingreso, y no los cambios en los stocks de recursos, incluye la producción de petróleo, pero no descuenta la reducción de la reserva petrolera. Tampoco toma en cuenta otras formas de desgaste de los recursos naturales u otras pérdidas de recursos. La calidad de la salud o de la educación, las condiciones de seguridad personal o la estabilidad política son dimensiones importantes de la calidad de vida que no pueden ser captadas en las cuentas nacionales.