Nueva York, Estados Unidos.
Felix Kjellberg no hace bien su papel de megaestrella. El aparentemente modesto sueco evita las luces, no tiene un séquito detrás de él y le incomoda el éxito.
Pero déjelo delante de una cámara y Kjellberg se transforma en PewDiePie, de lejos la figura que más atención genera en YouTube. El personaje tiene una base de 27 millones de suscriptores gracias al método muy poco ortodoxo de jugar videojuegos y juegos móviles.
Sus videos no son reseñas tradicionales de juegos. “Pewds”, como lo conocen, simplemente juega y deja que la audiencia, en su mayoría compuesta de adolescentes, sea testigo de su experiencia y escuche sus opiniones combinadas con comportamientos algo extraños. Pewds se contornea, grita, canta y lanza improperios para transmitir sus emociones.
Kjellberg, de 24 años, creó PewDiePie hace cinco años. Desde entonces, ha transformado su personaje en una marca que registra el equivalente a US$4 millones en ventas de publicidad al año, la mayor parte ganancia pura.
PewDiePie firmó en diciembre de 2012 un contrato con Maker Studios, una productora de contenido en línea que se queda con una proporción de las ventas publicitarias. Maker Studios —para la que PewDiePie es su personalidad más importante— fue comprada este año por Walt Disney Co. en un acuerdo que podría alcanzar los US$1.000 millones, dependiendo del cumplimiento de ciertas metas de desempeño.
Su base de seguidores es tan grande que hasta los juegos que critica obtienen la tan codiciada publicidad.
Este año, Pewds hizo un video titulado Flappy Bird—Don’t Play This Game, en el que, desesperado, arremetía contra la entonces desconocida aplicación móvil que intentaba conquistar. No pasó mucho tiempo para que millones de personas descargaran el juego, lo que ayudó a catapultar Flappy Bird y a su desarrollador vietnamita del anonimato a un fenómeno global.
Sin proponérselo, Kjellberg también está ayudando a dar forma a la industria, a medida que los desarrolladores crean juegos que no son solo divertidos para quien los juega, sino que también para el que mira a otro jugarlos en YouTube.
“Es divertido tener este tipo de influencia, pero al mismo tiempo también asusta”, reconoce Kjellberg, quien raramente concede entrevistas. A menudo rechaza los pedidos de la prensa, citando su agenda apretada que incluye múltiples videos al día de él mismo jugando juegos desconocidos desde su apartamento en el sur de Londres.
Aunque su base de suscriptores le otorga un alcance sin paralelos en YouTube, de propiedad de Google Inc., su éxito es un reflejo del buen momento que atraviesa la tendencia de ver a otras personas jugar videojuegos.
Uno de sus compañeros es Jordan Maron, un estadounidense de 22 años conocido como Captain Sparklez que ha atraído 7,5 millones de suscriptores con videos relacionados al popular juego Minecraft, de Mojang.
La calidad de la producción no es su punto fuerte. El proceso de creación de Kjellberg es rápido, descuidado y casi siempre unipersonal.
“A diferencia de muchos shows producidos profesionalmente, creo que he establecido un contacto mucho más cercano con mis espectadores, rompiendo la barrera entre el espectador y lo que está detrás de la pantalla”, dice. “Lo que yo y otros YouTuberos podemos hacer es algo muy distinto, es casi como pasar el rato viendo a tu amigo jugar. Mis seguidores tienen otra sensibilidad acerca de lo que les gusta”.
YouTube está jugando un papel más integral en la experiencia de los jugadores. La semana pasada, Sony Corp. anunció una actualización de la PlayStation 4 que integra el servicio de video en línea a la consola para que los usuarios puedan compartir videos de sus juegos fácilmente.
La carrera de Kjellberg se disparó cuando aún era un estudiante universitario en Suecia. Asistió a algunas clases, pasando la mayor parte de su tiempo en casa jugando videojuegos y subiendo los videos a YouTube. Después de abandonar los estudios, empezó a vender hot dogs. Para elevar el número de vistas en su canal aquellos primeros días, presionaba la tecla F5 una y otra vez en su teclado para refrescar el navegador.
En cuanto al nombre PewDiePie, dice que su cuenta original en YouTube era PewDie —el “pew” es para invocar el sonido de una pistola láser y “die” de muerte, en inglés—, pero se le olvidó su clave y tuvo que crear una nueva cuenta bajo un nuevo nombre, así que le añadió el “Pie”.
Con el crecimiento, sin embargo, llega un nivel de atención que incomoda a Kjellberg. “Soy tan importante en YouTube hoy en día que eso me coloca en el foco de la atención y genera muchas preguntas como: ‘¿Por qué es tan popular?’”, reflexiona. “Preferiría tener como unos cinco millones de suscriptores”.
Kevin Lin, el director operativo de Twitch TV, una comunidad en línea de San Francisco para usuarios de videojuegos que hace streaming en vivo de competencias, dice que “la personalidad fuerte y el personaje único” de PewDiePie lo ha ayudado a alcanzar un nivel de éxito que es difícil de conseguir en los medios de comunicación tradicionales.
La capacidad de PewDiePie de atraer espectadores es valiosa para los desarrolladores de videojuegos, explica Anton Westbergh, presidente ejecutivo de la sueca Coffee Stain Studios AB. Coffee Stain desarrolló “Goat Simulator”, un juego ampliamente popular y rentable, pero precario. Westbergh lo describe, en broma, como “el juego más tonto del mundo”. Pero la disposición de PewDiePie a hacer videos sobre Goat Simulator legitimó su existencia.
“El que alguien como PewDiePie use nuestro juego ha sido una publicidad enorme”, afirma Westbergh. “Y no hemos tenido que pagar nada”.
El lenguaje soez de PewDiePie y sus comportamientos ridículos pueden ser confusos u ofensivos para quien lo ve por primera vez. “Simplemente me dejo llevar y me divierto”, dice Kjellberg.
Jens Orjeheim, de 44 años, tiene un hijo de 11 que es fanático de PewDiePie, pero él no le encuentra ninguna gracia. “Creo que hay cosas en la sociedad que pueden contribuir a un desarrollo positivo”, observa. “PewDiePie no es una de ellas”.
Orjeheim critica el hecho de que Kjellberg gane dinero al incentivar a los niños a pasar más tiempo frente a una pantalla y elevar la importancia de los videojuegos.
No obstante, Vigor Sörman, fundador de una red de YouTuberos en Suecia, explica que “PewDiePie es como un amigo simpático que tienes y suscribirte a él es casi como comunicarte por Skype con él, es por eso que los espectadores son seguidores tan leales”.
Felix Kjellberg no hace bien su papel de megaestrella. El aparentemente modesto sueco evita las luces, no tiene un séquito detrás de él y le incomoda el éxito.
Pero déjelo delante de una cámara y Kjellberg se transforma en PewDiePie, de lejos la figura que más atención genera en YouTube. El personaje tiene una base de 27 millones de suscriptores gracias al método muy poco ortodoxo de jugar videojuegos y juegos móviles.
Sus videos no son reseñas tradicionales de juegos. “Pewds”, como lo conocen, simplemente juega y deja que la audiencia, en su mayoría compuesta de adolescentes, sea testigo de su experiencia y escuche sus opiniones combinadas con comportamientos algo extraños. Pewds se contornea, grita, canta y lanza improperios para transmitir sus emociones.
Kjellberg, de 24 años, creó PewDiePie hace cinco años. Desde entonces, ha transformado su personaje en una marca que registra el equivalente a US$4 millones en ventas de publicidad al año, la mayor parte ganancia pura.
PewDiePie firmó en diciembre de 2012 un contrato con Maker Studios, una productora de contenido en línea que se queda con una proporción de las ventas publicitarias. Maker Studios —para la que PewDiePie es su personalidad más importante— fue comprada este año por Walt Disney Co. en un acuerdo que podría alcanzar los US$1.000 millones, dependiendo del cumplimiento de ciertas metas de desempeño.
Su base de seguidores es tan grande que hasta los juegos que critica obtienen la tan codiciada publicidad.
Este año, Pewds hizo un video titulado Flappy Bird—Don’t Play This Game, en el que, desesperado, arremetía contra la entonces desconocida aplicación móvil que intentaba conquistar. No pasó mucho tiempo para que millones de personas descargaran el juego, lo que ayudó a catapultar Flappy Bird y a su desarrollador vietnamita del anonimato a un fenómeno global.
Sin proponérselo, Kjellberg también está ayudando a dar forma a la industria, a medida que los desarrolladores crean juegos que no son solo divertidos para quien los juega, sino que también para el que mira a otro jugarlos en YouTube.
“Es divertido tener este tipo de influencia, pero al mismo tiempo también asusta”, reconoce Kjellberg, quien raramente concede entrevistas. A menudo rechaza los pedidos de la prensa, citando su agenda apretada que incluye múltiples videos al día de él mismo jugando juegos desconocidos desde su apartamento en el sur de Londres.
Aunque su base de suscriptores le otorga un alcance sin paralelos en YouTube, de propiedad de Google Inc., su éxito es un reflejo del buen momento que atraviesa la tendencia de ver a otras personas jugar videojuegos.
Uno de sus compañeros es Jordan Maron, un estadounidense de 22 años conocido como Captain Sparklez que ha atraído 7,5 millones de suscriptores con videos relacionados al popular juego Minecraft, de Mojang.
La calidad de la producción no es su punto fuerte. El proceso de creación de Kjellberg es rápido, descuidado y casi siempre unipersonal.
“A diferencia de muchos shows producidos profesionalmente, creo que he establecido un contacto mucho más cercano con mis espectadores, rompiendo la barrera entre el espectador y lo que está detrás de la pantalla”, dice. “Lo que yo y otros YouTuberos podemos hacer es algo muy distinto, es casi como pasar el rato viendo a tu amigo jugar. Mis seguidores tienen otra sensibilidad acerca de lo que les gusta”.
YouTube está jugando un papel más integral en la experiencia de los jugadores. La semana pasada, Sony Corp. anunció una actualización de la PlayStation 4 que integra el servicio de video en línea a la consola para que los usuarios puedan compartir videos de sus juegos fácilmente.
La carrera de Kjellberg se disparó cuando aún era un estudiante universitario en Suecia. Asistió a algunas clases, pasando la mayor parte de su tiempo en casa jugando videojuegos y subiendo los videos a YouTube. Después de abandonar los estudios, empezó a vender hot dogs. Para elevar el número de vistas en su canal aquellos primeros días, presionaba la tecla F5 una y otra vez en su teclado para refrescar el navegador.
En cuanto al nombre PewDiePie, dice que su cuenta original en YouTube era PewDie —el “pew” es para invocar el sonido de una pistola láser y “die” de muerte, en inglés—, pero se le olvidó su clave y tuvo que crear una nueva cuenta bajo un nuevo nombre, así que le añadió el “Pie”.
Con el crecimiento, sin embargo, llega un nivel de atención que incomoda a Kjellberg. “Soy tan importante en YouTube hoy en día que eso me coloca en el foco de la atención y genera muchas preguntas como: ‘¿Por qué es tan popular?’”, reflexiona. “Preferiría tener como unos cinco millones de suscriptores”.
Kevin Lin, el director operativo de Twitch TV, una comunidad en línea de San Francisco para usuarios de videojuegos que hace streaming en vivo de competencias, dice que “la personalidad fuerte y el personaje único” de PewDiePie lo ha ayudado a alcanzar un nivel de éxito que es difícil de conseguir en los medios de comunicación tradicionales.
La capacidad de PewDiePie de atraer espectadores es valiosa para los desarrolladores de videojuegos, explica Anton Westbergh, presidente ejecutivo de la sueca Coffee Stain Studios AB. Coffee Stain desarrolló “Goat Simulator”, un juego ampliamente popular y rentable, pero precario. Westbergh lo describe, en broma, como “el juego más tonto del mundo”. Pero la disposición de PewDiePie a hacer videos sobre Goat Simulator legitimó su existencia.
“El que alguien como PewDiePie use nuestro juego ha sido una publicidad enorme”, afirma Westbergh. “Y no hemos tenido que pagar nada”.
El lenguaje soez de PewDiePie y sus comportamientos ridículos pueden ser confusos u ofensivos para quien lo ve por primera vez. “Simplemente me dejo llevar y me divierto”, dice Kjellberg.
Jens Orjeheim, de 44 años, tiene un hijo de 11 que es fanático de PewDiePie, pero él no le encuentra ninguna gracia. “Creo que hay cosas en la sociedad que pueden contribuir a un desarrollo positivo”, observa. “PewDiePie no es una de ellas”.
Orjeheim critica el hecho de que Kjellberg gane dinero al incentivar a los niños a pasar más tiempo frente a una pantalla y elevar la importancia de los videojuegos.
No obstante, Vigor Sörman, fundador de una red de YouTuberos en Suecia, explica que “PewDiePie es como un amigo simpático que tienes y suscribirte a él es casi como comunicarte por Skype con él, es por eso que los espectadores son seguidores tan leales”.