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A falta de crecimiento, vuelve el temor a una ‘guerra de divisas’

  • 05 octubre 2014 /

El letargo del comercio es un síntoma de una recupera­ción global decepcionante.

Nueva York, Estados Unidos.

Las grandes potencias ex­portadoras del mundo mues­tran señales de agotamiento, lo que reanuda las presiones para que muchos países devalúen sus monedas como una forma de reactivar sus economías.

El crecimiento de las expor­taciones en numerosos países que dependen de las ventas de sus productos al exterior para impulsar su crecimiento ha vuelto a quedar corto frente a las expectativas de un repunte. Las exportaciones de Alemania, que tiene el mayor superávit comercial del mun­do, registraron un alza de 0,9% en 2013, después de promediar incrementos de 8% durante los años previos a la crisis de 2008. Las exportaciones de China, la segunda economía del mundo, crecieron 8,6% en 2013 tras promediar aumen­tos de 20% al año durante una década.

El problema es genera­lizado y va más allá de los países que tienen un superá­vit comercial. La Organiza­ción Mundial del Comercio redujo su pronóstico para el crecimiento del intercambio comercial mundial y advirtió que era más probable que lo revise a la baja que al alza en el futuro. La OMC prevé una expansión de 4% del comer­cio internacional en 2015, en lugar del 5,3% estimado con anterioridad.

El letargo del comercio es un síntoma de una recupera­ción global decepcionante. “La economía global es más débil de lo que habíamos esperado”, reconoció a fines de la sema­na pasada Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional. Se prevé que el FMI reduzca el martes su pronóstico del cre­cimiento global de 2015 desde el actual 4%, un recorte que se suma a lo que la entidad califi­ca como años de “decepciones en serie”.
“El riesgo es que el mundo quede estancado en (un creci­miento) mediocre”, aseveró.

El deterioro de la economía global fija el tono para las re­uniones anuales del FMI y del Banco Mundial que tendrán lugar esta semana en Was­hington, a las que acudirán ministros de Finanzas y los presidentes de los bancos cen­trales del mundo.

La desaceleración afecta a las principales economías emergentes de Asia y a los países desarrollados de Euro­pa, cuyas perspectivas son tan sombrías que el FMI ha ad­vertido sobre el riesgo de que sufra una “década perdida”, como la de Japón, caracteriza­da por una inflación excesiva­mente baja y un crecimiento anémico.

Un fuerte repunte del co­mercio después de la crisis fi­nanciera ayudó a propulsar las primeras etapas de la recupe­ración global hasta 2010. Desde entonces, sin embargo, el creci­miento se ha debilitado y no ha cumplido las expectativas.
Los problemas están redu­ciendo las oportunidades para las industrias exportadoras en las grandes economías desa­rrolladas. “No quisiera estar en el negocio de las máquinas-herramientas en Alemania en este momento”, señala Adam Posen, presidente del Insti­tuto Peterson para la Econo­mía Internacional. “Tampoco quisiera trabajar en el sector astillero en Corea del Sur”.

La fragilidad de la econo­mía aumenta la tentación de que los países devalúen sus divisas para aumentar la com­petitividad del sector exporta­dor. Algunos ministros de Ha­cienda han vuelto a hablar de una guerra global de divisas, en alusión a una serie de de­valuaciones que propician el crecimiento a corto plazo a ex­pensas del resto de los países.

Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, ha elogiado la depreciación del euro, con lo que sugiere a los inversionistas que el debilita­miento de la moneda es uno de los grandes objetivos de la en­tidad. El gobernador del Ban­co de Japón, Haruhiko Kuroda, realizó comentarios semejan­tes en torno a la caída del yen. Corea del Sur y China han sido atacados por mantener la coti­zación de sus divisas más baja de lo que muchos economistas consideran un valor justo.

Devaluar la moneda es una estrategia más fácil que em­prender reformas estructura­les que deben sortear obstá­culos políticos, en particular en el caso de los países que tienen un creciente endeuda­miento y un alto desempleo.
El grupo de las 20 mayo­res economías del mundo, cuyos ministros de Finan­zas también se reunirán esta semana, intenta reactivar el crecimiento mediante cientos de políticas propuestas que abarcan desde inversiones en infraestructura a cambios en la legislación de las pensiones públicas. Se estima que tales cambios pueden aumentar el crecimiento de la economía global en hasta 1,8 puntos por­centuales.

Brasil, por ejemplo, evalúa invertir en nuevos proyectos de infraestructura, reducir los trámites burocráticos para acelerar la inversión, refor­mar los sistemas tributario y judicial y reforzar la educa­ción pública.

“Dependimos mucho de la demanda externa duran­te muchos años”, dice Diego Bonomo, director ejecutivo de la Confederación Nacional de la Industria de ese país, que representa a más de 500.000 empresas. “Ahora, tenemos que buscar reformas y au­mentar nuestra productivi­dad para hacer crecer nuestro mercado interno”.

El gobierno brasileño, sin embargo, se ha topado con es­collos políticos para obtener la aprobación de las reformas en momentos en que las pers­pectivas de crecimiento se desvanecen.

En momentos en que la política monetaria ya ha des­plegado sus herramientas y hay poco margen para el es­tímulo fiscal, buena parte del mundo se ha volcado hacia el comercio como una forma de incentivar el crecimiento. Europa, por ejemplo, busca una liberalización de su inter­cambio comercial con Estados Unidos mediante la firma de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inver­sión. Su posible impacto en el crecimiento es una de las prin­cipales motivaciones de los europeos, dice Michael Fro­man, representante comercial de EE.UU.

Otros países podrían estar haciendo cálculos parecidos, indicó. La negociación de pac­tos de libre comercio permi­te a los gobiernos mejorar la eficiencia y competitividad de sus sectores, lo que nutre el crecimiento. “Eso le ha brindado más apoyo y nuevos bríos a la agenda comercial en el mundo”, asevera Froman.

Los acuerdos de libre co­mercio, no obstante, también enfrentan serios obstáculos políticos. Aunque algunos bra­sileños desean un tratado con EE.UU., Bonomo no prevé que ello acontezca en los próximos años. A su vez, las negocia­ciones entre Europa y EE.UU. están en etapas preliminares y no se esperan novedades has­ta al menos el próximo año.