06/12/2025
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Las predicciones sobre el fin del crudo no se han hecho realidad

  • 02 octubre 2014 /

La producción petrolera de Estados Unidos alcanzó un máximo en los años 70 y cayó en las décadas posteriores.

Nueva York, Estados Unidos.

¿Hemos derrotado a la teoría del “pico del petróleo”?
Durante décadas, un escenario sombrío ha estado al acecho en la imaginación popular: la produc­ción mundial de crudo llega a su techo y luego comienza una caída inexorable, lo cual elevará los cos­tos y obligará a los países al estric­to racionamiento y a pelear por las menguantes reservas.

La producción petrolera de Estados Unidos de hecho alcanzó un máximo en los años 70 y cayó en las décadas posteriores, exac­tamente como predecía la teo­ría. Pero luego ocurrió algo que la teoría no vaticinó: comenzó a subir de nuevo en 2009, y no se ha detenido, gracias a los gran­des avances en la tecnología para yacimientos petroleros.

Para quienes adhieren a la teo­ría del cénit de la producción de crudo, esto es sólo un respiro, y el descenso es inevitable. No obs­tante, un creciente grupo de ex­pertos sostiene que la situación se ha planteado de forma erró­nea. Las verdaderas restricciones que enfrentamos son tecnológi­cas y económicas, señalan. Esta­mos limitados no por la cantidad de petróleo en el suelo sino por cuán inventivos seamos para ex­plotar nuevas fuentes de combus­tible y cuánto estemos dispues­tos a pagar para acceder al crudo. “La tecnología avanza con tanta rapidez hoy en día que cualquier inminente límite de recursos no será más que un obstáculo pasa­jero”, afirma Phil Verleger, econo­mista especializado en petróleo. “Nos adaptamos”.

La existencia o no de un techo es más que un tema de debate inte­lectual. La pregunta también tiene un importante impacto potencial sobre gobiernos, empresas petro­leras y personas de todo el mundo, todos los cuales dependen de los caprichos de la producción y se ve­rían amenazados por el alza de los costos y situaciones de escasez.

Los que promueven la teoría sostienen que, en lugar de inver­tir dinero en nuevas formas de hallar crudo, deberíamos estar conservando lo que tenemos e invertir en fuentes alternativas de energía para que estemos preparados para cuando los su­ministros escaseen y los costos aumenten. La mayoría de los que se oponen concuerdan en que no deberíamos apostar al petróleo para siempre. No obstante, creen que es mejor invertir en tecnolo­gía para seguir incrementando la oferta, hasta que se vuelva dema­siado costoso. En ese momento, confían, podremos encontrar una alternativa económica.

La teoría del cénit de petró­leo fue popularizada por M. King Hubbert, un geólogo que traba­jó en Shell Oil. En un ensayo de 1965, predijo que la producción de EE.UU. alcanzaría un tope, probablemente a comienzos de los años 70, y luego caería. Se parecería a una curva de distri­bución normal.

La idea se volvió muy popular cuando la producción petrolera estadounidense de hecho alcanzó su techo a principios de los años 70. Era un momento propicio para que el país temiera lo peor: los con­ductores hacían largas filas para conseguir combustible y EE.UU. sentía que estaba bajo el yugo de la Organización de Países Exporta­dores de Petróleo (OPEP).

La popularización de la teo­ría ayudó a justificar mayores in­versiones en energía alternativa. Hace unos años, la idea volvió a re­cibir atención cuando los precios del petróleo estaban altos y pare­cían atascados en ese nivel.

Luego los datos se desviaron de la curva. EE.UU. produjo cinco mi­llones de barriles diarios en 2008. Al año siguiente, su producción pe­trolera comenzó a aumentar y si­gue subiendo hasta hoy. En el pri­mer semestre de 2014, promedió 8,3 millones de barriles al día.

¿Qué cambió? Una innovación en la tecnología para yacimien­tos, que la teoría no anticipaba. Las empresas energéticas combi­naron la fracturación hidráulica y la perforación horizontal para ex­traer petróleo de densas formacio­nes rocosas en EE.UU. y Canadá.

Al principio, los perforadores apuntaron al gas natural porque pensaban que las moléculas de crudo eran demasiado grandes para ser extraídas. Sin embargo, la fracturación hidráulica también funcionó con los pozos petroleros. Otros países comienzan a aplicar las mismas técnicas y podrían ob­tener resultados similares.

Ahora, aunque los analistas digan que sería difícil replicar las condiciones geológicas, eco­nómicas, regulatorias y de in­fraestructura que propiciaron el boom del esquisto en EE.UU., otros países están comenzando a usar las mismas técnicas. En Ar­gentina, por ejemplo, la estatal YPF estableció sociedades con la malasia Petronas y la estado­unidense Chevron Corp. para ex­plorar su inmensa formación de Vaca Muerta. Con 22,7 billones de metros cúbicos de gas de esquis­to potencialmente recuperables, ese país tiene la segunda mayor reserva después de China, según la Administración de Informacio­nes de Energía de EE.UU. (EIA por sus siglas en inglés).

Con el reciente auge llegaron quienes argumentan que el techo petrolero subestima la capacidad de innovación. La industria, di­cen los expertos, tiene una his­toria de conseguir nuevos sumi­nistros cuando las perspectivas parecen sombrías.

Hace un siglo, la industria energética encontró enormes yacimientos en Texas y Califor­nia, cuando crecían los temores de que la producción había alcan­zado su máximo. Cuando la pro­ducción en EE.UU. comenzó a de­clinar, otras regiones tomaron la posta: el mar del Norte, Nigeria y Arabia Saudita. Las innovaciones impulsaron un auge de la perfora­ción en aguas profundas.

Los que no creen en la teoría no consideran que debamos li­mitarnos al crudo para siempre, sino acelerar una transición a al­ternativas en anticipación a una escasez. Una política desacerta­da, después de todo, puede tener resultados muy negativos. Por ejemplo, en los años 70, cuando EE.UU. pensó que se agotaba el gas natural, se construyeron mu­chas plantas a carbón, que deja­ron el legado de aire contaminado en algunas ciudades.

Además, concuerdan en que sí hay límites económicos, pese a que no creen que los problemas de su­ministro sean inminentes. Cuan­do la industria petrolera supera un obstáculo y eleva la produc­ción, los costos suelen aumentar. Entonces, en algún momento, el costo de obtener más crudo pro­bablemente suba tanto que los compradores no podrán —o no querrán— pagarlo.

Pese a la abundancia de cru­do que generó la fracturación, los precios globales siguen altos. Esto abrió la puerta a fuentes al­ternativas y al gasto en eficiencia energética. El cambio climático ha alterado el cálculo. Más activis­tas presionan para que se adopten combustibles alternativos que de­tengan el creciente nivel de dióxi­do de carbono en la atmósfera y combatan el cambio climático. “Habrá un tope petrolero, pero será (por un) tope de consumo”, dice Michael Shellenberger, presi­dente del Breakthrough Institute, un centro de estudios sobre ener­gía y clima. “Lo que queremos es adoptar fuentes de energía mejo­res, más baratas y más limpias”.

Si Hubbert estuviera vivo —murió en 1989—, ¿admitiría la derrota? Probablemente no, dice Mason Inman, quien escribió una biografía del geólogo que será pu­blicada el próximo año. Sostiene que el reciente auge del esquisto es sólo un respiro temporal en una larga marcha descendente.