20/12/2025
11:05 PM

Suecia 58, Pelé explota con apenas 17 años

  • Actualizado: 28 mayo 2010 /

En 1958 se presagiaba un Mundial insípido y poco atractivo, pero un jovencito irrumpió y Brasil se adjudicó la corona mundial poniendo el mundo a sus pies.

    Suecia 58 habría pasado a la historia como un torneo frío, con poco público en las gradas y carente de emociones si no hubiera sido por la aparición más espectacular de un futbolista en la historia de los mundiales. Con sólo 17 años, la primera gran estrella del fútbol maravilló al mundo y condujo a Brasil a conquistar por fin su primer título de campeón.

    Considerado por muchos el mejor jugador de la historia, Pelé llegó a Suecia siendo un perfecto desconocido para la mayoría del planeta, pero salió convertido en una astro de alcance internacional. A ello contribuyó una de las grandes novedades del torneo: fue el primero que contó con cobertura de televisión en directo, y once partidos fueron transmitidos internacionalmente.

    La adjudicación del torneo se decidió en Berna en pleno Mundial de Suiza 54, y por primera vez no intervino en ella Jules Rimet. El “padre” de los mundiales renunció a los 80 años en el mismo congreso suizo y nunca llegaría a ver el torneo en Suecia porque murió en 1956.

    El país nórdico fue elegido por aclamación, y por segunda vez en la historia se rompió a favor del viejo continente la alternancia tácitamente acordada entre Europa y Sudamérica.

    De los 16 participantes, sólo cuatro no eran europeos, pero Brasil quebró la regla no escrita según la cual siempre ganaba un equipo del continente anfitrión. Con sus triunfos posteriores en Estados Unidos 94 y Corea/Japón 2002, la Verdeamarilla es aún hoy el único equipo capaz de triunfar en un continente ajeno.

    Se postularon 55 países para competir en el torneo, diez más que en Suiza 54, lo que confirmó el paulatino crecimiento del fenómeno. Y la clasificación contribuyó a su popularidad por sus numerosas sorpresas.

    Paraguay dejó fuera a Uruguay e Irlanda del Norte hizo lo mismo con Italia, por lo que el único campeón clasificado fue el defensor del título, Alemania. También inesperada fue la eliminación a manos de Escocia de España, cuya columna vertebral estaba formada por el Real Madrid, que arrasaba en Europa.

    Sí estuvieron en cambio, por primera y única vez, los cuatro equipos británicos (Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte), regresó Argentina, ausente desde 1934, y debutó la URSS, que llegó como uno de los favoritos tras su oro en los Juegos Olímpicos de Melbourne 56.

    Pero cuando comenzó a rodar el balón en Suecia, todo lo anterior quedó opacado por la maravillosa habilidad de un delgado muchacho de raza negra y con un corte de pelo casi militar. Se llamaba Edson Arantes do Nascimento y respondía al apodo de Pelé, pero estaba destinado a ser “O Rei”.

    Pelé llegó lesionado a Suecia y no debutó hasta el último encuentro de la primera fase, contra la URSS, después de que Brasil e Inglaterra hubiesen protagonizado el primer empate 0-0 de la historia de los mundiales. A su lado se alineaban astros de la talla de Gilmar, Djalma Santos, Nilton Santos, Didi, Garrincha, Vavá y Zagallo, pero todos ellos quedaron en segundo plano ante la descarada frescura de Pelé.

    El jugador del Santos marcó el gol de la victoria 1-0 sobre Gales en cuartos, explotó en semifinales con tres goles en el triunfo 5-2 contra Francia y se consagró en la final, en que marcó otros dos en la victoria, también por 5-2, sobre Suecia, ante el aplauso deportivo de los 49 mil espectadores del Rasundastadion de Solna.

    El francés Just Fontaine logró un hito al sumar trece goles en seis partidos, aún hoy récord absoluto en un Mundial, pero lo que se grabó en la retina del planeta entero fue el arte de Pelé con el balón en los pies, cuyas lágrimas de felicidad al ser izado en hombros por sus compañeros reflejaban el sentimiento de un país que ama al fútbol por encima de todo.

    El triunfo se gestó precisamente segundos después de la humillante derrota de la Canarinha en “su” Mundial en la final contra Uruguay. “Mi padre lloraba delante de la radio que anunciaba la derrota... Lo abracé fuerte y le dije: ‘No llores, papá. Yo algún día ganaré una copa del mundo para usted”, contó después el astro, que tenía sólo siete años cuando ocurrió el “maracanazo”.