20/06/2025
07:09 AM

La raíz

Algunas personas buenas por nacimiento y malas por elección se preguntan y me preguntan por qué escribo.

Algunas personas buenas por nacimiento y malas por elección se preguntan y me preguntan por qué escribo. La pregunta no es una búsqueda, está preñada de una respuesta prematura, sin duda se puede identificar vía pupila dilatada la raíz de la desconfianza y de la incredulidad.

Otros, simplemente cuestionan la parte adjetiva, la rosa náutica del alfabeto, sólo comparada a la concepción de los esquemas de los partidos, el posicionamiento táctico cuya raíz numérica no es arábiga sino hindú.

Ante todo esto debo confesar más conocimiento del juego y su estructura interna que la ilógica de los mundos paralelos en que habitan los argonautas de la pluma.

Hace 20 años casi volví locos a mis padres; su primogénito se quitó el saco y la corbata a favor del traje deportivo y la pelota para volver a comenzar. El por qué sí era necesario, sí era una búsqueda, sí era una pregunta que sólo tiene respuesta veinte años después, pero cuya raíz se encuentra cuando mi madre me dejó completamente solo en el primer día de escuela. Me acuerdo de su mirada de agua clara que permite ver la arena; en ella no había miedo, sino la raíz del amor primero, ese que te abandona suavemente en el desierto para encontrar al alquimista que llevas dentro.

Este momento sólo es superado por el nacimiento de mis dos hijos, porque ellos me ayudaron finalmente a descubrir la raíz de todos mis miedos, los que me permiten enfrentar con seguridad y valentía cualquier desafío, por grande que sea, a pesar de ser hondureño.

Este panorama, estos momentos de seguridad, me ayudan a no quedarme ciego, a no permitir que la punta del iceberg me prive de la majestuosidad del volumen completo, no el que asoma, sino el que se esconde bajo el agua, a ver el fracaso como algo temporal, a apreciar a las personas, a alabar su esfuerzo, a premiar su trabajo, pero sobre todo a alentarlos en sus caídas, a transformar éstas en argumentos para levantarse y caminar decididamente a la victoria, pero también a reconocer a los falsos profetas, a los malinchistas, a los vendedores de ilusiones, a los espectadores, a los pancistas, a los que buscan el poder como trofeo personal, a los que inventaron las comisiones, a los que se autoproclaman como la única alternativa, a los que inventaron fantasmas y viven permanentemente en zozobra, a los que se hicieron millonarios a costa de una carrera política y hoy piden indulgencia.

En todos ellos conocí la raíz de la mentira, de la prepotencia, la raíz de todos los males que sacuden a mi país y ya inundaron todo, hasta el fútbol, impusieron su credo y su vestimenta, arrasaron con una nación, empeñaron generaciones y ahora tienen en sus manos y cerebro la invención de un nuevo orden, de un nuevo mundo cuya raíz viene del extranjero.