Para contar bien una historia uno debe tocar puertas, yo toqué varias, quizá no todas, pero sí las necesarias. Ninguna se abrió.
Este es de esos relatos que comienzan con héroes y terminan con villanos. El protagonista, Dolmo Flores, emergió de un barrio pobre de Puerto Cortés, en el norte de Honduras, para ganarse un lugar en la memoria del fútbol centroamericano.
Criado en una humilde vivienda en Campo Rojo, a solo cuadras de la Empresa Nacional Portuaria, Dolmo alegró su infancia con el fútbol. No resulta difícil imaginárselo jugando una que otra 'cascarita' en la calidez del puerto.
Su fama de atacante escurridizo y oportunista trascendió fronteras. A decir verdad, era un jugador letal cuando se aproximaba a los últimos metros del campo. Su hoja profesional comenzó en Platense, a principios de la década de los ochenta y terminó en Nicaragua con el Real Estelí, en 2003. En su carrera atravesó Guatemala, México, Costa Rica, Perú y El Salvador. Su éxito en la mayoría de estos países fue rotundo.
Sus logros y gestas se han escrito de distintas maneras, pero a ciencia cierta poco se sabe de las circunstancias que llevaron al 'jugador mejor pagado' de su época a quedar sin trabajo y en bancarrota.
Quise escribir una retrospectiva de su vida para encontrar la explicación y compartir su historia; sin embargo, lo que encontré le dio un giro distinto a esta crónica.
Un ídolo no grato
La primera puerta que toqué fue la de doña Cirila, su madre, pero después de tres intentos, me di cuenta que ella se ha llamado al silencio. Es una especie de batalla moral en la que el instinto maternal lucha por prevalecer sobre los malos recuerdos que le dejó su hijo. Fue un duro revés.
La intriga alimentó el deseo de seguir indagando, de buscar la historia perdida de Dolmo. Decidido esto, recorrí el populoso parque de la ciudad y utilicé la fama de Dolmo para saber hacia dónde poder dirigirme y con quién hablar. No tardé en encontrar respuestas, aunque confusas.
Mi búsqueda me llevó a visitar un casino, pero ni siquiera fue necesario ingresar; justo enfrente, encontré mi primer testimonio. 'Mujeres, dinero, resentimiento', escuché de un hombre que compartió parte de su infancia con el goleador que ahora busca ayuda para salir adelante. No hubo más palabras, todo siguió tras el velo del resentimiento.
Insistí y a unas cuadras de allí, toqué una puerta más. Aquí la imagen se torció. La persona detrás de las revelaciones tampoco quiso hacer figurar su nombre y se conformó con señalar que el atacante hondureño que brilló en el fútbol mexicano 'ganaba más que el Presidente'. Sin embargo, con esa misma intensidad y un gesto desencantado expresa que nunca lo aprovechó.
'Desde que se fue a Olimpia vio por sobre el hombro a los suyos. Decía que no venía a Puerto Cortés porque acá la gente era muy 'pediche'. Acá nadie lo quiere y por eso nadie habla de él, nadie lo quiere ayudar', sentenció.
Faltaba la última carta antes de ceder. El siguiente paso me hizo cruzar el puerto, azotado por el calor y la sal del mar que le da sabor a todo antes del atardecer. Recorrí los pasillos de una universidad y prácticamente toqué cada puerta hasta encontrar mi destino final.
Lo hice, pero nuevamente la entrada fue negada, sin cortesía ni explicación al oír el nombre del artillero que hacía que las graderías se quedaran afónicas de gritar su nombre en tiempo de gloria.
Ha pasado mucho tiempo desde que salí desde San Pedro Sula, está oscureciendo y es tiempo de regresar.
En el camino no dejaba de darme vueltas en la cabeza todos los testimonios, simplemente llevaban al silencio de un nombre que fue tal vez el más conocido en la década de los años 80 en el fútbol hondureño.
Así me di cuenta que irónicamente acá el nombre de Dolmo Flores no causa admiración; por el contrario, en cada lugar que lo mencioné literalmente lo que recibí fue un portazo, una mala referencia y se evidenciaron las profundas heridas que causaron la fama, el dinero, las malas relaciones y el éxito desmedido de un hombre que lo tuvo todo y hoy no tiene nada.
No he desistido aún, aunque por el momento tendré que decir que la historia de Dolmo simplemente no quiere ser contada, a la espera de que el perdón hacia uno de los gloriosos del fútbol profesional llegue, a la espera de que la brisa se lleve los resentimientos y que la vida le dé una segunda oportunidad.