Mañana es 8 de marzo y en esta fecha se celebra el Día Internacional de la Mujer, un momento que nos invita a reflexionar sobre los logros obtenidos en la lucha por la igualdad de género y también a reconocer la contribución de las mujeres en la historia.
Sin embargo, aunque la imagen actual que tenemos de la mujer “superheroína” parece inspiradora, la realidad es que esto puede derivar en una sobrecarga física, emocional y psicológica.
Y es que en nuestra sociedad existe una gran presión para convertirse en esa “supermujer”: es decir: una excelente profesional, madre, esposa, hija y amiga.
Giovanna María Llaverias, psicóloga clínica, dice que esta idea viene de una tradición cultural profundamente arraigada.
“Aunque no es la realidad de todas, muchas mujeres internalizan desde pequeñas esta imagen de “supermamá” como el ideal a seguir, asociando el valor personal con la capacidad de poder con todo”, refiere la terapeuta.
La psicóloga hondureña Claudia Avilés concuerda con esta opinión, y explica que “esto se debe específicamente a nuestro estilo de crianza.
A través de nuestras madres, hermanas, tías y abuelas hemos visto este rol de que la mujer tiene que cuidar la casa, atender a los niños, cuidar al marido, es un mandato, un deber, lo ven como una obligación en la que se anulan sus propias opiniones, se anula su propia voz y hay una restricción bastante marcada. Piensan que deben hacerse cargo para sentirse que son útiles”.
No piden ayuda y se sienten “egoístas” si toman un tiempo para ellas.
En este mismo sentido, Avilés, quien es parte de la directiva del Colegio de Psicólogos de Honduras, dice que las mujeres que tienen este modelo de vida no suelen pedir ayuda, aún cuando sienten que ya no pueden más.
“No pueden ser flexibles al momento de pedir ayuda, esto se les dificulta mucho porque en su mente creen que todo es su responsabilidad. Y aún teniendo hijos de 50 o 60 años, las mujeres están ahí, desarrollan lo que se llama el síndrome del cuidador excesivo, que consiste en suplir las necesidades de otros, más no suplir las necesidades de ellas.
Hay un marcado deterioro en la parte mental y también una sobrecarga de estrés emocional que nos lleva a compararnos y no sentirnos suficientes. No pueden tomar pausas o descansos porque piensan que si se dedican a ellas, están siendo egoístas. Esto también nos lleva a tener vacíos emocionales bien marcados”, profundiza Avilés.
Consecuencias.
Como mencionamos en un inicio, el hecho de adoptar esta etiqueta de “supermujer” deriva en consecuencias negativas tanto en la salud mental como en la física.
“Las consecuencias psicológicas de la mujer por hacerce la “super mujer”, o sea del hecho de querer cargar con toda la responsabilidad y creer que no necesita tomas de descanso, es agotamiento físico, agotamiento emocional, mucha angustia, niveles de ansiedad súper elevados, creer que no son suficientes, de que nada es perfecto, de que debo hacerlo todo perfecto y todo esto también acarrea problemas en el sueño y en las relaciones interpersonales. De igual forma puede llegar a tener un impacto negativo en la autoestima”, indica Avilés.
¿Cómo podemos cambiar esta forma de pensar?
Claudia Avilés comparte que un punto importante para cambiar estas etiquetas impuestas por la sociedad, es contar con una red de apoyo y tener sororidad.
“El primer paso es comprender que no podemos ser el maestro de ceremonia siempre, que no podemos ser un todólogo y que también necesitamos ayuda. Permitirnos el soltar estas ideas. Otra cosa que ayuda muchísimo es una red de apoyo de mujeres, la sororidad ayuda mucho para entender que necesitamos tiempo para desconectarnos de todo, para trabajar un diálogo interno más saludable”, dice.
“Mi recomendación como mujer y como profesional de la psicología para estas mujeres que viven en una autoexigencia bastante marcada es principalmente mirarse a sí mismas, mirarse hacia adentro, considero que si realmente no nos conocemos, es decir saber lo qué es lo que nos gusta, lo que nos preocupa, lo que nos da felicidad o temor, entonces vamos a seguir nadando en un patrón auto destructivo hacia nuestra persona”.
“¿Y por qué menciono esto?, porque la perfección no es el punto central del ser humano, la perfección no existe. Somos mujeres y también tenemos esa capacidad de poder tener esa fragilidad y al mismo tiempo esa fuerza, y está bien sentirnos mal, sentirnos agotadas desde el rol de madres, de esposas, de hijas, está bien pedir ayuda y reconocer que estoy mal y validar estas emociones”, reflexiona.
Hablarnos de forma positiva. Otra recomendación es trabajar en el diálogo interno.
“Es importante conocer cómo se están hablando a sí mismas, trabajar a través del merecimiento, qué tipos de relaciones están mereciendo, no desde la carencia o la necesidad, y trabajar la parte de la auto compasión, porque vamos a fallar, pero esto no quiere decir que somos un “producto desechado”, pensar soy un humano, soy una mujer, y como ser también tengo necesidades que deben ser suplidas, y poco a poco ir trabajando en soltar el control y aprender a poner límites saludables”, asegura.