Aunque al constituirse Honduras como una nación libre, soberana e independiente el 15 de septiembre de 1821, se estimaba pertinente que tuviera un himno, esto no ocurrió hasta varios años después. Durante mucho tiempo se usaron otros cantos en las ceremonias cívicas y oficiales.
Dos ejemplos son La Granadera y el Himno Marcial, cuya letra compuso el distinguido poeta José Antonio Domínguez. Otros dos ejemplos son el Himno Hondureño, de Félix A. Tejada; y una Salutación al 15 de septiembre del consagrado poeta Juan Ramón Molina.
En el año de 1910 las autoridades creyeron que se hacía necesario contar con un himno propio, creado especialmente para el país. Por eso convocaron un concurso público a través del Decreto N.° 115.
Expedido por el Congreso Nacional, el cual expresaba lo siguiente: “Concurso para que se escriban la letra y música del himno nacional hondureño”. A este concurso se presentaron 10 composiciones.
El 5 de agosto de 1911 el jurado declaró desierto el concurso estimando que ninguno de los trabajos presentados reunía la calidad suficiente.
No fue hasta el mandato del presidente Manuel Bonilla que Honduras escuchó por primera vez su himno. Este Presidente incitó a los poetas del país a realizar una composición que al musicalizarse sirviera de himno a la nación. Así, la mejor composición fue la de Augusto Constantino Coello Estévez que Carlos Hartling se encargó de musicalizar.
Escritores del himno nacional
1. Augusto Constantino Coello Estévez nació en Tegucigalpa (1883) y se graduó de abogado en 1902. Representó cargos importantes en el gobierno de Honduras: diputado del Congreso Nacional, diputado a la Asamblea Nacional Constituyente; ministro de Relaciones Exteriores y secretario privado de la Presidencia de la República. También tuvo mucha presencia en eventos políticos internacionales como la VII Conferencia Panamericana. Como periodista dirigió varios rotativos: El Imparcial y La Marcha (Honduras) La República y La Prensa Libre (Costa Rica).
Destacado poeta, compuso diferentes himnos como el Canto a Honduras, Himno a la Madre, Primavera Triunfal… Murió en El Salvador, en 1941; sus restos reposan en el Cementerio General de Tegucigalpa.
2. Carlos Hartling nació en Alemania el 2 de septiembre de 1869. Estudió música en su país natal y dirigió varias escuelas musicales para orquestas. En 1896 se desplaza a Honduras y asienta aquí su residencia. Fue contratado por el presidente Dr. Policarpo Bonilla para organizar y dirigir una banda: la banda de los Altos Poderes (hoy, Banda de los Supremos Poderes). En 1899 se casó con Guadalupe Ferrari Guardiola con quien tuvo dos hijas.
En 1903 recibió el encargo de escribir la música para el poema Canto a Honduras de Augusto C. Coello. Entre otras composiciones figuran: Saludo de Tegucigalpa, Bajo la bandera hondureña, En las montañas hondureñas… En 1920 el gobierno de El Salvador lo contrató para dirigir la Banda de los Supremos Poderes de ese país; estando allí contrajo fiebre amarilla que le causó la muerte en 1920.
Letra del himno nacional
CORO
Tu bandera es un lampo de cielo
por un bloque de nieve cruzado;
y se ven en su fondo sagrado
cinco estrellas de pálido azul;
en tu emblema, que un mar rumoroso
con sus ondas bravías escuda,
de un volcán, tras la cima desnuda,
hay un astro de nítida luz.
I Estrofa
India virgen y hermosa dormías
de tus mares al canto sonoro,
cuando echada en tus cuencas de oro
el audaz navegante te halló;
y al mirar tu belleza extasiado,
al influjo ideal de tu encanto,
la orla azul de tu espléndido manto
con su beso de amor consagró.
II Estrofa
De un país donde el sol se levanta,
más allá del Atlante azulado,
aquel hombre que te había soñado
y en tu busca a la mar se lanzó.
Cuando erguiste la pálida frente,
en la viva ansiedad de tu anhelo,
bajo el dombo gentil de tu cielo
ya flotaba un extraño pendón.
III Estrofa
Era inútil que el indio tu amado
se aprestara a la lucha con ira,
porque envuelto en su sangre Lempira,
en la noche profunda se hundió;
y de la épica hazaña, en memoria,
la leyenda tan sólo ha guardado
de un sepulcro el lugar ignorado
y el severo perfil de un peñón.
IV Estrofa
Por tres siglos tus hijos oyeron
el mandato imperioso del amo;
por tres siglos tu inútil reclamo
en la atmósfera azul se perdió;
pero un día de gloria tu oído
percibió, poderoso y distante,
que allá lejos, por sobre el Atlante,
indignado rugía un león.
V Estrofa
Era Francia, la libre, la heroica,
que en su sueño de siglos dormida
despertaba iracunda a la vida
al reclamo viril de Dantón:
Era Francia, que enviaba a la muerte
la cabeza del Rey consagrado,
y que alzaba soberbia a su lado,
el altar de la diosa razón.
VI Estrofa
Tú también, ¡oh mi patria!, te alzaste
de tu sueño servil y profundo;
tú también enseñastes al mundo
destrozado el infame eslabón.
Y en tu suelo bendito, tras la alta
cabellera de monte salvaje,
como un ave de negro plumaje,
la colonia fugaz se perdió.
VII Estrofa
Por guardar ese emblema divino
marcharemos, ¡oh patria!, a la muerte;
generosa será nuestra suerte
si morimos pensando en tu amor.
Defendiendo tu santa bandera,
y en sus pliegues gloriosos cubiertos,
serán muchos, Honduras, tus muertos,
¡pero todos caerán con honor!