06/05/2024
01:00 AM

Honduras, en la obra de Roberto Bolaño

Muchos años después, cuando su fortuna era más que considerable, Popescu se enamoró de una actriz centroamericana llamada Asunción Reyes, una mujer de una belleza extraordinaria, con la que se casó.

    Muchos años después, cuando su fortuna era más que considerable, Popescu se enamoró de una actriz centroamericana llamada Asunción Reyes, una mujer de una belleza extraordinaria, con la que se casó. La carrera de Asunción Reyes en el cine europeo (tanto en el francés como en el italiano y en el español) fue breve, pero las fiestas que dio y a las que asistió fueron, literalmente, innumerables. Un día Asunción Reyes le pidió que, ya que tenía tanto dinero, hiciera algo por su patria.

    Al principio Popescu creyó que Asunción se refería a Rumania pero luego se dio cuenta de que hablaba de Honduras. Así que aquel año, por navidades, viajó con su mujer a Tegucigalpa, una ciudad que a Popescu, admirador de lo bizarro y de los contrastes, le pareció dividida en tres grupos o clanes bien diferenciados: los indios y los enfermos, que constituían la mayoría de la población, y los así llamados blancos, en realidad mestizos, que era la minoría que ostentaba el poder.

    Todos gente simpática y degenerada, afectados por el calor y por la dieta alimenticia o por la falta de dieta alimenticia, gente abocada a la pesadilla. Posibilidades de negocio había, de eso se dio cuenta en el acto, pero la naturaleza de los hondureños, incluso de los educados en Harvard, tendía al robo, a ser posible el robo con violencia, por lo que trató de olvidar su idea inicial. Pero Asunción Reyes insistió tanto que en el segundo viaje navideño que realizó se puso en contacto con las autoridades eclesiásticas del país, las únicas en las que confiaba. Una vez hecho el contacto y después de hablar con varios obispos y con el arzobispo de Tegucigalpa, Popescu estuvo meditando en qué ramo de la economía invertir el capital.

    Allí lo único que funcionaba y daba ganancias ya estaba en manos de los norteamericanos. Una tarde, sin embargo, durante una velada con el presidente y con la mujer del presidente, Asunción Reyes tuvo una idea genial. Se le ocurrió, sencillamente, que sería bonito que Tegucigalpa tuviera un metro como el de París. Popescu, que no se arredraba ante nada y que era capaz de ver los beneficios en la idea más peregrina, miró al presidente de Honduras a los ojos y le dijo que él podía construirlo. Todo el mundo se entusiasmó con el proyecto. Popescu se puso manos a la obra y ganó dinero. También ganó dinero el presidente y algunos ministros y secretarios.

    Económicamente tampoco quedó mal parada la Iglesia.

    Hubo inauguraciones de fábricas de cemento y contratos con empresas francesas y norteamericanas. Hubo algunos muertos y varios desaparecidos. Los prolegómenos duraron más de quince años. Con Asunción Reyes. Popescu encontró la felicidad, pero luego la perdió y se divorciaron. Olvidó el metro de Tegucigalpa.

    -2666, La parte de Archimboldi

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    —¿Quién es él? —dije.

    —Tú calla y mira las fotos, luego pregunta —dijo Angélica.

    —Es mi amor—dijo San Epifanio.

    —Ah. ¿Y ella?
    —Es su hermana mayor.

    Aproximadamente por la foto número veinte el muchacho rubio comenzaba a vestirse con la ropa de su hermana. La muchacha, que no era tan rubia y estaba un poco gordita, hacía gestos obscenos al desconocido que los fotografiaba. San Epifanio, por el contrario, se mantenía, al menos en las primeras fotos, dueño de sí, sonriente pero serio, sentado en un sillón de skay, o en el borde de la cama.

    Todo esto, sin embargo, no era más que un espejismo, pues a partir de la foto número treinta o treintaicinco San Epifanio también se desnudaba (su cuerpo, de piernas largas y brazos largos, parecía excesivamente delgado, esquelético, mucho más de lo que realmente era).

    Las fotos siguientes mostraban a San Epifanio besando el cuello del adolescente rubio, sus labios, sus ojos, su espalda, su verga a media asta, su verga enhiesta (una verga, por lo demás, notable en un muchacho de apariencia tan delicada), bajo la siempre atenta mirada de la hermana que a veces aparecía de cuerpo completo y a veces sólo parte de su anatomía (un brazo y medio, la mano, algunos dedos, la mitad de la cara), e incluso, en ocasiones sólo su sombra proyectada en la pared. Tengo que confesar que nunca en mi vida había visto algo parecido. Nadie, por descontado, me advirtió que San Epifanio era homosexual [...]

    En las últimas fotos se veía, en diferentes poses, a los tres acostados en la cama, fingiendo dormir o sonriendo al fotógrafo.

    —Pobre chavo, parece que está allí a la fuerza —dije para picar a San Epifanio.

    —¿A la fuerza? La idea se le ocurrió a él. Es un pequeño pervertido.

    —Pero lo quieres con toda tu alma —dijo Angélica.

    —Lo quiero con toda mi alma, pero nos separan demasiadas cosas.

    —¿Como qué? —dijo Angélica.

    —El dinero, por ejemplo, yo soy pobre y él es un niño rico y mimado, acostumbrado al lujo, a los viajes, a que no le falte absolutamente nada.

    —Pues aquí no parece ni rico ni mimado, hay algunas fotos verdaderamente siniestras —dije yo en un arranque de sinceridad.

    —Su familia tiene mucho dinero —dijo San Epifanio.

    —Entonces podrían haber ido a un hotel un poco mejor. La iluminación es de película del Santo.

    —Es el hijo del embajador de Honduras —dijo San Epifanio lanzándome una mirada funesta—, pero esto no se lo digas a nadie —añadió después, arrepentido de haberme confesado su secreto [...].

    —¿Quién es el fotógrafo? —dijo María.

    San Epifanio miró a Angélica y se rió.

    —Eso sí que es un secreto. Me hizo jurar que no lo diría a nadie.

    —Pero la idea fue de Billy, ¿qué más da quién haya sido el fotógrafo? —dijo Angélica.

    Así que el hijo del embajador de Honduras se llamaba Billy; muy apropiado, pensé.

    -Los detectives salvajes

    ____________________________________ El Pajarito Gómez, un caso paradigmático en el porno de los ochenta. Ni la tenía grande, ni era culturista, ni gustaba a los consumidores potenciales de esa clase de películas. Se parecía a Walter Abel. Un aficionado que Bittrich sacó del arroyo para ponerlo delante de una cámara: el resto era tan natural que parecía mentira. El Pajarito vibraba, vibraba y de repente, dependiendo de la resistencia del espectador, éste quedaba atravesado por la energía de aquel trocito de hombre de apariencia tan endeble. Tan poquita cosa, tan mal alimentado. Tan extrañamente victorioso. El actor porno por excelencia del ciclo de películas colombianas de Bittrich. El que mejor daba la talla de muerto y el que mejor daba la talla de ausente.

    También fue el único que sobrevivió del elenco del alemán: en 1999 sólo quedaba con vida el Pajarito Gómez, los demás habían sido asesinados o se los había llevado por delante la enfermedad. Sansón Fernández, muerto de sida. Praxíteles Barrionuevo, muerto en el Hoyo de Bogotá. Ernesto San Román, muerto a navajazos en la sauna Arearea de Medellín. Alvarito Fuentes, muerto de sida en la prisión de Cartago.

    Todos jóvenes y con la picha superior. Frank Moreno, muerto a balazos en Panamá. Óscar Guillermo Montes, muerto a balazos en Puerto Berrío. David Salazar, llamado el Oso Hormiguero, muerto a balazos en Palmira. Caídos en ajustes de cuentas o en reyertas fortuitas. Evelio Latapia, colgado en un cuarto de hotel en Popayán. Carlos José Santelices, apuñalado por desconocidos en un callejón de Maracaibo. Reinaldo Hermosilla, desaparecido en El Progreso, Honduras. Dionisio Aurelio Pérez, muerto a balazos en una pulquería de México, Distrito Federal. Maximiliano Moret, ahogado en el río Marañen.

    -Putas Asesinas, Prefiguración de Lalo Cura

    Memoria

    El 14 de julio de 2003 Roberto Bolaño falleció en Barcelona, España. Cinco años han pasado y este autor, que no se consideraba ni chileno, español o mexicano sino latinoamericano, se ha convertido en un escritor de culto. En tres de sus libros se le cruza Honduras. Primero, en la novela 2666, publicada en 2004, en La parte de Archimboldi aparece un personaje llamado Popescu, quien se casa con Asunción Reyes, una actriz hondureña. En esta narración los habitantes de Tegucigalpa son descritos como 'gente simpática y degenerada'.

    Pero también escribe que 'la naturaleza de los hondureños, incluso de los educados en Harvard, tendía al robo'. En Los detectives salvajes (1999), se describe una escena donde unos jóvenes ven reveladoras fotografías en que aparece Billy, el hijo del embajador de Honduras. Finalmente, en el cuento Prefiguración de Lalo Cura', del libro Putas asesinas (2001), se narra la historia de un grupo actores porno de la década de los ochenta, uno de ellos muere misteriosamente en El Progreso, Honduras. Leamos pues, en el número 49 de mimalapalabra, estas referencias a Honduras en la narrativa de Roberto Bolaño.