Ciudad de México.
Decenas de turistas nacionales y extranjeros forman largas filas para poder entrar al emblemático Museo de Frida Kahlo, ubicado en la Ciudad de México, justamente, en el centro de Coyoacán.
El sitio conocido también como la Casa Azul, se ha convertido en una joya de cultura y arte, despertando el interés de muchos por ser el hogar que durante muchos años acogió a la pintora latinoamericana más famosa del siglo XX: Frida y a su amado esposo Diego Rivera, un destacado pintor mexicano.
Ambos, hoy en día, son un referente del arte mexicano que trascendió las barreras y conquistó el mundo con sus pinturas y con su turbulenta historia de amor.
El recorrido por la casa comienza en el recibidor, ahí aún están los muebles originales con los que la pareja de pintores decoró la estancia. De hecho, cada habitación de la casa se conserva igual que cuando funcionaba como su hogar.
Sin duda que los visitantes no solo disfrutan de las famosas pinturas de los artistas que están colgadas en la pared, sino que también viven la extraordinaria experiencia de retratar con la ayuda de la imaginación aquellos días en que Frida y Diego habitaron el santuario de arte.
Decenas de turistas nacionales y extranjeros forman largas filas para poder entrar al emblemático Museo de Frida Kahlo, ubicado en la Ciudad de México, justamente, en el centro de Coyoacán.
El sitio conocido también como la Casa Azul, se ha convertido en una joya de cultura y arte, despertando el interés de muchos por ser el hogar que durante muchos años acogió a la pintora latinoamericana más famosa del siglo XX: Frida y a su amado esposo Diego Rivera, un destacado pintor mexicano.
Ambos, hoy en día, son un referente del arte mexicano que trascendió las barreras y conquistó el mundo con sus pinturas y con su turbulenta historia de amor.
En las paredes de la Casa Azul se exhiben los lienzos hechos por Frida, y donde plasmó sus etapas de sufrimiento y de esperanza.
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Sin duda que los visitantes no solo disfrutan de las famosas pinturas de los artistas que están colgadas en la pared, sino que también viven la extraordinaria experiencia de retratar con la ayuda de la imaginación aquellos días en que Frida y Diego habitaron el santuario de arte.
La casa perteneció a la familia Kahlo desde el 1904 y fue en 1958 cuando fue convertida en museo, cuatro años después de la muerte de la pintora.
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