Cartago, Costa Rica.
El estruedo lejano de la catarata y el canto de un pequeño grillo en la ventana se convierten en el dulce arrullo al interior del Hotel Quelitales. Está ubicado a 20 kilómetros de la ciudad de Cartago, en el corazón de Costa Rica, prácticamente en medio de la montaña.
Aquí, la oscuridad de la noche transforma el entorno en serenidad pura, salvo por una luz que se cuela desde alguna de las seis habitaciones del resort. Cada una consiente a los huéspedes con una confortable cama, minibar, cafetera con café orgánico y una ducha al aire libre, la cual, a veces hay que compartirla con diminutos e inofensivos cangrejos.
Quienes gustan del avistamiento de aves encuentran en este hotel el refugio ideal. Por las mañanas, un cenzontle despierta a los visitantes y cerca del mediodía, si se pone algo de atención en las ramas de los árboles, ronda un tucán o algunos colibríes.
Además, el hotel cuenta con su propio huerto, en el que se cultiva una amplia variedad de hortalizas
que se utiliza en el restaurante Casa José. En este, el chef José Álvarez, propietario del resort, prepara con gran maestría hasta el más sencillo plato, como podría ser unos huevos estrellados o gallo pinto (mezcla de arroz con frijoles).
Asegura que su sazón lo tiene desde pequeño y que no es robada, sino heredada de su madre.
Con detalles así, no queda más que dejarse atrapar por la magia natural del entorno.
El estruedo lejano de la catarata y el canto de un pequeño grillo en la ventana se convierten en el dulce arrullo al interior del Hotel Quelitales. Está ubicado a 20 kilómetros de la ciudad de Cartago, en el corazón de Costa Rica, prácticamente en medio de la montaña.
Aquí, la oscuridad de la noche transforma el entorno en serenidad pura, salvo por una luz que se cuela desde alguna de las seis habitaciones del resort. Cada una consiente a los huéspedes con una confortable cama, minibar, cafetera con café orgánico y una ducha al aire libre, la cual, a veces hay que compartirla con diminutos e inofensivos cangrejos.
Quienes gustan del avistamiento de aves encuentran en este hotel el refugio ideal. Por las mañanas, un cenzontle despierta a los visitantes y cerca del mediodía, si se pone algo de atención en las ramas de los árboles, ronda un tucán o algunos colibríes.
Además, el hotel cuenta con su propio huerto, en el que se cultiva una amplia variedad de hortalizas
que se utiliza en el restaurante Casa José. En este, el chef José Álvarez, propietario del resort, prepara con gran maestría hasta el más sencillo plato, como podría ser unos huevos estrellados o gallo pinto (mezcla de arroz con frijoles).
Asegura que su sazón lo tiene desde pequeño y que no es robada, sino heredada de su madre.
Con detalles así, no queda más que dejarse atrapar por la magia natural del entorno.
