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Destino unió a dos primos hasta en la muerte

  • 06 agosto 2017 /

Según autoridades, la forma en que fueron asesinados los jóvenes coincide con el “modus operandi” de la banda callejera MS-13

Yoro, Honduras

Las lágrimas afloran todavía en los ojos cansados de doña Olivia Yánes al recordar a su nieto consentido Michael Yadir López ultimado salvajemente en Nueva York, hace más de tres meses, junto con su primo Jefferson Villalobos (19) y dos jóvenes más.

No había cumplido los 17 años Michael Yadir cuando emprendió el viaje hacia el país del norte, para reunirse con sus padres y huir de la violencia que se había entronizado en el barrio Echeverry de Santa Rita, Yoro, adonde vivía con su abuela.

Doña Olivia lo estaba criando como a su propio hijo desde que sus padres lo dejaron en sus brazos para buscar el llamado sueño americano hace unos 18 años.

El muchacho regaló sus tacos y su uniforme de futbolista amateur antes de viajar al norte para cumplir el deseo de sus padres que lo querían a su lado creyendo que allá estaría más seguro.

La abuela no estaba de acuerdo que se fuera. A su hija (madre del chico) le hizo saber que le iba a truncar el futuro porque ya estaba encarrilado en sus estudios y se había propuesto entrar a la Escuela de Cadetes, ya que quería ser como su tío, el general retirado Luis Alonso Maldonado.

Sin embargo, la suerte estaba echada. Michael Yadir tenía otra razón para irse de mojado: la novia de su niñez acababa de emigrar hacia Estados Unidos y quería seguirle los pasos. Partió con un coyote dejando su colegio y sus prácticas de fútbol como reservista del equipo España, para enfrentar su destino.

Tras cruzar el Río bravo fue detenido por los federales norteamericanos y llevado a una prisión de Texas conocida como la “hielera” por ser extremadamente fría. “Si usted no lleva con qué abrigarse lo único que le dan es un pedazo de papel aluminio para que se arrope”, comentó una prima de Michael Yadir que ya había estado en ese lugar. Por suerte, allí solamente estuvo un día y luego fue trasladado a la Casa del Niño Migrante, adonde son llevados los menores que corren riesgo en sus países por el asedio de las pandillas.

El mismo Gobierno norteamericano se hizo cargo de entregarlo como asilado a sus padres, quienes le enseñaron inglés y luego matricularon en un centro de estudios. El chico también ayudaba a su papá en los trabajos de construcción y estuvo trabajando en forma independiente hasta que sucedió la tragedia.

Foto: La Prensa

De niños, los primos participaron en diferentes eventos sociales.

Los cuerpos sin vida de Michael Yadir López, Jefferson Villalobos y otros dos jóvenes fueron encontrados con heridas de machete en un parque de Central Islip, Nueva York, el miércoles 12 de abril. Los occisos, quienes presentaban signos de haber sido golpeados brutalmente, serían víctimas de la pandilla salvadoreña MS-13 (mara Salvatrucha) que opera en Long Island, indicó la Policía.

Las otras dos víctimas, también hispanas, fueron identificadas como Justin Llivicura, de 16 años y Jorge Tigre, de 20. A algunas de las víctimas les amputaron sus extremidades o les cortaron parte del rostro, informó la policía.

Un amigo de las víctimas, que estaba en el lugar y logró escapar, dijo que los atacantes salieron de unos árboles armados con machetes y pidieron a los jóvenes que se arrodillaran, y luego perpetraron los asesinatos.

Foto: La Prensa

Los jugadores del Barrio Suncery entregaron a ambos, sendos reconocimientos póstumos por su participación y dedicación al fútbol.

Siempre juntos

Los dos jóvenes hondureños vivieron su niñez y parte de su adolescencia en el barrio Echeverry de Santa Rita, que en un tiempo fue una extensa finca de bananos. Jugaban en el mismo equipo de fútbol y ambos decidieron emigrar al país de las oportunidades en busca de sus respectivos padres, aunque Jefferson se había marchado antes. Se fue a vivir con los suyos a Miami, pero dio la casualidad que un día antes de la tragedia se volvió a juntar con su primo en Nueva York como si el destino los quisiera reunir con la muerte.

Al irse sus padres, Jefferson se crio con su abuela Saturnina Romero, quien se encontraba de paseo en Estados Unidos cuando se dio el cuádruple crimen.

Ella considera que en medio del pesar que le causa la muerte del muchacho, haber estado con él antes del suceso fue una bendición.

Dijo que estaba visitando al muchacho y a los padres de este en Miami cuando decidieron viajar a Nueva York porque allá su hijo tiene un pequeño edificio. En la parte baja de este inmueble tenía su apartamento Michael Yadir, así que la idea era verlo también.

El día antes del crimen la abuela le hizo una sopa de torta de pescado a la familia, lo que los padres de Jeferson reprobaban aduciendo que había llegado a pasear no a trabajar. Sin embargo, el muchacho estaba feliz de volver a probar su plato favorito al estilo de Honduras, tanto que hasta estuvo grabándola con su teléfono celular cuando ella cocinaba.

Foto: La Prensa

Sus respectivas abuelas los recordaron con tristeza. Un letrero en una casa expresa el cariño que le tenían a Michael (Maicol).

En Nueva York, Michael Yadir le contó a su primo que estaba trabajando en construcción y que precisamente ese día tenía la chamba de botar una pared. Así que lo invitó a que le ayudara.

Jeferson regresó feliz con cincuenta dólares que le pagó Michael Yadir por ayudarle a derribar la pared. “Ya me rebusqué, si quiere comprar algo yo se lo pago”, le dijo a la abuela, pero esta rechazó amablemente el ofrecimiento.

Por la noche los primos y otros dos amigos salieron a celebrar, sin decir hacia donde iban. Fue entonces que se produjo el cuádruple crimen, sin que hasta la fecha se conozcan los motivos. En los bolsillos de Jefferson no estaba su celular ni los cincuenta dólares.