El reloj está a punto de marcar las 10:00 de la noche. El cielo está despejado y el tráfico no tan pesado como suele suceder en el bulevar del norte de San Pedro Sula, donde en horas pico circulan 35,000 vehículos.
Como cada miércoles y viernes, esta vez siendo viernes, la tranquilidad de la noche se interrumpe. Jóvenes de entre 17 y 30 años comienzan a llegar en sus ruidosas motocicletas, algunas con audaces modificaciones.
El estacionamiento de una plaza, en pleno bulevar del norte de la capital industrial, se transforma en el punto de encuentro de un solo propósito: las desafiantes y clandestinas carreras de motos.
En los últimos años, esta práctica clandestina ha ganado terreno entre cientos de jóvenes de San Pedro Sula, quienes llevan su pasión por las motos y la velocidad al límite.
El rugido de los motores no solo les despierta el espíritu de aventura que es lo que buscan, sino que los lleva a desafiar los límites del peligro, y lamentablemente, en algunos casos, encontrar la muerte.
LA PRENSA presenció estas carreras nocturnas, cuyos protagonistas son hombres intrépidos. El espectáculo atrae a personas de todas las edades, incluyendo mujeres y niños.
El estacionamiento del bulevar del norte es solo el punto de encuentro para los famosos "piques", pues el epicentro es la 33 calle, un amplio bulevar de dos trochas por donde circula la mayoría del tráfico pesado que va hacia La Lima, El Progreso y el litoral de Honduras.
Mientras esperan que la noche avance y el tráfico disminuya, estacionan sus motos "tuneadas", refiriéndose a las modificaciones para hacerlas llamativas. Se sientan en una acera del estacionamiento y consumen alimentos con sus acompañantes.
Al lugar también llegan conductores de carros modificados, que con sus sistemas de audios potentes, retumban las bocinas con música, reguetón, en su mayoría.
En grupos hablan seguramente de su diario vivir. Aunque sus ademanes denotan que entre sus pláticas salen a relucir otras posibles modificaciones a sus motos. Algunos hasta posan orgullosos con sus "juguetes", mientras otros les toman fotos para inmortalizar el momento.
Ese viernes llegaron al menos 50 conductores, una cantidad menor que en otras ocasiones. Cerca de las 10:50 de la noche ponen en marcha sus motores para dirigirse a la 33 calle. Un tramo de poco más de un kilómetro, entre la entrada de la colonia Municipal y la Perfecto Vásquez, les sirve de "pista". Ese tramo del buelvar carece de un buen alumbrado público.
Al llegar al lugar, ya los esperan cientos de espectadores que se reúnen para presenciar las acrobacias y maniobras extremas, como los famosos 'caballitos', acostarse a lo largo del asiento de la motocicleta o conducir sin sostener los manubrios.
Reunidos a lo largo bulevar de la 33 calle, entran a una gasolinera para recargar con combustible los tanques para comenzar sus hazañas.
Pasadas las 11:00 de la noche, los osados motociclistas encienden sus motores, llenando el aire con el rugido desafiante de sus máquinas. Toman ambos carriles de la 33 calle, realizando piruetas que arrancan aplausos de los presentes. A medida que la noche avanza y la madrugada despierta, el espectáculo clandestino continúa.
Peligro evidente de los "piques"
Los conductores alcanzan velocidades de hasta 120 y 140 kilómetros por hora, dependiendo de la moto. Logran que los espectadores se alboroten, manteniéndolos atentos ante cualquier desenlace inesperado. Mientras tanto, ellos disfrutan y se alimentan de la adrenalina que la velocidad extrema les provoca.
Desafiando los riesgos, los conductores, que parecen 'volar bajo' por las vertiginosas velocidades que alcanzan, zigzaguean entre vehículos en movimiento, intensificando el peligro.
Las rastras que circulan por la vía no son obstáculo para que los corredores persistan en su atrevida misión.
El aire se impregna del olor a combustible y llantas chamuscadas. La actividad clandestina se alarga hasta bien entrada la madrugada, llegando, en algunas ocasiones, hasta las 3:00 de la mañana.
No es una carrera de competencia, nadie gana nada, solo es por el hecho de correr con sus motocicletas y llevarse los aplausos de los presentes.
Esa noche, más bien madrugada, no ocurrió ningún incidente que lamentar. Los jóvenes y sus espectadores, llenos de emoción, regresaron a sus hogares; ellos lo lograron.
Sin embargo, Erick Alexander Osorio Caballero (de 29 años) no tuvo la misma suerte. El 19 de febrero, en ese mismo bulevar, perdió la vida durante una carrera clandestina de motos.
Falta de espacios legales para carreras de motos
Consultados por LA PRENSA, algunos revelaron que su motivación no es por apuestas monetarias, sino en el puro placer y la pasión por las carreras. Para ellos, es una forma de demostrar su agilidad en la velocidad. Sin un lugar adecuado, recurren a la 33 calle como escenario para llevar a cabo estas prácticas.
Lamentablemente, al no ser controladas, no hay un reglamento. Los motociclistas corren sin ninguna medida de seguridad.
LA PRENSA constató que conductores se hacían acompañar de personas sin casco. De los más de 50 motociclistas ese día, al menos 10 no llevaban este protector.
José, quien hace diez años dejó de ser miembro del club de motociclistas Team Solo, que funcionaba en San Pedro Sula, contó que en su momento participaba en carreras que se organizaban en la ciudad, aunque lo hacían con permiso de la municipalidad y con acompañamiento de la Cruz Roja y Bomberos.
Lamenta el hecho de que en San Pedro Sula ahora no haya un espacio para estas prácticas de forma legal, de las que cientos de personas que aman las motos y la velocidad disfrutan. Indica que las carreras, tanto de moto como de carros, son un deporte y en muchos países lo hacen de manera profesional.
"Es lamentable que el país y en especial esta ciudad, no tenga un lugar donde se pueda correr libremente. Se sabe que tiene sus riesgos, pero correr es algo que apasiona los motociclistas. Si hubiera un espacio supervisado por la municipalidad, creo que los jóvenes no se arriesgarían en estas carreras que se realizan en la calle, aun con carros y rastras pasando por el lugar", dijo.
José reconoció que la juventud de ahora se ha olvidado de disfrutar andar en moto y que no se toman con responsabilidad el hecho de conducir una.
"Los muchachos ahora solo buscan demostrar ser los mejores y que son capaces de correr. Muchos de ellos fracasan demostrando esto. Es importante que entiendan que andar en moto significa disfrutar el viaje, pero si se abusa de la velocidad es dejar de ser responsable y ponen en peligro sus vidas", aseguró.
Policía no logra detener las carreras
Las autoridades policiales lamentan el hecho de que los motociclistas no midan las consecuencias que implica correr a altas velocidades.
Al menos cinco jóvenes han perdido la vida en estos eventos durante este año en el país. El caso más reciente es el de Misael García, José Antonio Sánchez y Juan Antonio Varela, tres amigos que murieron cuando participaban de una carrera clandestina en Roatán, Islas de la Bahía, el domingo 16 de marzo. Sus muertes llenaron de luto a sus familias.
Los agentes aseguran que, para evitar este tipo de tragedias, realizan patrullajes los miércoles y viernes en la 33 calle. En numerosas ocasiones han decomisado motos. Pero señalan que los primeros en prevenir deben ser los motociclistas, ya que son personas mayores de edad y saben los peligros que conlleva correr.
Indican que ha sido imposible detener las carreras y que en varias ocasiones, el grupo de motociclistas se oponen a la restricción y para prevenir mayores conflictos, los dejan que sigan con sus prácticas.
Kevin Pérez, jefe de la Sección de Investigación de Accidentes de Tránsito (Siat) en San Pedro Sula, dijo que "este es un problema que podría prevenirse si estas personas fueran conscientes de que correr a altas velocidades es peligroso y más si lo hacen sin las medidas de seguridad".
"Creo que ellos deben de ser los más interesados en salvaguardar sus vidas. Además, sabemos que en estas carreras participan menores de edad, entonces el llamado es también para los padres de familia para que no permitan que sus hijos conduzcas una moto, ya que ellos no tiene la madurez suficiente para medir consecuencias".