El escritor argentino Julio Cortázar no murió de cáncer ni de leucemia como se especuló, sino que falleció de sida con la desgracia que le infectó la enfermedad a su querida esposa, Carol Dunlop. Ella murió primero, dos años antes de Julio, porque aunque era muchísimo más joven, le habían quitado un riñón”.
La valiosa escritora y periodista Cristina Peri Rossi, dialogó con Clarín sobre el gran escritor argentino, a quien conoció en 1973 y fueron amigos hasta su fallecimiento y compartieron una relación sentimental.
“El sida no se había identificado cuando Julio lo contrajo, era una enfermedad sin nombre. Consistía en un retrovirus no identificado. Lo contrajo porque sufrió una hemorragia estomacal en agosto de 1981 cuando vivía en el sur de Francia. Lo hospitalizaron y le hicieron una transfusión de varios litros de sangre, que después se supo, en medio de un gran escándalo, que estaba contaminada”.
“Tengo una carta de Julio donde me dice “me he convertido en un vampiro de verdad porque me han tenido que cambiar la sangre y la pobrecita Carol me tuvo que llevar al hospital más cercano”, decía la carta.
“Años después se supo que esa sangre, que venía de la Cruz Roja, estaba contaminada. Se produjo un gran escándalo que terminó con la destitución del ministro de Salud Pública. La sangre se compraba a emigrantes pobres. No se realizaban pruebas, análisis, porque la enfermedad, el Sida, eran desconocidos”.
¿Al principio los allegados a Julio pensaron que podía padecer de cáncer?, preguntó Clarín. “Es cierto, pero, ese diagnóstico no existió. Todo lo contrario”, responde Cristina. “La verdad es que la enfermedad que padeció Julio no estaba todavía diagnosticada, no tenía una denominación específica, se le llamaba “pérdida de defensas inmunológicas”.
¿Se la describía de alguna manera?, inquiere el periodista. “Se caracterizaba por un aumento desmesurado de los glóbulos blancos, manchas en la piel, diarreas, cansancio, infecciones oportunistas y culminaba con la muerte”, explica Cristina.
Cortázar viajó a Barcelona en noviembre de 1983, y estaba muy preocupado por el avance de la enfermedad. ”No tengo cáncer, me lo dicen los médicos franceses y después nos ponemos a hablar de literatura”, le confió Julio.
“Me enseñó una placa negra en su lengua, el sarcoma de Kaposi. Padecía un virus que desconcertaba a los médicos y no tenía tratamiento específico. Ningún médico sabía, tampoco cómo se transmitía o cómo se contraía”.
Cristina Peri Rossi estaba muy alarmada y le pidió a Julio que consultara con un excelente médico y poeta barcelonés, Javier Lentini, muy amigo de la escritora uruguaya. “Me merecía toda confianza. Fuimos a verlo Julio y yo con los análisis. Lentini confirmó que por los análisis de sangre de Julio y otras pruebas, descartaba la existencia de un cáncer. Atribuyó la enfermedad a un raro virus sin identificar.
La herencia literaria de Cortázar sigue viva tras 30 años de su muerte
Treinta años después de su muerte en París, Julio Cortázar y su genial pluma no solo no han perdido vigencia sino que siguen inspirando a las nuevas generaciones de escritores argentinos.
'Creo que (Cortázar) está presente a la hora de pensar mis personajes, la importancia de las ciudades como ámbitos recurrentes en mis ficciones, la búsqueda de una escritura que resulte cercana a la experiencia de la lectura', reconoció a Efe el novelista y periodista argentino Sergio Olguín, nacido en Buenos Aires en 1967.
Olguín, ganador del premio Tusquets de Novela en 2009 con 'Oscura monótona sangre', destacó que en la década de los ochenta 'muchos críticos intentaron destruirlo, se burlaron de él o lo ningunearon, pero sus libros han sobrevivido en el gusto del lector'.
Cuando Hernán Ronsino (Chivilcoy, 1975) comenzó a escribir, sobre los 20 años, descubrió que Cortázar vivió y trabajó como maestro durante cinco años en su ciudad natal, unos 160 kilómetros al oeste de Buenos Aires, lo que le llevó a leerlo 'con atención y desde un lugar muy cercano', rememoró.
El autor de 'Lumbre' y 'Glaxo', ambientadas en Chivilcoy, señaló que el juego y la música, imprescindibles en 'Rayuela' y en muchas otras obras cortazarianas, han tenido una gran influencia tanto en la literatura argentina como en la latinoamericana.
La cuentista Samanta Schweblin coincidió en que Cortázar 'abrió el juego' y 'le dio al cuento rioplatense, característico por su oscilación entre la realidad y el fantástico, un espacio más abierto y lúdico -y no por eso menos denso ni angustiante- que no se había abordado todavía'.
Esta escritora porteña de 35 años, creadora de perturbadoras atmósferas en su libro de cuentos 'Pájaros en la boca', aseguró que 'la frescura' y 'la gran cercanía e identificación' de los relatos breves de Cortázar la empujaron por primera vez a la escritura y a la idea de que 'en la literatura hay juego y hay disfrute, aún para narrar la oscuridad'.
Indisolublemente unida al juego, los escritores argentinos contemporáneos destacaron también 'la libertad que tenía para escribir' el recordado maestro argentino y que caló hondo en la literatura, en palabras del novelista y poeta Pedro Mairal.
Entrevistado por Efe, Mairal, de 43 años, subrayó 'la libertad sintáctica que se ve en sus diálogos, en frases que comienzan sintácticamente correctas y florecen, se expanden, se ramifican' y también su capacidad para 'mirar una cantidad de detalles de lugares que son invisibles, por donde uno pasa a toda velocidad' en libros como 'Los autonautas de la cosmopista'.
A diferencia de sus predecesores, en líneas generales, los jóvenes escritores aprecian más los cuentos de Cortázar, como 'Casa tomada' o la compilación de 'Bestiario', que las novelas que le consagraron.
''Rayuela' debe haber influido mucho, pero no sé si tanto con los autores de mi generación como los de la anterior, dejó abierta una puerta para los que vinieron después y esos fueron los anteriores a mi generación', opinó Mairal.
'Su obra novelística me resultó un poco anacrónica, impresión que no tuve con sus maravillosos cuentos', apuntó Oliverio Coelho, elegido por la revista británica Granta en 2010 como uno de los mejores escritores hispanohablantes menores de 35 años.
'En realidad al Cortázar novelista hay que leerlo joven y a mí se pasó la hora', agregó este escritor y crítico literario, nacido en la capital argentina en 1977.
Mariana Enríquez (Buenos Aires, 1973) admitió meses atrás que no le gustan mucho las novelas de Cortázar, tampoco le gusta La Maga y le sorprende que el mítico personaje femenino de 'Rayuela' fuera considerado 'el ideal de una generación'.
Herencia reconocida o no, el padre de 'Historias de cronopios y famas' ha sido leído por todos los escritores argentinos que le sucedieron y en el trigésimo aniversario de su muerte 'se lo sigue leyendo', indicó Olguín.
'Eso solo se puede decir de muy pocos autores muertos', concluyó este novelista. EFE