Camina solo, compra pan y masca cigarro: la historia del hondureño de 113 años
Es demasiado noble lo que don Chema considera ha sido la razón y por qué no, el secreto de su larga vida. Es originario de Colinas, Santa Bárbara
- Actualizado: 07 de noviembre de 2025 a las 23:07 /
Está lúcido, lleno de energía, escucha casi todo y le encanta platicar. En la partida de nacimiento que carga en su mochila, emitida el 17 de septiembre de 2025 por el Registro Nacional de las Personas de Colinas, Santa Bárbara consta que el señor José María Hernández nació el 2 de agosto de 1912, es decir, que tiene 113 años de edad.
Chemita, como le dicen de cariño en Villa Guadalupe, no solo está vivo; es un hombre feliz, agradecido con la vida, con quienes lo cuidan y con la gente que lo conoce y que no ha dudado en tenderle la mano para darle en su adultez, una vida digna.
LA PRENSA volvió a buscarlo porque su sola existencia es un milagro en un país donde la esperanza de vida se acorta por la violencia, el alto costo de la vida y la inestabilidad social.
Don José María no solo ha vivido 113 años, ha sobrevivido a un siglo que cambió más rápido que cualquier otro en la historia humana.
Es todo un personaje en Villa Guadalupe
Tras una pausa para conocer el parque central del municipio San José de Colinas, Santa Bárbara que ya se viste de gala para Navidad, tomamos una calle hacia al oeste. Nos dirigíamos sin rumbo ni dirección, pero la vieja estrategia de preguntar, jamás falla.
"Hola, usted conoce a don Chemita, el abuelo de más de cien años", preguntamos, y de inmediato hubo respuesta. "Claro que sí. Dele hasta arriba, donde vea el letrero de Villa Guadalupe, ahí suele pasar". En menos de dos minutos llegamos, pero donde Chemita se acaba de ir.
De inmediato sus compañeros de plática nos indicaron seguirlo, pues no debía ir tan lejos. Para nuestro asombro ya estaba llegando a su casa en las cercanías de la vieja pista de aterrizaje, caminando a buen paso, apoyado de su bastón y ascendiendo la colina para cruzar el portón a su hogar.
En su espalda llevaba una mochila, donde suele cargar comida o lo que le regalen. "Tenga, aquí le traje arroz de maíz", le dijo a Wendy Vanessa Enamorado López, quien salió a recibirlo, como siempre.
Asombrados con nuestra inesperada visita nos invitaron a pasar, permitiéndonos así conocer a don Chemita y tener una de las mejores conversaciones de mi historia como periodista.
Una larga y amena plática con don Chemita
Tras tomar un corto descanso, don José María se sentó en el sillón forrado con un cobertor rojo y le pregunté. ¿Don Chemita, a usted le gusta andar caminando por todo Colinas? No crean que escucha a la primera, para que entienda bien lo que se le pregunta hay que repetir varias veces y subir el tono de la voz.
Antes de responder, nos contó que él no es el único de su edad en Colinas, muchos de sus amigos contemporáneos siguen vivos y los va a visitar de vez en cuando.
Sobre su afición por salir a caminar, cada mañana apenas sale el sol respondió: "Cómo no, no me detengo mire. Allá me voy a pie, a veces me voy a acá, me voy por todo aquello, a veces me toca bajar y subir, pero ahí voy", dice señalando con sus manos los caminos que toma, y contando que muchos se asombran cuando lo ven que va cuesta abajo por todo el pavimento.
Necesidades
de don Chemita
Aunque en casa cubren todas sus necesidades, don Chemita siempre sale en busca de pan y cigarros. Como a veces se desliza al bajar por las pavimentadas hacia el pueblo, él quisiera un par de zapatos nuevos y una mochila. Él vive en la colonia Villa Guadalupe, frente a la placa de la antigua pista de aterrizaje en Colinas.
Aunque muchas veces camina a paso firme, cuando llueve todo se vuelve un problema, porque se resbala y varias veces se ha caído. Por esa razón dijo que quiere ir a "sacar un par de zapatos" que le sirvan para andar todo el tiempo.
Cuando le pregunté si le gusta salir a ver las muchachas de Colinas, dijo que la razón por la que sale es porque le gusta ir a conseguir pan para tomárselo con cafecito en las mañanas. Fue claro al señalar que su pan favorito son unas galletitas de canela. En cuanto al cigarro, a veces lo masca, y otras lo enciende para espantar los zancudos, ya que son peligrosos y contagian el dengue.
Aunque don Chemita cree que tiene 63 años, porque nadie vive 113, Wendy Vanessa le sale al paso y busca entre su mochila su partida de nacimiento donde costa su edad. "No me consiento que tenga una edad grande, aunque yo trabajo desde que tenía 16 años", cuenta diciendo que cortaba café cuando se pagaba 20 lempiras diarios.
Don Chema vive en el hogar de Wendy Vanessa y su esposo Daniel Antonio Perdomo, quien a su vez es su primo en tercer grado. Ella cree que él está vivo solo por la misericordia de Dios, pues Él se lo ha permitido.
"Para su edad, don Chema es un hombre muy educado y respetuoso. Es bien humilde, es como un niño", dice. Ella cuenta que a las seis de la mañana, él se levanta, se cambia y asea, toma café y luego se pone la mochila y se va. "Vaya hija, Dios que me acompañe", le dice antes de irse.
"Siempre va al pueblo, a ratos camina y por otra, los mototaxistas le dan jalón. Siempre quiere salir para ir por sus cigarros y el pan, y cuando llueve se desespera porque no le gusta estar encerrado. Le gusta andar caminando", cuenta Wendy, quien se ha hecho cargo de él, ya que ninguno de sus cuatro hijos vivos, ni otros familiares cercanos lo ayudan.
"Ha no, cuando yo voy por esas calles no me detengo", dice con humor, al preguntarle si es famoso en Colinas. De nuevo le pregunté si le gusta ir a ver muchachas bonitas al parque y está vez si entendió.
Sonrojado y sonriendo, dijo que hay "muchas muchas bonitas ahí", y muchas se toman fotos con él. Algunas lo abrazan, y se toman fotos con él, incluso lo besan. Eso, aunque se ríe, dice que no le gusta, por eso corre a buscar agua para limpiarse. "Tuve que buscar la agua y me limpié en una pila que está por allá".
Ser agradecido y servicial, la clave de su larga vida
Tras platicar de sus años mozos, de los dolores que lo aquejan, de sus recuerdos de juventud, de la gente con la que convivió y admitir que le encantan los tamales de pollo y cerdo, señala que cuando se siente mal él solo se va a donde el doctor.
"Cuando yo llego aquí, es como que llegara a mi casa. Me abrazan, me atienden, me quieren. Me reciben como si tuviera yo dinero. Me quieren bastante".
Cuando le pregunté por qué cree que ha vivido tanto tiempo, escuchó bien y contestó con contundencia.
"Pues mire, yo he hecho favores. Si usted me decía: ayúdeme en un trabajo, yo iba. Si me decía hágame un mandado, yo iba, yo iba donde fuera. entonces como yo he hecho favores, ellos lo miran y me aman como a un hijo. Toda la familia, todos los amigos, donde quiera que voy. Por eso el Señor me ha dado la vida".
Tras finalizar la amena conversación nos despedimos y no nos dejó ir sin antes rezar por nosotros. Se puso las manos en el rostro y empezó a orar. Tras terminar nos dijo: "Muchas Gracias. Ya los bendecí. Ya oré. Van a ir despejados en todo el camino".