Tener cáncer o el corazón enfermo, puede ser una sentencia si no tenés dinero

LA PRENSA recoge cuatro historias de vida, donde la esperanza es el combustible que impulsa a continuar. Son hondureños que, junto a sus familias, demuestran que la voluntad puede ser más fuerte que cualquier diagnóstico

Tener cáncer o el corazón enfermo, puede ser una sentencia si no tenés dinero
San Pedro Sula, Honduras

Douglas Sandoval necesita 600,000 lempiras para una cirugía de corazón abierto que ningún hospital público en Honduras puede hacer. Mercedes Madrid requiere L100,000 para una angioplastía urgente, pero aunque el procedimiento sí se realiza en el sistema nacional, debe comprarlo todo: desde los catéteres hasta el algodón.

Apenas los separaban tres mesas en sus respectivas actividades benéficas. No se conocieron en persona, pero sus familias sí se acercaron. Se reconocieron en el dolor, en la urgencia, en la lucha.

Compartieron el porqué de esas jornadas para recaudar fondos, sabiendo que el tiempo juega en su contra, porque tener el corazón enfermo puede costarte la vida... si no tenés dinero.

En Honduras, enfrentar una enfermedad crónica como la fibrosis quística, males cardiacos o cáncer es un desafío enorme, especialmente en un sistema de salud que avanza con lentitud entre trámites y carencias.

Pero este reportaje no es sobre eso, es sobre fortaleza de quienes luchan por vivir, y de quienes van tras ellos empujándolos a resistir.

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A Douglas Sandoval, de 55 años, le late el corazón, pero a destiempo. Nació con una malformación cardíaca que le afecta la válvula aórtica y hoy, después de décadas de trabajo y silencio, su corazón está al límite.

Su hija María José lo dice sin rodeos: “Mi papá es una bomba de tiempo. Una noticia, una tristeza, una alegría fuerte... y su corazón puede fallar”.

El diagnóstico es desalentador: Cardiopatía congénita acianógena y una válvula aórtica bivalva con estenosis severa. Traducido en palabras de familia: fatiga, desmayos, dolor al respirar, noches sin dormir, y una cuenta médica impagable.

Douglas Sandoval y su familia están luchando por reunir el dinero para que pueda ser operado y vivir sin que lo afecte ni el más pequeño de los sobresaltos.

La operación que necesita no se hace en los hospitales públicos de Honduras. En el Hospital Escuela, en el Tórax, en el Catarino Rivas, la respuesta es la misma: no hay recursos, no hay válvulas, no hay cuándo.

“Las listas de espera son gigantescas. El Catarino no opera, el Seguro Social, sí, pero para que traigan la válvula tarda mil años. El Tórax (Hospital Cardipulmonar) igual, y nos hemos visto en la obligación de buscar en el extranjero”, lamenta su hija.

Por eso, la familia ha tenido que moverse. Pero moverse, en este país, es una forma de resistencia. Han buscado ayuda fuera del país, en fundaciones que al menos les permiten soñar con la cirugía.

2

millones

de cirugías cardiacas se realizan anualmente en todo el mundo, con cirugía a corazón abierto y otros procedimientos similares, lo que incluye tanto a adultos como a niños, aumentando la mejora en supervivencia.

Porque en Honduras, el precio por intentar vivir es absurdo: más de un millón de lempiras por una operación. Allá afuera puede costar menos, pero aún así, está fuera de su alcance.

Desde que supieron del diagnóstico, no han parado: han hecho ventas de comida, rifas, noches benéficas, colectas con amigos, eventos en museos y hasta tamales por encargo.

Este 4 de julio rifarán L5,000; el 5 tendrán una noche benéfica en Popeyes Tegucigalpa; y el 12, otro evento solidario en el Museo de la Policía. Cada lempira cuenta, cada gesto es un parche contra la desesperación.

La historia de Douglas no es la única. Es apenas una entre miles que demuestran que en este país, enfermarse es un privilegio. Y sobrevivir, un lujo.

Tener cáncer o el corazón enfermo, puede ser una sentencia si no tenés dinero

Necesita una angioplastía

Mercedes Madrid lleva años sabiendo que su corazón funciona a medias.

El cansancio se volvió parte de su rutina. Un día fue la falta de aire. Otro, un dolor raro en el pecho. Al final, lo que parecía cansancio por su ajetreado día a día terminó siendo algo mucho más serio: una arteria de su corazón estaba obstruida.

Tras sortear varios episodios de arritmias y varios preinfartos, se apresuró la urgencia por salvar su vida, necesita una angioplastía coronaria. Parece una palabra complicada, pero en términos sencillos, es un procedimiento para destapar el camino por donde debe pasar la sangre.

Se trata de una intervención médica mínimamente invasiva en la que un médico introduce un catéter —un tubito flexible— a través de la pierna o el brazo, lo guía hasta el corazón y, con un pequeño globo, abre la arteria bloqueada.

En la mayoría de los casos, también colocan un stent: una malla metálica que se queda ahí para que la arteria no se cierre de nuevo.

Tener cáncer o el corazón enfermo, puede ser una sentencia si no tenés dinero

La razón por la que Mercedes necesita esta intervención es porque una de sus arterias coronarias —las que alimentan al corazón— está tan obstruida que apenas deja pasar la sangre.

Eso provoca angina, fatiga, falta de aire. Y si no se actúa a tiempo, puede desencadenar un infarto o, en el peor de los casos, la muerte súbita.

En muchos países, una angioplastía puede salvar vidas en cuestión de horas. En Honduras, puede tardar meses. O puede no pasar nunca.

Aunque algunos hospitales públicos como el Tórax o el Catarino Rivas tienen capacidad para hacer el procedimiento, el problema es el de siempre: el paciente debe comprar todo. Desde el catéter hasta el stent. Y el costo no es bajo.

“El médico le explicó que era urgente, pero también nos dijo que debíamos comprar todo el material quirúrgico”, cuenta su hija Yadira Figueroa. “¿Cómo hace una familia sin recursos para conseguirlo?, pues ventas benéficas y actividades para recaudar fondos.

El kit, que solo distribuye un centro médico en Tegucigalpa cuesta casi L100,000, y lo entregan directamente al hospital, habilitando en forma automática el cupo con la hora y el día para la cirugía.

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Mercedes, como muchas otras personas en Honduras, está atrapada entre el diagnóstico y el dinero. Necesita una intervención que no es compleja, pero sí costosa. Y como el sistema no la cubre del todo, la vida se vuelve una carrera contrarreloj... con el corazón a medio paso.

En la actualidad, su familia tiene en curso la venta de boletos para la rifa de un aire acondicionado y una tablet, sorteo que se llevará a cabo el 20 de julio, así como venta de jugos naturales; todo lo que sea útil para reunir lo necesario.

El pasado 15 de junio realizaron una jornada benéfica en un restaurante de comida rápida que fue respaldada por sus familiares, amigos cercanos y hasta por decenas de desconocidos que se sumaron a la causa.

Muchas personas de buen corazón también han hecho efectivas sus donanciones para ayudarle a Mercedes a llegar a la meta y operarse cuanto antes.

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La lucha de Fredy por su vida y su brazo

A veces la vida da giros inesperados. Esta es la historia de una familia que decidió no rendirse cuando el cáncer tocó su puerta.

Hace unos meses, a Fredy Jabes Teruel Buezo de la López Arellano, de 22 años, le diagnosticaron osteosarcoma, un cáncer agresivo en el hueso del brazo.

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Tenía apenas cuatro meses de haber comprado su moto, una que hoy —irónicamente— se ha convertido en símbolo de lucha y esperanza.

Desde el momento del diagnóstico, todo cambió. La quimioterapia llegó con sus facturas implacables: medicamentos, traslados, estudios... y una incertidumbre que duele, más que la inflamación que duplicó el tamaño de su brazo.

Fredy se mantenía activo y se ejercitaba hasta que llegó el diagnóstico. Hoy sueña con curarse para vivir como cualquier joven de su edad.

Pero la familia no se quedó de brazos cruzados. Se activaron, se unieron, y comenzaron a buscar cómo enfrentar esta batalla sin perder la fe, con algo de humor y con el respaldo de aquellos que influyen positivamente en la vida de otros.

Jefry Bueso, el hermano de Fredy contó que han vendido hamburguesas en la esquina, hecho maratones con amigos, y cada burrita o pan vendido en su emprendimiento en el bulevar del norte, frente a la López Arellano, cuenta como un granito más para el tratamiento.

Su hermano, que lidera este esfuerzo, lo resume así: “Gracias a mi emprendimiento y el apoyo de amigos y familia, hemos logrado avanzar. Pero el camino es largo”.

Tener cáncer o el corazón enfermo, puede ser una sentencia si no tenés dinero

Ahora, lo más duro: los médicos han dicho que hay que amputar el brazo para evitar que el cáncer se propague a los pulmones. Después vendrán más quimios, radioterapia... y más gastos.

Por eso han lanzado su carta más fuerte: rifar la moto del muchacho. La misma que compró con ilusión y que tuvo que dejar de usar cuando la enfermedad lo frenó. Está casi nueva, la cuidan, la encienden para que no se dañe... y ahora esperan que, en vez de andar, pueda sanar.

“El video de la rifa lo hicimos con humor, con un meme incluso, porque así somos nosotros... no queremos dar lástima, queremos que la gente se una desde el corazón”, dice con gran temple Jefry.

Jefry Bueso, el hermano de Fredy compartió fotos de su negocio y de las actividades que realiza por su hermano.

Cada número comprado no es solo una oportunidad de ganarse una moto: es una chispa de vida para quien aún sueña con ganarle al cáncer.

Y aunque él ya no maneje esa moto, todavía tiene claro hacia dónde quiere llegar. Yo soy Jefry Bueso el emprendedor que esta luchando por salvarle la vida ami hermano Fredy Bueso de 22 años.

Una madre hondureña que lucha contra la fibrosis quística

Cuando su hija Alisson Juliette Romero Villeda apenas tenía dos meses y medio, empezó una carrera contrarreloj. El pecho se le congestionaba, la flema no cedía, los médicos no encontraban la causa y las infecciones respiratorias eran cada vez más frecuentes. Neumonía, bronquiolitis, hasta covid. Su cuerpecito se fue debilitando hasta llegar a la desnutrición.

Entonces vino el golpe: fibrosis quística. Un diagnóstico que duele más cuando el sistema público no está preparado para dar respuestas.

El examen genético que se necesitaba costaba 26,000 lempiras. El Instituto Hondureño de Seguridad Social no lo cubría. “Tocó moverse”, dice su madre Tania Villeda.

Y se movió. Con ayuda de clientes, compañeros de trabajo y una actividad benéfica reunió el dinero. El resultado confirmó lo que tanto temía: la enfermedad no solo era real, sino que no tenía cura.

Hasta 20,000

lempiras

rondan los gastos que genera la fibrosis quística, una enfermedad genética crónica y progresiva que afecta principalmente los pulmones y el sistema digestivo.

Hoy, la pequeña Alisson está viva gracias a un tratamiento constante, a cuidados extremos y a una madre que no se ha rendido ni un solo día.

Desde entonces, se convirtió en vocera no oficial —pero profundamente activa— de otras familias que atraviesan lo mismo. “La fibrosis quística en Honduras es casi una sentencia. No hay cura, los medicamentos son caros y la esperanza de vida ronda los 15 años, con suerte”, cuenta.

Pero en medio de tanta oscuridad, llegó una luz. Hace tres semanas, una organización en Estados Unidos la contactó directamente para ofrecer cinco chalecos percutores. Son dispositivos médicos que ayudan a expulsar la flema de los pulmones.

Cada uno cuesta 10 mil dólares. La organización los donará. Lo único que se necesita ahora es cubrir los gastos del viaje de quien los entregará: alrededor de 1,200 dólares.

Ya hay cinco niños seleccionados. Ya está confirmado que la organización es legítima. “Lo único que necesitamos ahora es ayuda para cubrir los pasajes. Pensamos en rifas, en hacer una noche benéfica... pero necesitamos manos”, dice.

La fibrosis quística es una enfermedad rara y silenciosa. Hay muchos niños que fueron mal diagnosticados o diagnosticados tarde y eso afectó directamente su calidad de vida. En una carta enviada a la Secretaría de Salud piden apoyo con la autorización para la introducción de moduladores a Honduras como donación humanitaria para pacientes con fibrosis quística.

Próximamente anunciarán una actividad benéfica para beneficiar a los niños de Fibrosis Quística Honduras, para poder pagar el ingreso de los chalecos percutores que les han prometido donar desde EEUU. Básicamente para pagar la logística de ingreso.

En una carta enviada a la Secretaría de Salud piden apoyo con la autorización para la introducción de moduladores a Honduras como donación humanitaria para pacientes con fibrosis quística, dijo Villeda, a quien se puede contactar al 9274-5611.

No se trata solo de chalecos. Se trata de respirar. De seguir. De estirar un poco más la vida. Porque en Honduras, a veces vivir también depende de cuántos se unan a luchar contigo.

Cada rifa, cada venta, cada gesto solidario no es solo para recaudar fondos: es una forma de no rendirse. Detrás de cada historia hay amor, fe y una lucha que no se detiene, aunque el camino sea incierto.

En Honduras, a veces lo que salva no es el tratamiento, sino la esperanza. Mientras haya manos que ayuden y corazones que crean, siempre habrá razones para seguir luchando.

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Jessica Figueroa
Jessica Figueroa
jessica.figueroa@laprensa.hn

Periodista de investigación, editora y cronista. Con 22 años en el periodismo escrito y multimedia. Con subespecialidades en diseño y edición gráfica e inteligencia artificial.