La curiosa elección de un papa que tardó más de 1,000 días
Fue necesario desmontar el techo de la iglesia en la que estaban los cardenales sin lograr consenso para que sufrieran frío, así como darles de comer solo pan y agua para que eligieran por fin a Gregorio X, sucesor de Clemente IV

- 21 de abril de 2025 a las 12:03 /
La elección de los dos últimos papas que ha tenido la Iglesia Católica fue técnicamente sencilla: la de Jorge Mario Bergoglio o papa Francisco duró 48 horas y la de Joseph Ratzinger o papa Benedicto XVI, que duró menos de dos días. Sin embargo, no siempre fue así.
Antes de contarle la historia de la elección más larga y complicada para elegir un papa, primero le recuerdo cómo es que se eligen los sucesores del apóstol San Pedro.
Para elegir un nuevo pontífice, los 135 cardenales de todo el mundo, que deben ser menores de 80 años, deben viajar a El Vaticano para ser parte del cónclave en la Capilla Sixtina. Allí ellos deben votar por el cardenal que creen idóneo para ser el nuevo sucesor del papa que falleció.

La forma de votación es sencilla. Cada cardenal tiene derecho a depositar un voto. Si el candidato principal no lograr los dos tercios de los votos para ganar (90 votos), se vuelve a hacer otra elección.
Cada día se pueden realizar cuatro votaciones, dos por la mañana y dos por la tarde, hasta lograr la elección del nuevo sumo pontífice. Si no se alcanza esa mayoría, se vuelve a votar.
Al final de cada jornada se queman todas las papeletas usadas ese día en un horno especial instalado en la capilla Sixtina. De esa lumbre emana el famoso humo. Si sale negro es que no hay papa, y si sale blanco es que sí, hay nuevo papa.
Luego de que sale la fumarola blanca, y el papa electo es notificado y acepta el cargo, se le pregunta que nombre papal va a adoptar. Luego de eso se le viste con una sotana blanca, y se dirige a la Sala de las Lágrimas, sitio a donde se toma un tiempo para pensar, orar o simplemente para su recogimiento espiritual.
Antes de salir al balcón de la Basílica de San Pedro, a saludar a los fieles que lo esperan en la plaza central, el Cardenal Protodiácono de la Iglesia católica pronuncia en latín la famosa frase: "Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam!"(Les anuncio una gran alegría: ¡tenemos Papa!).
Luego de eso finaliza con esta frase más extensa: "Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum [Nombre del cardenal electo], Sanctæ Romanæ Ecclesiæ Cardinalem [Apellido], qui sibi nomen imposuit [Nombre papal elegido]."(El eminentísimo y reverendísimo Señor, Señor [Nombre], cardenal de la Santa Iglesia Romana, que ha tomado el nombre de [Nombre papal]).

El año que todo se complicó
Durante la segunda mitad del siglo XIII, la Iglesia Católica vivió uno de los procesos más extensos y tensos para elegir un pontífice. El evento comenzó tras el fallecimiento del papa Clemente IV, ocurrido el 29 de noviembre de 1268 en Viterbo, una ciudad situada al norte de Roma.
Cuenta la historia, que lo que debía ser una elección relativamente breve se transformó en una travesía de casi tres años que mantuvo al mundo cristiano en suspenso hasta 1271.
Por entonces, el mecanismo para seleccionar a un nuevo papa carecía de normas firmes. Los cardenales, sin una estructura clara que los obligara a permanecer reunidos o aislados, se enredaron en disputas prolongadas.
Las diferencias ideológicas y políticas, especialmente entre los partidarios de Francia y los aliados del Sacro Imperio Romano Germánico, hicieron que las negociaciones se estancaran repetidamente.

Ante la evidente falta de avances, las autoridades locales de Viterbo perdieron la paciencia. Como medida extrema, decidieron encerrar a los cardenales bajo llave, quitaron el techo del Palacio Papal donde se reunían para exponerlos al frío y limitaron su alimentación a pan y agua.
En concreto, retiraron los techos de los dormitorios y el cuarto de deliberación para exponerlos a las inclemencias del clima y que aceleraran su decisión.
La solución llegó de la manera más inesperada. Fue elegido Tebaldo Visconti, quien ni siquera era miembro del colegio cardenalicio y que se encontraba en misión en Tierra Santa cuando se le notificó su designación. Tras su designación él eligió el nombre de Gregorio X al asumir el papado.
Impactado por la experiencia, Gregorio X impulsó una reforma significativa en el sistema de elección papal. En el Segundo Concilio de Lyon, celebrado en 1274, instauró nuevas reglas: encierro obligatorio de los cardenales, restricciones en su alimentación si la votación se alargaba demasiado y prohibición de interferencias externas.
Este singular episodio fue tan decisivo que originó el término cónclave, derivado del latín cum clave —“con llave”—, aludiendo a ese encierro literal que, desde entonces, caracteriza la elección de los pontífices.
