02/11/2024
05:33 PM

Una vergüenza internacional

Mientras muchos estábamos distraídos con otros temas, el Congreso estadounidense aprobó una Ley Agrícola que difícilmente podría ser peor: subsidia a los agricultores más ricos del país, no favorece a la mayoría de los consumidores, contamina el medio ambiente, no ayuda a reducir el hambre en el mundo y perjudica a los países latinoamericanos productores de alimentos.

    Mientras muchos estábamos distraídos con otros temas, el Congreso estadounidense aprobó una Ley Agrícola que difícilmente podría ser peor: subsidia a los agricultores más ricos del país, no favorece a la mayoría de los consumidores, contamina el medio ambiente, no ayuda a reducir el hambre en el mundo y perjudica a los países latinoamericanos productores de alimentos.

    Lo que es peor, la Ley Agrícola hace todas estas cosas, y más, en un momento en el cual muchos productores agrícolas estadounidenses están teniendo ganancias récord gracias a los altos precios internacionales de las materias primas.

    Todo esto sería difícil de entender si no fuera porque estamos en un año de elecciones, pero el amplio respaldo ofrecido a esa legislación por la mayoría demócrata, incluyendo a la líder de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y de 100 legisladores republicanos logró que el Congreso invalidara un veto de la Casa Blanca por un amplio margen de 318 votos contra 106.

    Además de los $5 mil millones que el gobierno norteamericano pagará directamente a agricultores que en muchos casos están ganando muy buen dinero, la nueva ley está repleta de dádivas propias de un año electoral, incluyendo $170 millones a la industria salmonera de la Costa Oeste, $93 millones en recortes impositivos a criadores de caballos de carrera de Kentucky, $260 millones de reducción impositiva a la industria maderera, y $15 millones para los productores de espárragos, que en el pasado no recibían estos subsidios.

    “Es una desgracia nacional”, me señaló Gary C. Hufbauer, ex funcionario de la Secretaría del Tesoro que se desempeña actualmente en el Peterson Institute for International Economics.

    “Estamos en una época de prosperidad para muchos productores agrícolas estadounidenses. Si alguna vez hubo un momento adecuado para liberalizar la industria agrícola, es precisamente el actual”.

    El probable candidato presidencial demócrata Barack Obama, quien ha sido objeto de elogios en esta columna en las últimas semanas, dio su apoyo a la Ley Agrícola. Los partidarios de la ley señalan que la legislación prevé $209 mil millones para programas de nutrición, incluyendo fondos para bonos de comida para los pobres.

    El probable candidato presidencial republicano John McCain criticó la Ley Agrícola. Dijo que en un momento en que las materias primas han alcanzado un precio récord, los agricultores norteamericanos no necesitan subsidios gubernamentales.

    Entre los peores efectos de la Ley Agrícola se cuentan: la ley perjudica a la mayoría de los consumidores estadounidenses al seguir subsidiando el etanol de maíz, que desvía el 25 por ciento de la producción maicera a la producción de etanol subsidiado.

    Como resultado, los precios del maíz en el supermercado están aumentando, al igual que los costos de la carne de vaca y pollo, cuya alimentación es en base al maíz. Perjudica al medio ambiente entre otras cosas porque en vez de eliminar las trabas a la importación de etanol de azúcar procedente de Brasil, que se produce de manera más eficaz, es más barato y menos contaminante, la nueva ley conserva las barreras tarifarias que protegen a los productores estadounidenses de etanol de maíz.

    Perjudica a Latinoamérica porque mantiene las barreras, tanto tarifarias como no tarifarias, para los productos agrícolas de la región. En vez de contribuir a la reducción de los precios del azúcar en Estados Unidos facilitando la importación de países centromericanos o del Caribe, la nueva Ley Agrícola mantiene los cupos de importación para proteger a los magnates azucareros de Palm Beach.
    Como resultado, los estadounidenses pagan mucho más que los precios internacionales por el azúcar que consumen.

    Está en abierta contradicción con la prédica oficial de Washington a favor del libre comercio. Hasta ahora, Estados Unidos le decía a los productores agrícolas latinoamericanos: “Nosotros reduciremos los subsidios agrícolas si la Unión Europea hace lo mismo”.

    Ahora, con este voto bipartidista, el Congreso le está diciendo al mundo que no le permitirá a ningún presidente de Estados Unidos que reduzca los subsidios agrícolas. Mi opinión: el daño ya está hecho. Ahora, el presidente Bush debería hacer algo realmente audaz, que le ayudaría a dejar la presidencia en algo menos que un descrédito absoluto.

    Tal como me dijo Hufbauer, del Peterson Institute, Bush debería anunciar después de las elecciones de noviembre la propuesta más ambiciosa que haya hecho Estados Unidos para reducir sus subsidios agrícolas a cambio de concesiones razonables de sus socios comerciales. Esto no tendría ningún resultado inmediato, pero obligaría al próximo presidente estadounidense a ocuparse del tema y, posiblemente, le daría al próximo gobierno una excusa para continuar con una política heredada de su antecesor. La alternativa, que es no hacer nada, será desastrosa para Estados Unidos, y desastrosa para el mundo.