La experiencia de los últimos años nos ha enseñado las terribles deficiencias del sistema político-electoral hondureño. El sistema de corrientes internas se ha convertido en un instrumento para limitar los derechos de los ciudadanos, ya que la ley y la práctica han convertido en el patrimonio de algunos políticos la única vía para participar en la vida de los partidos. Ejercer el derecho a postularse en las elecciones internas pasa hoy en día necesariamente por la aceptación de los autoproclamados dueños de las corrientes internas. Lo anterior niega la intención de la Constitución de la República de garantizar el derecho de elegir y ser electo a los ciudadanos y no a las corrientes internas.
Además de coartar un derecho, la práctica diaria de las corrientes internas ha institucionalizado vicios terribles en política. El juego y los compromisos asumidos entre dueños de las corrientes mayoritarias y postulantes a cargos en las mismas corrientes internas es cada vez más ofensivo a la dignidad y a la democracia. Ningún método, por sucio que sea, está vedado. El resultado es que la gran mayoría de los candidatos y los diputados electos dejan de pensar y se convierten en fieles servidores de sus dueños y no del pueblo que los eligió. De esta forma, desde hace varios años, los diputados carentes de autoestima y de la trascendencia de su posición llegan a lucir en su frente el rótulo de micheletistas, rosenthalistas, floristas, melistas, para mencionar alguno ejemplos, dando a entender su deuda, gratitud y compromiso con sus padrinos y cerrando por completo la opción a legislar con criterio independiente.
Además de lo anterior, y como su consecuencia, la calidad de los procesos electorales internos lejos de mejorarse, se ha venido deteriorando. Los candidatos se distinguen por su mediocridad, las propuestas son cada vez menos y si las hay, son comprometidas y parcializadas. Adicionalmente, el caudal electoral es porcentualmente menor, creciendo amenazadora la abstención electoral y disminuyendo la credibilidad de los resultados electorales. Por el bien de la incipiente democracia hondureña y sus partidos políticos es necesario ir mejorando sustancialmente el sistema electoral e ir abriendo posibilidades para una apertura real dentro y fuera de los partidos políticos legalmente inscritos, dándole fin a las cúpulas tradicionales y a sus corrientes internas.