Sociedad civil y participación ciudadana

En aras de su necesaria credibilidad, las organizaciones de sociedad civil deben dar ejemplo de total rectitud divulgando periódicamente sus informes de actividades.

El que los hondureños se interesen y organicen para promover temas específicos, sean estos de carácter ecologista, defensa de los derechos humanos, diversidad sexual, niñez y juventud, migración, indigenismo, feminismo, transparencia y rendimiento de cuentas, deuda externa y tantos otros, constituye una tendencia que lejos de ser opuesta por los Gobiernos debe ser estimulada, por cuanto significa que nuestros compatriotas se interesan e involucran en temáticas que afectan sus existencias y reclaman espacios en que puedan plantear e implementar iniciativas y alternativas de solución, complementarias o distintas a las asumidas por el sector público, dejando atrás la indiferencia y pasividad con relación a la vida pública, al igual que la histórica relación entre gobernantes y gobernados caracterizada por el autoritarismo y verticalismo, que debe ser reemplazado por la apertura y consolidación de la democracia participativa.

Dos acontecimientos estimularon el crecimiento de la sociedad civil: la transición hacia la democracia a partir de 1980, tras regímenes militares en control del aparato estatal a partir de 1963, con un corto interregno de 1971 a 1973, la necesidad de subordinar las Fuerzas Armadas al control civil, la reemergencia de los partidos políticos en la actividad electoral en búsqueda de acceder al poder y el colapso provocado por los devastadores efectos del huracán Mitch en 1998 y la urgencia de la reconstrucción y transformación nacional.

La consolidación de una opinión pública debidamente informada, a la vez crítica y propositiva, significa un avance en la relación entre Estado y sociedad civil, así como en la ampliación de ciudadanía por distintos actores sociales.

Las garantías y derechos incluidos en el espíritu y letra de nuestra Constitución Política no deben ser meros enunciados: por el contrario, pueden y deben ser realidades cotidianas que son acatadas y puestas en vigencia permanentemente.

En aras de su necesaria credibilidad, las organizaciones de sociedad civil deben dar ejemplo de total rectitud divulgando periódicamente sus informes de actividades, el origen de los fondos captados, la renovación en sus juntas directivas vía elección secreta y directa, de otra manera la ciudadanía las cuestiona y retira su respaldo.

No pueden defraudar a quienes han depositado su solidaridad en ellas y sus integrantes. Suficientes desengaños y decepciones ha sufrido el pueblo hondureño a lo largo de su recorrido histórico, lo que justifica su cuestionamiento y escepticismo de propuestas que surgen y se extinguen sin haber cumplido los objetivos por los cuales fueron creadas.

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