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Reforma policial

  • Actualizado: 01 abril 2016 /

    En un primer debate la Ley Orgánica de la Policía Nacional se va abriendo paso en el Congreso Nacional, pero, al mismo tiempo, pone en evidencia el fracaso del reciente pasado en el que los intentos por lograr una significativa depuración en el estamento policial no se logró. Tratar de suplir el fallo con otra herramienta jurídica puede ser origen de otra frustración, pues son las personas con sus acciones las que crean el éxito o el fracaso de las instituciones y organismos.

    Necesario corregir los fallos y eliminar los obstáculos, sobre todo aquellos de calificación de imprescindibles, pues los cambios para que sean eficaces, las reformas para que calen en las instituciones deben venir de arriba abajo tanto en la publicitación y ensalzamiento de las buenas conductas como en la deducción de responsabilidades cuando se ha abusado del poder por simulación o disimulación.

    El instrumento jurídico desde el primer debate debe reflejar una ley que en la letra y, sobre todo en su espíritu, cale profundamente y sea integral, pues dado el problema la sociedad precisa y exige una cirugía a fondo, de alto riesgo, para deslindar los campos castrense y policial, así como reflejar en el proceso de formación su cercanía a la población y su identificación plena con ella para enfrentar las situaciones de violencia e inseguridad.

    Vuelve a la palestra el concepto de la policía comunitaria, cuyo elemento principal es la labor conjunta con los organismos y personas de las comunidades con responsabilidades compartidas, donde más que la autoridad necesaria, resalte el compromiso de tareas colectivas en beneficio de la población.

    Para lograrlo se necesitarán lavar muchos cerebros y digerir décadas de actuaciones en las que el estamento policial, con gran influencia castrense, ha constituido, con la complicidad no pocas veces de la misma población, el centro de decisión en la vida de las comunidades.

    Es por eso que si en casi cinco años, desde el 2011, la depuración policial no ha llenado las expectativas, una nueva ley tendrá escaso o ningún impacto si no empuja e impone, sí o sí, una depuración a fondo, cuyos obstáculos principales se han revelado en los altos niveles y será ahí desde donde se puede iniciar la enésima nueva etapa con la esperanza de una reforma a fondo para salir del pantano, como evidencia de que las palabras quedan atrás y las acciones toman el relevo que nunca debieron abandonar.