Habrá que enfrentar esa normalidad que presenta tranquilidad en la superficie, pero la “procesión va por dentro”, y tanta es la presión que el riesgo de explosión es alto, aunque de cuando en cuando se abra una válvula que alivie la situación. Normalidad, dejar para última hora labores apremiantes y de gran responsabilidad, como si se fuesen a arreglar solas. Al final, a trancas y barrancas, la solución llega, pero ¿qué ha quedado en el camino? Más de lo mismo sigue agrietando la estructura hasta que colapsa.
No debiera ser normal que a estas alturas el enredo administrativo, dizque para el “buen” manejo de las finanzas públicas, sea tema polémico de cara a las cercanas elecciones con bandera, nuevamente, de transparencia; pero con bajo nivel de confianza.
La ruta: Consejo Nacional Electoral, Congreso Nacional, Secretaría de Finanzas, triángulo que contiene decisiones que como son de palacio van despacio. Si a ello sumamos el ingrediente político partidista en todos sus ángulos concluiremos que las elecciones van, pero falta la gestión política creativa con identificadas y articulas preferencias compartidas en sociedad.
Vamos a adentrarnos oficialmente en la campaña proselitista y el tema de los recursos adicionales solicitados por el CNE continuará en la mesa. Hace unos días y a medida que las presiones aumentan, las respuestas pragmáticas evidencian el camino a seguir.
“Que gasten los novecientos millones que tienen, mientras nosotros hacemos nuestra parte para poder incorporar ese presupuesto adicional… Lo van a tener, pero gasten lo que tienen”. Más claro no canta un gallo. El CNE tendrá que esperar y no comer ansias, pues todo aquello que enreda, oscurece y adultera los resultados electorales está en manos de las personas, en todos los niveles y partidos, con responsabilidades en los centros receptores, en el escrutinio, en la transmisión del resultado y en la recepción y tratamiento de lo recibido. Hay que estar preparados con los recursos necesarios, pero lo más importante, el recurso humano. ¡Casi nada! Aunque en la punta de la lengua tengamos la expresión: es normal.