Viven en nuestra memoria y afectos, evocamos con gratitud sus existencias, trayectorias, enseñanzas, transmitidas a sus descendientes. Este día rendimos testimonio de afecto solidario a nuestros seres queridos, parientes y amistades, que todos y todas hayan encontrado paz y reposo en el sueño eterno.
El ciclo vital inexorablemente llega a su fin, tras las sucesivas etapas de nacimiento, niñez, adolescencia, juventud, adultez. Todo deceso impacta, particularmente si ocurre prematuramente, cuando aún faltan décadas por delante y se está en plenitud de facultades físicas y mentales.
Hoy rendimos testimonio de afecto y nostalgia a quienes nos han precedido en el tránsito existencial, por igual a quienes tratamos y conocimos como, igualmente, a compatriotas desconocidos que sucumbieron víctimas de la despiadada violencia que nos golpea a diario: niñas, niños, adolescentes, adultos, cuyas vidas han sido segadas por el odio, la venganza, la brutalidad.
Igualmente a quienes yacen en fosas comunes al desconocerse su identidad y no haber sido reclamados, también a quienes han perecido en desastres naturales, a las y los migrantes que en el tránsito hacia tierras lejanas encontraron la muerte sin haber podido llegar a su destino. Que en paz descansen todas y todos.
Es oportuno recordar a las autoridades municipales que los camposantos deben contar con mantenimiento y vigilancia permanentes a fin de impedir la vil y sacrílega profanación de sepulturas por vándalos carentes de las más mínima piedad y respeto por las tumbas en donde yacen las y los muertos, al igual que las lápidas que los identifican.
Quienes hoy visitan los cementerios para coronar a sus seres queridos deben contar con protección y asistencia por parte del personal laborante en ellos. Los cementerios deben ser oasis y remansos de paz eterna, de recogimiento en donde las y los visitantes rinden tributo y testimonio solidario hacia sus seres queridos, con su presencia testimonian que no han sido olvidados y su memoria perdura en mentes y corazones.
Se debe disponer de terrenos adicionales para no saturar más allá de los espacios físicos disponibles a los camposantos ya saturados.
Al fallecer, ya existen dos opciones para disponer de los restos mortales: entierro o cremación, de acuerdo al deseo de la persona y/o sus familiares. Si cremado, las cenizas pueden ser esparcidas al viento o la mar, si sepultado la Madre Tierra lo acoge en su seno.