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¿Líderes o dirigentes?

  • 21 septiembre 2021 /

    A baja velocidad, mejor así, camina el proselitismo electoral, en el que todavía, pese a la demanda, no aparecen programas de gobierno con los cuales ir visualizando y evaluando el camino de los próximos cuatro años, que debieran asentarse y fortalecerse en una democracia real, de manera que haya participación, no solo representación, de los hondureños, respetando y valorando las diferencias como la gran columna de la convivencia pacífica.

    Todo ello puede considerarse como enseñanza en el aula, pero es la esencia misma del sistema de libertades, la verdad que sucumbe, no pocas veces, en la carrera por el poder y en su ejercicio. Mucho más en estos tiempos por el uso y abuso de la tecnología como vía de mentira o distracción con el objetivo de que “algo quedará” de esos mensajes desprovistos de moral y ética.

    La verdad, conocimiento, encamina la ruta de la certeza hacia una coherencia personal y colectiva en el pensamiento, las palabras y las acciones. En pocas palabras, honradez, persona cabal. Necesitamos mucho, muchísimo, de esos individuos para dar un primer paso seguro hacia la confianza que rescate la credibilidad en líderes e instituciones para ir vislumbrando un horizonte limpio. Apelar a la coherencia no es apuntar a la uniformidad.

    ¿Líderes o dirigentes? Un abismo entre uno y otro. El primero reconoce, valora y aprovecha los recursos, sobre todo el humano, para solucionar problemas, cada día más graves, que atenazan y estrangulan la sociedad. Un dirigente enfoca su esfuerzo en intereses personales o de grupo, que van apareciendo con claridad en decisiones de visión inmediata con beneficios sumamente concentrados en lo mismo y en los mismos.

    Las voces, aunque sea en el desierto, claman a diario para que la votación de noviembre se transforme en una auténtica jornada colectiva de elección, tal y como en las homilías dominicales señala el cardenal y arzobispo de Tegucigalpa, Óscar Andrés Rodríguez: “Hay que votar por aquellos que consideramos mejores, no por la muerte, no por la violencia, no por los que promueven antivalores”. Este es el gran desafío para enfrentar con férrea voluntad, pues el pasado cercano evidencia profundas fallas y brutales consecuencias en la vida de los hondureños.

    Un no queremos más de lo mismo debe ser la aspiración colectiva, fruto de la reflexión personal y de la interpretación y análisis de situaciones muy vulnerables y dañinas. Basta de mirar sombras, como exponía el filósofo griego en “El mito de la caverna”, para ver y valorar la realidad, no falsas y manipulables proyecciones.