Cuando un régimen de cualquier signo ideológico y orientación política pretende perpetuarse en el poder y para tal efecto utiliza una gama de estrategias, todas en conflicto con el ordenamiento jurídico cuando este aún no ha sido derogado, que van desde la represión abierta a formas más sutiles y efectivas: el control de los poderes Legislativo y Judicial, además del o los entes a cargo de los procesos electorales, de esa manera, si es necesario, contando con mayorías incondicionales, puede derogar aquellos artículos constitucionales que prohíben la reelección presidencial, lo que en nuestra carta magna se designa como articulados pétreos.
Las instituciones que administran las elecciones son de igual importancia como organizadores y garantes de la transparencia, velando por el pilar fundamental de su razón de ser: la plena vigencia del voto libre, directo y secreto, funcionando con absoluta imparcialidad en el conteo de los sufragios, las actas electorales, la proclamación de los resultados.
Paralelamente, se practica el espionaje electrónico a fin de chantajear a personas de la oposición invadiendo su vida privada, la compra de votos, las amenazas a familiares de quienes cuestionan al oficialismo.
El proceso democratizador en nuestro subcontinente, a partir de 1978 con la Tercera Ola Democrática, ha experimentado reveses, tanto en el Caribe, Centro y Sudamérica; en Haití, Guatemala, El Salvador, Honduras, Perú, Bolivia, Paraguay, para recordar algunos casos.
En Cuba, Nicaragua, Venezuela, se consolidaron gobiernos totalitarios, en los que el poder y la autoridad se concentran en el titular del Ejecutivo, objeto de culto a la personalidad, exaltado como caudillo redentor, omnisciente y omnipresente. La supervivencia del sistema democrático, con sus imperfecciones, pero capacidad de autorregenerarse y evolucionar hacia niveles cualitativos superiores, está en peligro real.
Su supervivencia compete a toda la ciudadanía, atenta y vigilante, con periódicas y permanentes auditorías sociales, que faciliten la transparencia, rendimiento de cuentas y prevengan desviaciones y desvíos hacia los extremos del espectro político. De bajar la guardia, llegará el momento, más temprano que tarde, de lamentaciones extemporáneas por estar ya fuera de tiempo. La vigilancia es aquí y ahora, evitando el eventual exilio o el llamarse a silencio cómplice. Toda la sociedad debe estar consciente de su papel en la lucha por la preservación de la democracia como la principal y más importante forma de gobierno para vivir en armonia.