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Hacer leña...

  • Actualizado: 05 abril 2016 /

    Muy sabiamente, por sentimientos de humanidad, la sabiduría popular aconseja no hacer leña del árbol caído, pues no es noble, valiente o leal aprovechar la desventaja. Sin embargo, habrá que dar vuelta al dicho y proclamar a los cuatro vientos: Hacer leña del árbol en pie y consagrar el destino que se le da a la leña a quienes desde sus puestos de mando, con la responsabilidad de proteger la vida de los hondureños y garantizar la seguridad, se convirtieron en victimarios y sicarios.

    Los hechos están ahí, los documentos también y los protagonistas de tan nefastos crímenes integrando todavía el estamento oficial o las filas de agentes policiales. Los reveladores informes quedaron en manos de los autores intelectuales, por lo que las voces de entonces, cuya dirección era exacta, no lograron romper el blindaje que los rodeaba.

    Recientemente nos referíamos en esta misma columna editorial al debate para la aprobación de la Ley Orgánica de la Policía Nacional, como necesidad urgente, por el fracaso en el reciente pasado en el que los intentos por lograr una significativa depuración en el estamento policial no se logró. Tratar de suplir el fallo con otra herramienta jurídica puede ser origen de otra frustración, pues son las personas con sus acciones las que crean el éxito o el fracaso de las instituciones y organismos.

    Aceptar como fundamento de la reforma exigida el proyecto nacido en el ambiente policial e impulsar como valedera la reforma desde el interior de la misma policía, es decir, confirmar en un proyecto, detalladamente elaborado, de autorreforma es apostar por un nuevo fiasco y, lo que es peor, seguir alimentando la hidra de siete cabezas de la mitología griega, monstruo marino con la característica de que al cortarle una cabeza, le nacían dos más.

    El momento es crítico; nos hallamos en el punto de fusión que nos ha de dar a los hondureños la verdadera naturaleza de la función policial, pervertida por algunos al servicio de la delincuencia y criminalidad. La intervención en la sede policial de Casamata, la participación en tres crímenes de alto impacto y la reactivación de 30 expedientes “dormidos”, dan la dimensión y gravedad de un problema del que se hablaba, pero del que la complicidad lograba oídos sordos y ojos cerrados.

    Escuchamos pedido de perdón, promesas, por enésima vez, de una policía de la que estén orgullosos los hondureños y tantas otras palabras, pero lo que exigimos son acciones de los operadores de justicia tan contundentes que hagamos leña de los árboles en pie que es necesario arrancar.