Tal es la pregunta que la ciudadanía empieza a formularse, de cara a las elecciones de noviembre.
Para responderla, debe meditar de manera racional antes que emotiva, sopesando factores tales como honestidad personal, integridad moral y ética, moderación en sus actuaciones y pensamiento político, capacidad demostrada, antecedentes personales, en valoración objetiva de los pros y contras. Ciertamente contamos con mujeres y hombres que más se acercan o alejan de tales requisitos y que aspiran a cargos de elección popular.
Las y los compatriotas por los cuales depositaremos nuestros votos deben inspirar confianza, concluyendo que son quienes más se acercan a lo idóneo.
Esto es válido en los tres niveles: presidencial, legislativo y municipal, ya que quienes sean favorecidas con nuestros sufragios tendrán a su cargo la alta responsabilidad de dirigir los destinos de la nación, nuestra representación en el Congreso Nacional y la conducción de los gobiernos locales.
En nuestra historia electoral reciente, un candidato aspirante a la presidencia de la República, que pese a los cuestionamientos respecto a su nacionalidad, llegó al ser el más votado, recibiendo el respaldo de compatriotas afiliados a distintos partidos políticos, además del suyo, fue Ricardo Maduro, precisamente por inspirar confianza, honorabilidad y capacidad, demostrada esta durante su gestión al frente del Banco Central de Honduras.
Presentó durante la campaña electoral, un detallado plan de gobierno, intitulado Mi compromiso contigo, elaborado por distintos técnicos especialistas en las ofertas presentadas a consideración de las y los electores.
No debemos olvidar que en nuestras manos está el futuro de la patria y que nuestra decisión inclinará, con nuestros votos, el destino de la nación durante el próximo cuatrienio.
Es por ello que, desde ahora, empecemos a meditar quienes mas conviene favorecer por sus cualidades y atributos personales, independientemente de su filiación partidaria.
Sin duda es una alta e ineludible responsabilidad que no puede ni debe ser soslayada. Concurrir a las urnas masivamente el próximo noviembre es, simultáneamente, un deber y un derecho que debemos ejercer en un ambiente de civismo, paz, transparencia.
Disponemos de suficiente tiempo para iniciar la reflexión y evaluación arriba señalada, con lucidez exentos de dogmatismos y pasiones infecundas.