28/04/2024
02:25 AM

A partir de mañana

    Aunque desde hace varias semanas el ambiente navideño comenzó a manifestarse, a partir de mañana, primero de diciembre, entraremos plenamente en la época más esperada del año. Y en la coyuntura histórica que el país está viviendo, la ocasión es propicia para que los hondureños, sobre todo los que dirigen el país desde sus diversos frentes: gobierno, líderes gremiales, clase política, etc., se detengan a pensar en el bien, o en el mal, que con sus acciones le causan a Honduras.

    La Navidad ha sido siempre considerada como una temporada en la que sobresale la concordia, la comprensión, el cariño humano, la paz. Los villancicos que se han compuesto y cantado, durante siglos, para esta época del año, hablan de hermandad, de generosidad, de un Dios que se hace hombre para identificarse plenamente con el género humano. Un Dios que es, en su esencia, sinónimo de perdón y de amor por el prójimo.

    De ahí que todo lo que tiene que ver con odio, con insultos, con descalificaciones, con discordias, no tienen cabida en Navidad. Y, triste y desafortunadamente, de esto hemos tenido bastante en este año que está por concluir. En vez de salvar distancias, parece que se buscan profundizar las brechas; en lugar de procurar coincidencias, que las hay, se remarcan las diferencias. Hay un desgarre entre bandos que se oponen, entre individuos que, en principio, deberían compartir las mismas preocupaciones, pero que más bien tiran cada uno por su lado en franca enemistad.

    La mayoría de los hondureños, por nuestra parte, asistimos a este espectáculo lamentable y vergonzoso en el que, sin pudor, quedan en evidencia las miserias y ambiciones de unos y de otros.

    El papa Francisco ha pedido que en estos días dirijamos nuestra vista hacia el nacimiento, hacia el pesebre de Belén. Ahí está un sencillo carpintero velando por su familia, una madre que, con serenidad, también dirige su mirada hacia el recién nacido Niño, unos pastores que ofrecen lo poco que tienen, y unos ángeles que piden paz para los hombres, y para las mujeres, de buena voluntad. Habría que pensar si somos merecedores de esa paz, porque, como dice la Sagrada Escritura, solo es para aquellos que tienen intenciones rectas, buena voluntad, y no intenciones aviesas y retorcidas, planes ocultos para el país y para los que no comulgan con sus planteamientos ideológicos. De modo que, a partir de mañana, hay que examinar nuestros propósitos y nuestra conducta, para que ambos estén en sintonía con el auténtico espíritu navideño.