En Honduras el mes de agosto está dedicado a la familia. Si bien la sido la Iglesia Católica la principal institución que ha dado continuidad al tema a través de los años, fue en tiempos del expresidente Carlos Roberto Reina, en 1994, cuando se declaró la última semana de este mes la “Semana Nacional de la Familia” haciendo eco del Año Internacional de la Familia declarado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en aquel tiempo.
Este es un buen momento para dar a esta conmemoración la importancia que tiene en cualquier sociedad, especialmente en la nuestra, tan debilitada por múltiples causas.
Enfocarnos en el fortalecimiento de las familias, de los lazos que las unen, puede ser una vía para recuperar el tejido social.
Es indispensable reconocer que en la actualidad las familias tradicionales no son la regla. Es muy frecuente encontrar hogares liderados por abuelos o abuelas, tíos o tías, que asumen la responsabilidad de cuidar a quienes dejan a su cargo.
Hay que admitir que la emigración tiene su impacto en la integración familiar, así como la violencia ciudadana que arrebata vidas y posibilidades de desarrollo para nuestra gente. Tampoco podemos dejar de lado los hogares monoparentales por distintos motivos, la paternidad irresponsable y el embarazo adolescente, entre otras situaciones.
Sin embargo, donde existan lazos -sanguíneos o no- respeto y formación para la vida, entonces habrá familia. En ese sentido, el rol que juega la familia, del tipo que sea, en la formación de individuos con valores y con capacidades esenciales para hacer frente a los retos de la vida, es insustituible.
El núcleo de la sociedad, como reconocemos que es, debe fortalecerse si deseamos tener comunidades igualmente fortalecidas. La construcción de una cultura de paz y convivencia ciudadana pasa por las familias, de allí que sea tan relevante trabajar en ello.
Uno de los pasos esenciales para incidir en cualquier tema es sensibilizar. Generar espacios de diálogo y participación sobre los diversos temas que se relacionan con las familias, así como es fundamental conocer las inquietudes de las nuevas generaciones.
No podemos pretender que la niñez y la juventud hondureña cambien la realidad que vivimos, si no existe un abordaje integral, que tome en cuenta su primera comunidad. Crear iniciativas a favor de las familias significa trabajar por mejorar el ambiente en el que se desarrollan los individuos que pretendemos que sean capaces de cambiar el rumbo errático que por años ha tenido el país.
Son necesarias las iniciativas que promuevan la formación en habilidades blandas para las familias, así como en valores tales como el respeto, la responsabilidad, la tolerancia y la honradez; en temas relacionados con la economía familiar, en resolución pacífica de controversias, entre muchos más.
De la misma forma, es necesario promover la recreación sana, a través de actividades artísticas y lúdicas de interés para la niñez y la juventud, así como la práctica de deportes y juegos tradicionales. Hay múltiples organizaciones e iniciativas en el país que hacen una valiosa labor y que requieren visibilidad y apoyo para crecer. Ojalá se haga el mismo énfasis en el fortalecimiento de las familias como se hace en otros temas. Que la celebración del Mes de la Familia no se quede solamente en la Iglesia, ni en la Secretaría de Educación, sino que encuentre eco, crezca y se fortalezca.
Que las municipalidades retomen esta celebración y hagan lo propio; que la academia promueva el debate y haga propuestas, que la empresa privada también contribuya. Que juntos promovamos una cultura de paz a partir de las familias, todas, sin exclusión. Construyamos vínculos sanos desde el núcleo, para hacer de Honduras un país mejor.