Primero arreglo el caminito, de modo que los conejos se acostumbren a él. Por ejemplo, hoy por la noche vendrán y tendrán temor de pasar por el sendero; pero mañana se acercarán más, y poco tiempo después uno de ellos lo cruzará, después caminará por él. Pocas noches después se familiarizarán con el camino y lo usarán frecuentemente sin ningún temor.
Entonces pondré la trampa en medio de las ramas y después… comeré conejo todos los días”. “Ya veo”, contestó el amigo, “estás usando la misma táctica que Satanás: primero atrae a las personas con algo que da la impresión que es ‘inocente’ y cuando adquieren confianza, él los atrapa y los destruye”.
Y si hay trampa que al ser humano le resulta terriblemente seductora es el adulterio o infidelidad. Desde tiempos remotos el diablo ha hecho creer que la tendencia a ser infiel es parte de nuestra naturaleza y que, por lo tanto, es algo normal, inevitable, un asunto con lo cual debemos aprender a convivir. Un artículo publicado por el diario El País en 2019, indica que en la actualidad los adulterios van en aumento puesto que ser infiel es mucho más fácil y rápido hoy que décadas atrás. Esto debido a que el internet y la amplia gama de servicios relacionados hacen que tener un amante esté al alcance de cualquiera.
Ahora bien, Satanás siempre presentará lo sabroso del pecado, pero nunca sus consecuencias catastróficas. Y el adulterio es como una bomba, cuyas ondas expansivas destruyen la vida no solo de los implicados sino de sus familias, trayendo vergüenza y dolor. La infidelidad es una trampa mortal. Tengamos mucho cuidado.