Santa Bárbara es el departamento de Honduras que, históricamente, ha tenido más simpatizantes del Partido Liberal, pero no es solo por eso que a sus habitantes les dicen cheles, sino también porque son de tez clara, aproximándose a rojiza. Muchos son rubios y zarcos, parecen gringos, por eso aquellos que residen, sin papeles, en Estados Unidos pasan inadvertidos cuando el ICE hace feroces redadas de inmigrantes.
Sus características físicas se deben a que los conquistadores españoles que ocuparon la región durante tres siglos no se metieron abiertamente con las mujeres indígenas, como en el resto del territorio explotado. Muchos de los santabarbarenses son descendientes de sefarditas; o sea, judíos nacidos en España, por ello también los distingue su nariz aguileña.
Asimismo, les dicen pateplumas, pero para ellos no es una ofensa, sino un motivo de orgullo. Patepluma es una contracción de la frase pata de pluma, que no se sabe con certeza por qué se asocia a los hijos de estas tierras, cuna de escritores y presidentes. Existen varias versiones sobre el origen de ese apodo, la más popular de ellas es que en tiempos de la guerra civil en Honduras los santabarbarenses, para evitar ser reclutados, huían tan despavoridos que sus “patas” parecían plumas en el aire. Se atribuye al “coronel de cerro” Gregorio Ferrera haber acuñado esta frase ante la negativa de los blanquizos de participar en las montoneras libradas por líderes malignos para alcanzar el poder sin la voluntad del pueblo. Además, Ferrera estaba molesto porque había buscado infructuosamente a Enrique Aguilar Paz para que le entregara los mapas de las zonas de guerra, pero el cartógrafo, autor del primer mapa de Honduras, se había refugiado en la montaña de Las Nieves, en Ilama, que conocía como la palma de su mano. Posteriormente, diría Aguilar Paz, que no era por cobardía que huían, sino porque “los hijos de Santa Bárbara han adquirido un mayor grado de civismo, rechazando el odio entre hermanos y profesando el amor por la paz, condición indispensable para que Honduras prospere”.
Otra historia establece que cuando el expresidente Luis Bográn fue a la Unión Postal con sede en Francia en 1883 trajo un sello para estampar las cartas con la figura de una pluma. Debido a que la entrega de las misivas se hacía a pie comenzaron a llamar a los carteros patas de pluma. Pero los santabarbarenses sostienen, con su característico buen humor, la versión de que ellos han sido tan buenos con la pluma, que pueden usarla hasta con los pies para escribir.
Sin embargo, la exégesis que parece más real es la que publicó Rubén Ángel Rosa en su libro “Iris”. Refiere el escritor que en Ilama hubo, hace tiempos, una aldea que se llamaba Lodo Negro, habitada por indios que llevaban siempre una pluma atada al tobillo. Fue entonces que la gente comenzó a identificarlos como pateplumas. Luego, el gentilicio se esparció por el resto de la tierra del café de excelencia y del junco, que es convertido en variadas artesanías por manos prodigiosas. Entre estas destacan sombreros típicos como el que el papa León XIV recibió, el pasado mayo, de manos del padre Noel Ortiz en nombre de la arquidiócesis de San Pedro Sula.