23/04/2024
05:55 AM

Taiwán e Israel

Juan Ramón Martínez

El canciller Rosales me decía en una conversación privada que el escenario internacional había cambiado. Estaba pensando en los nuevos equipos de la política exterior hondureña a partir de fines de enero del próximo año. Que, aparentemente no lo han entendido. Pero me quedó claro que sabe que los intereses se han modificado, pero no la forma imaginativa en cómo hay que reaccionar ante los cambios.

Primero –no lo incluyo a él por supuesto– que, hay una nueva potencia; que los Estados Unidos nos han menospreciado y nos mantienen aislados y, en consecuencia, tenemos que seguir a Bukele y empezar a hacerle guiños a China. Siguiendo la vieja tradición iniciada por Bolívar y consolidada, exitosamente por Castro con la Unión Soviética. Sin pasar por alto los resultados cuando inesperadamente la Unión Soviética se vino abajo.

El viaje a Israel –al margen de que uno no se explica qué andaban haciendo en la delegación predicadores que ni siquiera entienden la hermenéutica del evangelio– es una torpe reacción de Honduras frente a este cambio. Sin embargo, más que un reclamo, es un guiño equivocado buscando la atención y una discreta insinuación que si usted “papá no me da dulces, se los pediré a mi mamá”.

Además, el viaje se hace tarde. Tenía sentido en tiempos de Trump, pero no en los de Biden, en que la política exterior de EUA está basada en su competencia con China, que ya merodea en Centroamérica, a menos de una hora volando en bombarderos de alta velocidad. Y el país amenazado no es Israel --muy fortalecido-- dominante en Oriente Medio, con arreglos con algunos países árabes y, parado de frente, a Irán. Lo que está en juego es Taiwán y es hacia allí –sin los evangélicos en la delegación y sin ignorancias cristianas que muy pocos celebramos– en donde se debió haber dirigido con militares, politólogos y empresarios. Sin Mario Tomás Barahona.

El escenario de la innegable reactivación de la nueva guerra fría está en dos sectores: el flanco terrestre de China y la cuña que representa Vietnam, que, en caso de conflicto, se alineará con EUA; y la disputa por las aguas del mar de China Meridional y la espina en la garganta de la nueva potencia, Taiwán. De manera que respaldar a Taiwán en este momento es mucho más útil para la política exterior de Honduras que hacerlo con Israel. No es que carezca de importancia, pero en términos prácticos, Taiwán tiene ochenta años de estar junto a nosotros, apoyándonos como nadie lo ha hecho en proporción a su tamaño y capacidad económica. Ni siquiera Estados Unidos.

En cambio, Israel, con toda su superioridad, nos obligó a que trasladáramos nuestra embajada a Jerusalén –provocando el rechazo hacia Honduras de la comunidad internacional y cierta sorna en los medios diplomáticos de los Estados Unidos– mientras ellos, ni siquiera tienen alquilado el local de su embajada; ni nombrado embajador.

Por supuesto, debemos reaccionar. Acercarnos a Taiwán mucho más que hasta ahora, es geopolíticamente más importante que los viajes con Mario Tomás Barahona, exvendedor de seguros en Olanchito, que, de esto, no entiende el amén, ha hecho el gobierno a Jerusalén. Por ello, para convencer a Biden, no hay que orar al Muro de las Lamentaciones nada más, sino que demostrar dos cosas que Estados Unidos exige: que esta administración no continuará, incluso ganando el Partido Nacional y que Honduras no romperá con Taiwán entregándose a China. Eso no lo permitirá Estados Unidos. Castro lo hizo por talentoso y valiente, contando con el respaldo de su pueblo, mientras los hondureños, ahora, le dan la espalda a JOH.