“La virtud es más perseguida por los malos que amada por los buenos”: Miguel de Cervantes.
Toda convicción o actitud que le lleva o le permite accionar por la vida, eso son las virtudes humanas. Si se tiene claridad en las virtudes humanas, se sabrá qué conducta y vida llevar.
La prudencia es una virtud muy propia, templanza, justicia y fortaleza, al igual la liberalidad de ayudar, la esperanza y las convicciones de fe.
En medio de la sociedad polarizada y fracturada, donde lo más importante es el egocentrismo, que busca lo fácil, lo endeble, lo mediocre, sin lograr ningún esfuerzo y alaba lo novedoso, vulgar y critica lo intelectual, moral o espiritual.
La mentalidad que solo los ancianos pueden vivir así, con virtudes, que eso es de abuelos o abuelas o de personas aburridas, lo más crítico es pensar que las futuras generaciones tomarán como normales la falta de valores.
Es el tiempo de que una generación escriba o vuelva a desempolvar el manual de vida, que se formen los buenos hábitos que forman la personalidad y que se desarrolle por la consistencia, disciplina y honor en cada persona y familia, para dejar un legado de vida y ser mejores personas cada día. Es mucha la falta de respeto en las calles, buses, trabajos, etc. Las virtudes como la obediencia y la sinceridad. Donde la voluntad se da la mano con la pureza, la inocencia hará un acto de presencia para vivir una vida de excelencia.
Es la familia donde se origina, no se puede permitir que nada atente contra la más grande institución en la tierra, la “familia”, la cual fue diseñada por un ser supremo. Que dice el manual de vida: “Añade a vuestra fe “VIRTUD”; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia, a la paciencia piedad, a la piedad, afecto fraternal, y al afecto fraternal, amor. 2 Pedro 1:5-7 RVR60.