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¿Qué les pasa a los republicanos?

  • Actualizado: 15 julio 2017 /

En los dos últimos meses, el gobierno de Trump y los republicanos en el Congreso han propuesto dos planes para la atención de la salud y un presupuesto con el cual se les quitarían prestaciones a los electores esenciales de los republicanos, en especial a los de la clase trabajadora. Y, con todo, en este tiempo, no ha cambiado el índice de aprobación de Trump, 40 por ciento. En este periodo los republicanos han defendido exitosamente una serie de escaños congresales.

¿Qué está pasando? ¿Por qué los conservadores de la clase trabajadora parecen votar con tanta frecuencia en contra de sus propios intereses económicos?

Mi intento por responder empezaría en los siglos XVIII y XIX. Muchos de los partidarios de Trump viven en sitios que otrora fueron el límite de la frontera estadounidense. La vida en la frontera era frágil, peligrosa, solitaria y despiadada. Si un solo error podía producir un desastre, entonces eran esenciales la disciplina y la autosuficiencia. El patrón básico de vida era una condición de peligro subyacente, al que se mantenía a raya con un ethos de templanza, autocontrol y estrechez de conciencia.

En ocasiones, los pueblos fronterizos pasaban de ser prósperos a ser parte del cinturón bíblico en un salto. Empezaron sin ley. La gente necesitaba imponer códigos de respetabilidad para sobrevivir. Las religiones fronterizas a menudo eran ascetas, prohibían beber, jugar a los naipes y bailar. Y, con todo, siempre había un tufillo de desorden extremo – embriaguez, violencia y fraudes – que amenazaban desde muy abajo.

Hoy, esos lugares ya no son frontera, pero muchas de las ciudades todavía existen al filo de la misma navaja, entre el orden tradicionalista y la disolución extrema.

Por ejemplo, tengo un amigo que es un ávido admirador de Trump. Se mantiene con un empleo de medio tiempo como cantinero y otro, también de medio tiempo, como contratista doméstico, y, además, también realiza diversos trabajitos. Una buena parte de su ingreso es fuera de nómina. Ha logrado juntar una cuenta de ahorros decente, pero lo ha hecho por cuenta propia, moviéndose de prisa, vendiendo chatarra, sin ninguna seguridad de largo plazo. Su ingreso puede variar drásticamente de una semana a otra. No confía mucho en las instituciones que lo rodean. Ha trabajado en proyectos de construcción del gobierno, pero se ve a sí mismo, con justa razón, como un pequeño empresario.

No es demasiado distinto de la vida dura e independiente en la frontera. Muchas personas en estos lugares tienden a ver a sus comunidades en la forma en la que los realistas de la política exterior ven al mundo: como una lucha de llano por los recursos, como un mundo duro, un mundo sin ilusiones, un mundo en el que el conflicto está inmerso en el tejido de la realidad.

Las virtudes más admiradas en tales lugares, entonces y ahora, son lo que Shirley Robin Letwin llamó alguna vez las virtudes vigorosas: ser “rectos, autosuficientes, vigorosos, aventureros, independientes en las ideas, leales hacia los amigos y robustos contra los enemigos”.

Los pecados que pueden causar más problemas no son los sociales, como la injusticia y la falta de civilidad. Son los personales: pereza, autocomplacencia, alcoholismo o acostarse con cualquiera.

Entonces como ahora, el caos siempre arrasa las puertas. De hecho, muy pocas personas viven a la altura del código de la autodisciplina que predican. Una sola noche de juegos de azar o cualquiera cosa que pueda generar la toma de malas decisiones que alteran la vida. Más aún, las fuerzas de la alteración social son visibles en cada calle: los haraganes que abusan de los programas de discapacidad, la gente que saca bebés, los drogadictos, los cónyuges abusones.

A los electores de estos sitios les vendría bien algo de ayuda. Sin embargo, estos estadounidenses, como la mayoría de los estadounidenses, votan con base en su visión de lo que hace a una gran nación. Estos electores, como la mayoría de los electores, creen que los valores de las personas son la salud del país.

Desde su punto de vista, el gobierno no refuerza las virtudes vigorosas. Por el contrario, las debilita porque fomenta una dependencia que se chupa a la iniciativa, permite que la gente que comete errores se salga con la suya para seguir cometiendo más, y al interponerse en el camino de la formación moral.

La única forma de forjar virtudes de autosuficiencia, desde esta perspectiva, es por medio de la lucha. No obstante, expertos gubernamentales distantes quieren proteger a las personas de las penurias que son la escuela de la autosuficiencia. El gobierno compasivo amenaza con convertir a la gente en “snowflakes” o liberales.

En su libro, “Strangers in Their Own Land”, la socióloga Arlie Hochschild cita a una mujer de Luisiana que se quejaba de las leyes sobre las tapas que no pueden abrir los niños y los cinturones de seguridad obligatorios. “Nosotros los dejábamos que lanzaran dardos para pasto y fumábamos junto a ellos”, dice la mujer sobre sus hijos. “Y sobrevivieron. Ahora, pareciera que tus hijos necesitan un casco, rodilleras y coderas para bajar por una resbaladilla”.

El libro de Hochschild, modesto e importante, es una reflexión sobre por qué los conservadores de la clase trabajadora votaron en contra de más programas gubernamentales para ellos. Ella enfatiza que perciben al gobierno como un brazo corrupto que se utiliza en contra de los pequeñines. Ella argumenta que estos electores pueden votar en contra de sus intereses económicos, pero votan por sus intereses emocionales, por los candidatos que comparten sus emociones sobre los problemas y los grupos.

Yo diría que creen que el apoyo del gran gobierno brindaría asistencia de corto plazo, pero sería un veneno a largo plazo para los valores que son la esencia de la prosperidad. Es posible que usted y yo estemos en desacuerdo con esa teoría. Sin embargo, es una plausible. Cualquiera que quiera diseñar políticas para ayudar a la clase trabajadora tiene que asegurarse de que sigan el largo de las vetas de las virtudes vigorosas y no que vayan contra ellas.