San Pedro Sula puede convertirse en una ciudad en la que vuelen de nuevo los zorzales y resurjan los laureles.
Esto sería posible si las autoridades municipales pusieran en práctica determinada organización que regule una adecuada arborización y otras medidas recomendadas por ambientalistas nacionales e internacionales.
Por ejemplo, sería ideal convertir a San Pedro Sula en una ciudad esponja, un término difundido en el actual mundo ambientalista. Se trata de un modelo urbano que utiliza infraestructura verde para absorber, filtrar y almacenar el agua lluvia, controlando las precipitaciones de manera sostenible.
Ciudades como San Pedro Sula suelen sufrir olas de altas temperaturas que pueden ser causadas por varios factores, incluidas las llamadas cúpulas urbanas de calor, que se producen cuando una presión fuerte y alta atrapa aire caliente sobre una región, impidiendo que el aire frío ingrese, y provocando que las temperaturas aumenten en el suelo y se mantengan altas.
La mejor manera de prevenir las cúpulas urbanas de calor es utilizando árboles, pero de manera adecuada. Cuanta más densidad constructiva hay, sea horizontal o vertical, es necesario tener más verdor en la ciudad.
No es solo una estrategia estética, sino también de confort térmico, de salud ambiental, de ahorrar recursos económicos, como sugiere la arquitecta Ángela Stassano. Ella ha soñado en que San Pedro Sula se convierta en un jardín donde las paredes de los edificios estén forradas de plantas, y hasta los techos de las casetas para esperar el bus ofrezcan la frescura de la naturaleza.
En su código ambiental hay medidas para distintas viviendas, por ejemplo, que tengan más entradas para la luz natural o que en su techo haya plantas cultivadas para evitar el impacto directo de la energía solar.
Incorporar la naturaleza en las construcciones, aparte de economizar energía eléctrica y perfumar el ambiente, atrae a los pájaros y las mariposas. El Gobierno no debería gastar tanto en aire acondicionado si somos un país pobre donde se pueden hacer edificios bioclimáticos. Es cuestión de cómo se usen los materiales y de conocer el aspecto climático.
Se puede vivir dentro de un contenedor sin aire acondicionado sí se protegen las paredes con pantallas solares y se siembran plantas en el techo. La arquitecta Stassano ha puesto en práctica todas las medidas que recomienda en su complejo ambiental Techos Verdes de la colonia El Barrial, en donde hay cabañas bioclimáticas para pernoctar oyendo los grillos y sintiendo los olores de la noche. Ha llamado Pajareras a estas cabañas de vivos colores, suspendidas a la altura de las copas arbóreas.
Entre más cemento y menos verdor hay, más se asfixia la ciudad. El pavimento es como una enorme batería que se carga de energía en el día y desprende todo ese calor por la noche. Si no podemos prescindir de él, al menos amorticemos su impacto cultivando más plantas en los solares en vez de levantar muros que impiden la circulación del aire.
La profesional de la arquitectura ha demostrado que es factible vivir dentro de un furgón para carga, con las comodidades de un apartamento, disfrutando de la frescura de la naturaleza.
Ha creado dentro de Techos Verdes un ambiente en el que las personas se sienten en sintonía con la naturaleza para que cuando salgan valoren lo que es cuidar el medio ambiente. Poco podemos lograr implorando a la gente que no tire la basura si no le enseñamos a valorar la naturaleza. Se puede convertir a San Pedro Sula en el jardín que fue antes de cubrirse de cemento, como predica Stassano, pero si la pudiéramos convertir en un bosque sería mucho mejor.