Proliferación de las estafas financieras

En Honduras, este tema toma mayor relevancia con el caso Koriun, el cual ha generado una revisión a profundidad sobre este fenómeno

Las estafas financieras no son nuevas en el mundo, de hecho, existen desde que el dinero y el crédito comenzaron a cumplir funciones económicas en la sociedad. Estas son consideradas un problema multifactorial que afecta principalmente a grupos vulnerables.

En Honduras, este tema toma mayor relevancia con el caso Koriun, el cual ha generado una revisión a profundidad sobre este fenómeno, dado que existe evidencia de otros mecanismos de estafa piramidales que ha afectado a cientos de hondureños, invisibilizando la magnitud de la problemática.

En este sentido, hay que tomar en consideración que el capital financiero naturalmente es propenso a la especulación, por lo que ineludiblemente debe ser regulado para que funja su papel de dinamizador en la economía, canalizando recursos a otras actividades económicas.

¿Pero qué ocurre cuando este capital financiero se desenvuelve fuera de esta regulación?

Cabe mencionar que el sistema financiero hondureño tiene un alto componente de actividad económica-financiera que no es regularizado, por lo que genera condiciones propicias para que mecanismos de estafas piramidales, entre otras, se expandan.

En Honduras, al menos el 78% de la población en edad de trabajar no ha logrado un crédito, asimismo, el 65% de la economía es informal, quienes en su mayoría son excluidos del sistema financiero regulado, convirtiéndose en un grupo poblacional altamente atractivo para los estafadores, quienes ofertan activos financieros generalmente fraudulentos o con elevados niveles de usura.

La expansión de estafas como KEDA/MMEC, Goarbit, Memotrade.net, recientemente Koriun, entre otras, han evidenciado múltiples factores que inciden en su proliferación, como la débil educación financiera, desigualdad económica (desempleo, precarización del empleo, falta de ingresos, restringido acceso a la tecnología, la información), así como la exclusión financiera.

A su vez, han puesto en evidencia la fragilidad y las brechas en el marco regulatorio e implementación de la ley, tanto de los operadores de justicia como del mismo ente regulador. No se trata de demeritar los avances que se han alcanzado en materia regulatoria, pues la evidencia muestra un sistema financiero estable; no obstante, el caso Koriun desnudó los vacíos legales, institucionales, la latente necesidad de especializarse en temas que van más arraigados a los tipos de mercados financieros, tendencias de la globalización financiera.

Pero sobre todo ha expuesto las fallas en el sistema de mercado, pues la falta de inclusión financiera indica que no hay una asignación de recursos eficientes en el sistema regulado, a su vez, la debilidad en los mecanismos de justicia en el sistema financiero para proteger a los usuarios financieros.

A los factores antes descritos se suma la responsabilidad individual del estafado, el cual asume un rol preponderante en este engranaje de timos, dicha responsabilidad no se circunscribe a la culpa de la víctima, sino a la vulnerabilidad innata a la cognición humana que los estafadores explotan.

El problema va más allá de la ingenuidad, sino más bien radica en la manipulación sofisticada de los estafadores, quienes se filtran en el imaginario de las personas con necesidades y altas expectativas de ganancias. Vale la pena recalcar que los esquemas Ponzi y otros piramidales tienen la característica de trabajar la psiquis del individuo al grado que estos evadan la realidad.

Por lo tanto, se arguye que la proliferación de estafas financieras en Honduras no son un fenómeno aislado, sino la conjugación de un sistema de mercado que presenta fallas, la débil institucionalidad y la vulnerabilidad misma de las personas.

Mientras esta trilogía no se alinee ni se fortalezca cada una de ellas, Honduras será el espacio idóneo para que mecanismos de estafas evolucionen y se vuelvan cada vez más indetectables a los operadores de justicia, entes reguladores e irreconocible el engaño ante las personas, pero sobre todo la falta de impunidad para los estafadores podría generar la expansión cada vez mayor de estas estructuras delictivas, quienes con astucia y crueldad han despojado a familias de sus sueños, ahorros y bienes patrimoniales.

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