24/04/2024
12:27 AM

Otra sobre la importancia de la lectura

Roger Martínez

Dos hechos me animan a tocar de nuevo, en este espacio, el tema de la importancia de la lectura para el desarrollo de habilidades mentales en personas de todas las edades: el primero, la lectura de “El manifiesto por la lectura”, de la zaragozana Irene Vallejo, y el segundo, la invitación, aceptada y correspondida, que me hiciera Ferema la semana pasada para asistir a la presentación del informe sobre el “Estado de la educación en Honduras”. El texto de Vallejo confirma mi convicción de que la lectura nos permite conocer, entender y asumir la realidad, y que sin ella permanecemos en las cavernas, y el informe, bastante doloroso, por cierto, hace ver que continuamos estancados en comprensión lectora y que, de no superar esa situación, el acceso al verdadero conocimiento se mantiene vedado para nuestros niños y jóvenes.

Por lo anterior, voy a repetir tres verdades que todos debemos enfrentar para que tomemos la decisión de poner los medios y acabar con una situación que pone en precario el posible desarrollo nacional. Porque un analfabeta funcional, que eso es lo que es una persona que lee “a lo perico”, que no comprende lo que lee, es incapaz de desarrollar, por poner un ejemplo, competencias tecnológicas, ya que no entiende un simple manual, y no digamos instrucciones complejas o asuntos que requieren el uso del pensamiento lógico.

La primera: no se puede pensar sin palabras. Y si por la falta de hábito de lectura se tiene un vocabulario reducido, básico, igual de reducidas serán las capacidades intelectuales. La relación entre lenguaje y pensamiento ha sido un tema de estudio que tiene muchas décadas, y esos estudios han llegado, una y otra vez, a la misma conclusión: hay una correspondencia necesaria entre la habilidad discursiva, oral o escrita, y la capacidad de resolver problemas y de comprender y transformar la realidad circundante.

La segunda: las personas, desde su niñez, deben ser expuestas a la lectura, debe desarrollarse su interés por los libros, en papel o digitales. Si los libros resultan extraños para los niños y los jóvenes, crecerán sin interés por ellos y luego resultará difícil que, de mayores, busquen leer. De ahí la importancia de las bibliotecas escolares y públicas. No hay dinero mejor invertido que el que se usa en el montaje de una biblioteca y en su promoción entre la niñez y la juventud.

Tercera: los educadores deben ser los primeros en ser grandes lectores. Nadie puede dar lo que no tiene. Y si un profesor “pasa” de los libros, no podrá trasmitir a sus alumnos el gusto por tomar y leer un libro. Así de claro, así de fuerte.