15/04/2024
05:53 PM

No supongas

Elisa M. Pineda

Ella se me acercó, con esa mirada de curiosidad e inocencia propia de su edad. Para entonces tendría unos ocho o quizás nueve años. ¿Qué significa “supongo”? me preguntó. Había escuchado de mi boca, muchas veces, esa palabra.

Debo reconocer que en tiempos de confinamiento por la pandemia el verbo suponer me hizo salir a flote ante distintas preguntas que mis hijos hacían constantemente, especialmente mi pequeña niña, que resulta ser muy inquisitiva.

Porque en momentos de incertidumbre, suponer se vuelve una práctica cotidiana, que muchas veces nos lleva a asumir posturas equivocadas ante situaciones sobre las que no tenemos la suficiente información o que nos mueven las emociones, por encima de las evidencias.

“Supongo” significa algo así como “me imagino” le dije, es cuando pensamos que algo puede pasar, pero no estamos totalmente seguros. Ella me respondió con suavidad: “entonces supongo no existe. No me digas más esa palabra, que está solamente en tu cabeza”.

No supe qué decir, porque en el fondo ella tenía razón: las suposiciones no son realidades, sino conjeturas, ideas que nos formamos a partir de la información muchas veces pobre de la que disponemos, mas una buena dosis de experiencias propias y prejuicios que almacenamos y salen a flote a veces a la menor provocación.

¿Cuántas veces actuamos y procedemos en base a meras suposiciones? En mi caso, muchas más de las que me gusta reconocer.

No solamente en la vida personal, en la que juzgamos, aceptamos o descartamos a las personas de acuerdo con nuestras suposiciones, sino también sucede como sociedad, siempre expuestos a una cantidad de información y desinformación sobre distintos temas que pueden o no afectarnos de manera general.

La facilidad para disponer de información no siempre se relaciona con la veracidad de lo que recibimos y procesamos, por eso muchas veces actuamos desde las emociones, amplificando aquello que coincide con nuestras ideas preconcebidas y reforzando nuestros sesgos.

Suponer existe en el diccionario, pero no es recomendable que se convierta en el eje de nuestra actuación. No siempre estamos alerta para identificar cuando estamos cayendo en esa especie de trampa mental, que en ocasiones parece ayudarnos, pero en otras solamente nos conduce a hacer generalizaciones sobre temas complejos.

Antes de suponer, hay que investigar, escuchar activamente para comprender y no solamente para argumentar. Antes de emitir juicios sin fundamento, vale la pena preguntarse: ¿me mueven las emociones o tengo la información que respalde mis ideas?

En un escenario de confrontación constante -no solamente local, sino también internacional- que suele trasladarse a las relaciones personales, conviene ser conscientes de la importancia de informarse.

“Supongo” no existe, aunque esté en el diccionario. Solamente está en la cabeza del que supone, pero no necesariamente es una realidad concreta. Después de todo, a través de la inocencia de los niños podemos encontrar una gran sabiduría.