En más de un video sobre senderos de montaña he visto cómo, al lado de los caminos, hay colocados unos palos de cierta altura que, en su parte superior, están pintados de un color llamativo. Son sitios en los que, en cierta época del año, nieva, por lo que esos palos pintados sirven para orientar a los caminantes en aquellos lugares llenos de nieve y así no se pierdan.
Siempre me ha parecido que estos palos pintados de rojo, de naranja, de verde o de amarillo pueden ser una metáfora de los valores. Porque hay coyunturas en las que, tanto en la vida familiar como en la laboral o social, el panorama no se muestra diáfano; hay elementos afectivos o circunstancias que arrojan sombras sobre la realidad y que nos hacen dudar sobre el camino a tomar; momentos en los que los valores son verdaderos faros porque nos iluminan y nos ayudan a tomar decisiones acertadas, justas, objetivas, que no comprometan el futuro propio o el de los que nos rodean.
Todos hemos tenido, también, la experiencia de levantarnos a medianoche en nuestra habitación y movernos en ella sin miedo a tropezar. En esa circunstancia, caminamos con soltura y nos dirigimos sin miedo al baño o a la puerta de salida sin necesidad de encender la luz.
Y eso sucede porque calculamos con alguna certeza la cantidad de pasos que hay que dar o la distancia a la que están los muebles o las puertas. El conocimiento del lugar en el que nos desplazamos nos evita dolorosos tropiezos a sorpresas incómodas. Igual sucede con los valores. Cuando los tenemos claros, cuando orientamos nuestra conducta a partir de ellos, cuando reconocemos que son indispensables para aspirar a la felicidad personal y colectiva, tomamos el rumbo correcto en medio de la mayor confusión, del más molesto griterío; cuando los demás ajustan su comportamiento a su conveniencia o llaman bueno a lo malo por comodidad o por cinismo.
Los valores son, también, como las marcas en una cancha deportiva. No se puede jugar ningún deporte en serio si no están bien señalados los límites de área de juego, desde donde hacer un saque hasta donde correr para no estar “outside”. Las normas éticas no son nunca una camisa de fuerza ni resultan opresivas para el comportamiento humano. El vientre de una madre no aprisiona a un bebé por nacer, le da vida y lo protege. Igual los valores.
Y no me canso de repetirlo. Porque el entorno no hace más que mostrarme la falta de hacer consciencia sobre ello.