En los negocios, no todas las ideas merecen llegar al mercado. El instinto de avanzar siempre puede ser engañoso, y muchos gerentes cometen el error de impulsar proyectos solo porque “suenan innovadores”.
Lo difícil no es crear algo nuevo, sino tener la madurez de reconocer cuándo un proyecto no aporta valor y detenerlo a tiempo. Esa decisión puede salvar dinero, reputación y credibilidad frente a su equipo y sus socios.
La innovación se convirtió en una presión constante. Parece que cada propuesta merece presupuesto, pero cuando se lanza un servicio sin haberlo validado con el mercado, el costo es mucho más alto que las horas invertidas. No solo se pierde dinero, también se arriesga la confianza de los clientes, la paciencia de los colaboradores y el respaldo de los accionistas.
El verdadero error no está en fallar, sino en insistir en una idea que no tiene futuro. Un caso claro es el de Funmath, la primera plataforma hondureña de aprendizaje de matemáticas a través de juegos y retos interactivos. Durante su desarrollo, se probó una función de realidad aumentada que permitía ver figuras en 3D.
La idea parecía atractiva y hasta inspiradora para maestros e inversionistas. Sin embargo, al validarla en escuelas públicas, se encontró que la mayoría de dispositivos no soportaban bien la función y, peor aún, los estudiantes se distraían más de lo que aprendían.
Fue un golpe duro, pero la decisión fue clara: archivarlo. Esa elección permitió concentrarse en lo que sí daba resultados -evaluaciones adaptativas y seguimiento del progreso- y hoy Funmath ha demostrado mejorar calificaciones en pocos meses.
El aprendizaje es evidente: antes de lanzar, pruebe. Valide con prototipos simples, versiones mínimas o pilotos controlados. Si el uso real no alcanza mínimos aceptables o si los clientes no ven valor suficiente para pagar, detenga el proyecto. No se aferre al ego corporativo.
Pregúntese: ¿resuelve un problema real?, ¿la gente lo usaría hoy?, ¿mi operación puede sostenerlo? Matar una idea a tiempo no es fracaso. Es liderazgo inteligente.
Las empresas que aprenden a decir “no” cuando deben, son las que logran sobrevivir, innovar con propósito y construir confianza a largo plazo.